Un deseo soltado al aire

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Otro día igual que el anterior, las mismas obligaciones que las del día anterior y anterior a ese y así consecutivamente, una rutina que lo llevaría a la locura años después. Lo distinto de hoy, era la llovizna que acompañaba a los amigos camino al metro, ambos debajo del mismo paraguas que evitaba que se mojaran. El sonido de las gotas por el paraguas es relajante, tanto que podría quedarse dormido de pie, aunque ese sonido fue interrumpido gracias a la estación del metro.

El bajón en el que estaban, había poca gente, por lo cual pudieron ir sentados, escuchando música; aprecia los lugares públicos en Japón, pues por respeto el lugar es silencioso y ayuda a que recupere las horas de sueño que no dormía. Para el pelirrojo, esta era una de sus partes favoritas del día, pues un Bakugou medio dormido, cabeceando suavemente, era toda una gracia. Mueve la cabeza del contrario apegándola a su hombro para que pudiera descansar tranquilamente, el cenizo no rechaba la acción por lo que termina durmiendo la media hora de camino hasta la siguiente estación.

El sonido de los rieles del metro se escuchaban por lo largo del bajón y los suaves murmullos sobre números por parte del cenizo solo hacían que el pelirrojo quisiera reírse. Apago la música desde su celular y la cambio a una de las favoritas de Bakugou debido a su tonada baja y tranquila que solo lo hacía dormir, había atrapado varias veces al cenizo dormido en la biblioteca escuchando esa canción Il bambino che contava le stelle de Ultimo, vaya que el italino lo calmaba.

La voz desde los parlantes anunciaban su llegaba hasta la estación en la cual debían bajar, con sumo cuidado despierta al cenizo quien desconcertado soba su ojo derecho despertando. Bajan del bajón, siendo Kirishima el que cargaba ambas bolsas y el paraguas, mientras que el cenizo solo su persona ya despertada.

Caminan hasta frente a la estación del metro, una interrogante aparecía en su cabeza ¿Cómo él iría a casa? Pues el pelirrojo no tenía un paraguas como para cubrirse de la lluvia que cada vez aumentaba de tamaño, mientras que Bakugou tenía uno aunque sus casa quedaban bastante lejos la una de la otra. Se miran entre sí para que Kirishima sonría como solo él sabe hacer.

- Puedes ir, Bakugou. - Dice, mientra agarra su bolso con ambas manos. - Mi casa es cerca de aquí, así que si voy corriendo no voy a mojarme.

- No puedes enfermarte tampoco. - Menciona entrecerrando sus ojos. - El vice capitán del equipo de boxeo, no puede enfermarse.

Kirishima sonríe despidiéndose de Bakugou y sin que este úlitmo le diera respuesta se marchó corriendo, el cenizo se quedó mirando a lo lejos como su amigo se marchaba lejos de él. 

En esos momentos, se da cuenta de lo largo y sofocante que era ir desde la estación a su casa. Se sentía solo, eso era raro en él. Desde que es amigo de ese tan energético muchacho su vida había cambiado bastante, sus trayectos al colegio eran en silencio, si, pero en compañía; tiempo atrás no hubiera imaginado a si mismo esperando a alguien que salía dos horas después de que sus clases acabaran y ahora lo hacía, esperaba a alguien por dos horas para poder ir acompañado.

Solo había avanzado dos cuadras, una cuadra antes recién tenía que marcharse y en estos momentos estaría dirigiendose a casa, pensando en los múltiples castigos que le haría a su amigo en caso llegará tarde el día siguiente, castigo que nunca se llevaría acabo por que la deslumbrante sonrisa de su amigo lo distraía. Pero ahora, se preguntaba el porque repentinamente había ido corriendo hasta su casa por la lluvia, juraba que algo así no sucedería a menos que el pelirrojo tuviera pareja ¿Y si tubiera pareja? Eso sería natural de él, es guapo y de buena personalidad. Sería natural que tuviera pareja.

¿Por qué sentía esa presión en el pecho?

El sonido de la intensa lluvia resurtiendo por el paraguas transparente sólo lo hacía sentir más deprimente, sus pasos pesados y lentos retrasaban su andar por lo que llegaría tarde a casa, eso no le importaba, sus padres no estaban en casa así que podría llegar tarde. Sus ojos se humedecían, no estaba seguro si eran lágrimas o las varias gotas de lluvias que el paraguas ya no parecía cubrir, pues sus manos temblaban, seguro por frío aunque era más que obvio que sus nervios estaban a flote y no dejaban ver al pobre muchacho.

Su voz tiembla cuando suelta sin querer un deseo lleno de emociones, sus ojos derramaban lágrimas ocultas tras la gotas de lluvia en su rostro. Antes de llegar a casa, una cuadra antes suelta nuevamente el deseo.

- Si tienes una pareja... - Se limpia las lágrimas mientras estruja la ropa del lado de su corazón. - Desearía ser yo...

Esa tarde, el cielo lloroso y las nubes enojadas, eran testigos de los sentimientos más sinceros de ese jóven de acero. Jóven que desde muy temprana edad tuvo que forjar una personalidad fría y dura para poder mostrar lo genial que era, tenía que ser el mejor, sus padres le inculcaron eso y el mostrar sus sentimientos a flote solo le hacía mal. A pesar de ser liberador, sus angustias no tardaron en llegar.

Un beso bajo la lluvia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora