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El padre Park se removió incómodo, parpadeo unas cuantas veces de manera lenta, pues sentía los párpados extrañamente pesados, humedeció sus labios secos e intentó restregarse los ojos, sin embargo, no pudo mover sus manos.

—Veo que despertaste.— dijo YoonGi observándole desde una esquina.

JiMin fijó su mirada en la dirección de donde provino la voz, no pudo ver absolutamente nada, pues las luces estaban apagadas, pero pudo diferenciar la voz del hermano Min.

YoonGi encendió las luces, el padre Park parpadeo más veces tratando de acostumbrar su vista a la luz y cuando lo logró observó el lugar. Ambos se encontraban en un cuarto de color azul marino con tonos grises, había tres puertas, cuatro lámparas en las paredes, nueve paneles led en el techo justo encima de él y debajo de sus pies azulejos de cristal.

—Bonito ¿No? — preguntó YoonGi acercándose al padre Park con una sonrisa —decoré este lugar específicamente para ti, es nuestro templo ¿Te gusta?

JiMin no comprendía lo que sucedía, de hecho, estaba abrumado porque todo era demasiado extraño. Se encontraba atado a una silla, no recuerda en qué momento se cambió de ropa, pero no llevaba la misma con la que llegó a la casa del hermano Min. Creyó que todo esto era una clase de pesadilla, cerró los ojos fuertemente tratando de disipar el sueño, pero por más que lo intentaba nada sucedía.

YoonGi chasqueó la lengua, se paró recto sobre el azulejo de vidrio justo delante del padre Park y le tomó del mentón para obligarle a verlo.

—¿Te gusta? — insistió molesto —Tarde un buen tiempo, pero lo arreglé lo mejor que pude, lo hice yo solo...

—H-hermano...

YoonGi le interrumpió —Dime YoonGi hyung, no estamos en la iglesia y ambos sabemos que soy mayor que tú.— ordenó delineándole los pomposos labios con su pulgar.

JiMin rehuyó al tacto, pero no logró apartarse porque el pelinegro presionó el agarre para que no se moviera. El padre Park comenzó a temblar, no entendía qué sucedía, porque estaba ahí o qué era ese lugar.

—Shhh... Tranquilo JiMin, todo está bien.

—Her...— comenzó a decir el peli gris, pero se calló al sentir como el mayor le apretaba con más fuerza —Y-YoonGi hyung ¿Q-qué es este lugar? — pregunto con nerviosismo, casi no podía hablar porque había un nudo en su garganta que se lo impedía.

El pelinegro le soltó el mentón, se dio la vuelta y comenzó a caminar alrededor de la silla, acariciándole los hombros de vez en cuando, admirando cada uno de los pequeños detalles de su obra.

YoonGi había amarrado al peligris de una manera tan deliciosa que con solo verlo sentía su pene palpitar. JiMin tenía los tobillos amarrados en los pies delanteros de la silla, su cintura apegada al respaldo y sus manos atadas por detrás.

—Es nuestro templo, ya te lo dije.— respondió deteniéndose enfrente del menor y colocándose de rodillas entre sus piernas —Padre Park... — llamó mirándole desde el piso y sonriendo mientras admiraba las cuerdas en el cuerpo de su ángel, de su Dios.

JiMin sollozo y negó aturdido, no comprendía qué demonios sucedía, pero su preciado creyente de rodillas ante él estaba por aclarar sus dudas. YoonGi le acarició las piernas lentamente sobre la tela del pantalón de vestir, le apretó los deliciosos muslos sacándole un jadeo de impresión y acto seguido comenzó a desabrocharle el cinturón.

—Te alabaré como un perro, te confesaré cada uno de mis pecados y te entregaré mi alma; tú eres mi religión.

Las palabras del mayor lograron desestabilizar la respiración de JiMin, tenía que ser una pesadilla, de verdad eso debía ser porque no habría otra manera de que ellos se encontraran en esa línea entre el pecado y la realidad.

𝓜𝔂 𝓻𝓮𝓵𝓲𝓰𝓲𝓸𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora