Capítulo 9: Creo que amo a Sherlock Holmes.

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Enola se fue durante la mañana.

Sherlock había accedido a hacer una breve limpieza en la sala de estar de su apartamento, así que estaba ordenando los papeles que Enola había desordenado el día anterior. Mientras tanto, yo limpiaba un poco para quitar todas aquellas cosas que eran innecesarias en nuestro campo de investigación. 

Tazas, botellas vacías, y corazones de manzanas decoraban la sala generando un caos visual que ya había pasado mucho tiempo allí.

Estaba recogiendo unas tazas que estaban allí desde hace días cuando Sherlock dijo algo desde el otro extremo de la sala.

—¿Recuerdas la vez que te saqué de la cárcel? —preguntó. Me fijé en sus manos, en ellas sostenía una hoja de papel. La miraba fijamente, no se despegó de ella siquiera para hablarme.

Su pregunta fue repentina, y, tenía que admitir, que me había sorprendido.

Me giré para mirarlo y me enseñó una hoja de papel.

En la parte superior había una foto mía en blanco y negro. Mi rostro era más joven que mi yo actual, aunque solo por unos años. Una mirada orgullosa decoraba mis facciones, que eran aún más resaltadas por una ceja levemente alzada, que hacia parecer que era una mujer peligrosa, una criminal. Al costado estaban escritos mis datos personales, como mi nombre y nacionalidad.

En la parte inferior estaban impresos los cargos por los que se me había encarcelado hacia años.

Hacía dos años y medio, más o menos, yo era una mujer libre. Viajaba de pueblo en pueblo desafiando a detectives que decían ser competentes solo para demostrarme a mi misma y a los demás que era capaz de hacer todo lo que me propusiera. Además, amaba con todo mi ser la sensación de saber que estás un paso adelante de quien te persigue.

En esos años, oí sobre un famoso detective de Londres que solo aceptaba los casos más enigmáticos. Se decía que no había nadie mejor que él, así que me propuse desafiarlo. 

Claramente hablo de Sherlock Holmes.

Llegué a Londres y elaboré un increíble caso para Holmes, había usado todo mi ingenio, y había pensado en absolutamente todo. No se me había escapado ninguno detalle, ni uno solo. O, bueno, casi. Esa fue una de las razones por las que aquel caso lo frustró tanto. Por primera vez en años, alguien logró superar mis desafíos. Holmes me había demostrado que era tan bueno como yo, y que estábamos al mismo nivel. Pero había algo con lo que yo no contaba: mis actos habían molestado a adinerados caballeros de la alta sociedad. Los policías me arrestaron la misma noche en que Holmes y yo nos vimos por primera vez, y me condenaron a muchos años tras las rejas. 

Pero algo hizo que Sherlock fuera a liberarme al calabozo y robara todos los informes sobre mi, todo lo que me inculpaba.

Él había guardado los documentos durante todos esos años, y yo, además de las primeras semanas en que convivimos, jamás le había pedido que me los entregase. 

—Por supuesto —contesté acercándome para admirar el documento de más cerca.

Solté dos tacitas sobre el escritorio de Sherlock para observar detenidamente aquella hoja de papel. 

—Mis épocas de criminal no son algo que me apetezca olvidar —le sonreí —. Fueron mis años dorados.

—Tienes razón.

Cuando estuve lo suficientemente cerca de él, extendió su mano con el papel y me sonrió de una manera que jamás lo había hecho. ¿Era una sonrisa dulce? ¿Era piadosa? ¿Era triste? ¿Era nostálgica? ¿O era todo aquello mezclado?

—Es tuyo. Mereces tener tu misma el poder de tu libertad, no yo ni nadie más.

Tomé el papel entre mis manos. Mi yo de hace casi tres años sonreía desde el papel. 

—¿Por qué ahora?

—Te vas a casar, y si quieres cortar lazos conmigo debes hacerlo por completo —dijo en calma. Sus palabras hicieron que se me ahogara el corazón. La frase se había atascado en mis oídos y parecía que no podía salir de allí. Una energía extraña recorrió mi cuerpo.

De repente volví a ser consiente. No quería cortar lazos con él. Habíamos compartido tantas cosas que no quería que saliera de mi vida de esa manera. Tampoco quería que saliera de mi vida nunca.

Mis pupilas se unieron a las suyas y mis sentimientos se aclararon. Yo lo quería a él. ¿Qué extrañaría cuando finalmente me convirtiera en la señora Stevenson? A él y a todo lo que él conllevaba: resolver casos juntos, sostener miradas con él, responderle con sarcasmo, beber café junto a él, reír a causa de bromas internas entre nosotros, competir por quien tenía un mayor intelecto, hablarle sobre mis sueños, decirle que se veía horrendo cuando se ponía aquel ridículo bigote. ¡Oh, aquel ridículo bigote! Lo odiaba, lo detestaba, pero cuanto lo extrañaría. Extrañaría sus ojos, sus ojos oscuros que parecían conocer cada detalle de mi. Esos labios que me sonreían, esos oídos que me escuchaban cada día, esas manos que me tocaban. Todo, absolutamente todo. Extrañaría todo de él.

Me di cuenta de no tendría nada de eso con Patrick, siquiera algo parecido, y eso me hizo extrañarlo aún más. Aunque él estuviera parado a solo unos centímetros de mí. Aunque aun no lo hubiera dejado, aunque estuviera delante de mi, aunque aun tuviera tiempo de dar un paso atrás. ¡Tiempo! Claro, tiempo no era lo que me hacía falta, sino sueños. ¿Por qué teníamos que vivir en un mundo donde no tengo más opciones?

Una ola de emociones me hundió. ¿Cuáles eran aquellas que sentía en aquel momento? No lo sabía, pero eran muchas, y eran muy fuertes. Eran tan fuertes que estaban arrastrándome, alejándome de la orilla, alejándome de la realidad y llevándome a lugares donde podría tener opciones.

Quería llorar frente a él y hacerle saber que no quería irme de allí jamás, no quería estar con otra persona que no fuera él, no quería casarme con alguien que no comprendía ni la más mínima parte de mi complejo ser. 

Pero mi corazón fue callado por mi cerebro. Recordé mis anhelos, y todo lo que podría lograr si aceptaba ser desposada por Patrick Stevenson, como cada sueño se cumpliría finalmente.
Para ganar había que perder, y yo perdería a mi libertad y a Sherlock por un bien mayor.

A pesar de que sentía la garganta cerrada pude modular una corta y firme palabra.

—Gracias.

Un caso de amores libres y misterios indescifrables [Sherlock Holmes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora