Capítulo 7

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Capítulo 7: "Sí o Sí"

17 años

El sol invernal me molestaba, habían corrido las cortinas de mi habitación y eso logró despertarme. Estaba tan frío que ni la luz me convenció para salir de mi cama, estaba cómodo entre las tibias sábanas y la esponjosa almohada que mamá me había comprado la semana pasada.

Era una paz, una tranquilidad amortiguadora.

Hasta que Pim entró corriendo y se puso a saltar sobre mi cama.

—¡Es el día, es el día! —gritaba. Se tiró encima de mí y me destapó. Busqué las mantas con mi mano, pero las había apartado hasta dejarlas al borde de la cama. Genial, ahora debía levantarme.

—¿De qué estás hablando, enana? —le pregunté irritada. Los ojos marrones de Pim brillaban de excitación, algo la tenía muy emocionada. Algo que yo no podía recordar.

—¡Es el día! —repitió. Le tiré el cabello y la boté al suelo. Se quejó un buen rato hasta que al fin se quedó callada.

—Ahora que estás calmada y no estás aplastándome, me dirás de qué bendito día estás hablando.

—¡Es el cumpleaños de Off! —exclamó.

Claro, era el cumpleaños de Off. Lo había olvidado por completo. O al menos eso intenté.

—¿Y por eso me despiertas? —le gruñí. Pim ya tenía catorce años y aún seguía siendo bastante infantil. Dararat cuidaba de ella como si fuera su hija, como Tanit se había marchado hace ya algunos años a Londres para estudiar, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Pim. De cierta manera eso me gustaba, ni Dararat ni Pim sufrían, se tenían la una a la otra cuando más se necesitaban.

—Sí, es que ya es un adulto. ¡Ahora es un hombre! —gritó otra vez. Iba a dejarme sordo antes de que yo cumpliera los 18.

—¿Y qué se supone que era antes? — miramos hacia la puerta, donde Off se apoyaba en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho. Iba en pijama al igual que Pim, tenía el cabello despeinado y se notaba de lejos que recién había despertado.

—Eras un hada —le dediqué una sonrisa burlona y él me devolvió una mirada asesina. Tuve una larga discusión con él después de que me regalara a Nana, le expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal. Le dije que era un acto muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me pasara el enojo por lo de Sparks, que si quería mi perdón unas simples galletas no bastarían. No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas que le pedí después de ese día.

—Lo importante es que ahora soy un hombre...

—Y mi chofer —agregué rápidamente. Pim estalló en carcajadas.

Cuando Off fue a dar su examen para conducir, se puso tan nervioso que terminó por atropellar a las ancianas de maniquí que colocaban en la pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó toda la parte delantera del auto. Seguía siendo el mismo desastre como conductor que a los quince años.

El auto que papá le regaló para sus 16 seguiría estacionado en el porche una temporada más.

—Al menos tengo auto —me dijo. Entró a mi habitación y se sentó sobre la cama—. Y un pijama decente.

Observé mi pijama, un pantalón y una camiseta con dibujos de vacas. Por las noches hacía frío y en las tiendas no vendían nada más normal que esto. Era mejor que el pijama de sirenas.

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