02➳ Leñador

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 Ojos amarillos

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Ojos amarillos.

Eso era lo único que Poppy veía en la oscuridad.

Alguien estaba encima de ella, pero era incapaz de moverse por el miedo y, con cada respiración que daba, su pecho chocaba con ese extraño.

Ella pegó más su cabeza a la almohada cuando aquel ser abrió la boca y un olor parecido a pescado podrido llegó a su nariz. Quiso vomitar cuando unas gotas de saliva viscosa cayeron muy cerca de sus labios y sintió cómo estas se deslizaban lentamente hasta llegar a su oreja.

Voy a devorarte.

Luego, la enorme lengua rasposa del animal impactó contra su mejilla, contra sus labios.

Después de varias lamidas más, se quedó quieto y siguió susurrando una serie de incoherencias. Ella contó tres campanadas antes de sentir el ataque. El lobo se lanzó con fuerza y sus colmillos estuvieron a punto de perforar su cuello.

Pero entonces, despertó.

Poppy estaba bañada en sudor y aferraba con fuerza la cesta de las manzanas.

Había soñado de nuevo con el lobo.

Parpadeó un par de veces y soltó la cesta para llevarse la mano al pecho. Su corazón latía desenfrenadamente. Respiró como su padre le había enseñado y, cuando estuvo más tranquila, se alejó del árbol al lado del cual descansaba.

«Solo son pesadillas», pensó ella. «Papá lo ha repetido mil veces, es una pesadilla y no puede dañarme».

Ya más tranquila, tocó su cabello, el cual era un desastre, y decidió retocar sus dos trenzas, pero fue interrumpida con el sonido de las campanas.

Era el segundo llamado para la misa de medio día y no solo eso, sino que indicaba también el descanso de su madre. Eso le hizo recordar que aún no había comprado las manzanas que tenía como encargo. Estaba en serios problemas. 

No esperó más y bajó corriendo a tropezones la pequeña colina hasta que pudo ver los primeros puestos del mercado.

Pasó de largo toda la sección de pescado y suciedad hasta que llegó a uno de los puestos más coloridos: la venta de frutas de Lucy. Estaba adornado con decenas de canastas con fruta de todo tipo y un inmenso toldo lleno de agujeros que cubría por completo el puesto.

—Hola, Lucy. Quiero lo de siempre, por favor.

Poppy dejó su suéter sobre el puesto, el calor era insoportable e hizo una especie de aleteo para secar sus axilas y sus brazos.

—Vas tarde —dijo la joven, unos cuantos años mayor que ella, y colocó en una cesta tres manzanas rojas y tres verdes—. No corras tanto y ve con cuidado…

Poppy tomó la cesta y puso tres monedas sobre la mesa. No esperó más y corrió tan rápido como pudo, rodeando el mercado para no pasar frente al puesto de su padre. Le tendría que dar explicaciones y no tenía ya tiempo ni para respirar.

Promesas De Un Traidor © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora