Lado B (3)

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El policía joven no tiene idea de lo que le ha sucedido.

Fue aducido mientras estaba patrullando en el búnker subterráneo pero sólo ha notado que fue secuestrado mucho después, cuando se encontró en la oscuridad, incapaz de mover un músculo.

Está sentado. En una pieza de concreto al final de una pila de escombros, como un prisionero. Acaba de despertarse y no puede entender la condición en la que está. Sin embargo, incluso luego de que su cerebro despierte, está claramente al tanto de una cosa. Dolor.

Su cuerpo está adolorido. Un pesado y afilado dolor está entrometiéndose en su cuerpo como una señal displacentera, haciendo cosquillear su piel. Pero no puede decir con exactitud de dónde viene el dolor. Más que la mitad de su cerebro está aún enterrado en un confuso coma.

Es una sección abandonada en la profundidad del búnker subterráneo.

Hace diez años, hubo una explosión de un cilindro de oxígeno usado para rescates de emergencia y ha estado en un estado mitad colapsado desde entonces.

Hay brechas arrastrándose como criaturas vivas en las paredes y el techo, escombros incontables apilados. Los escombros son de distintos tamaños, desde el tamaño de un puño hasta el de un coche. Y los cables usados para unir el material están sobresaliendo de las grietas como plantas salvajes.

Está sentado al final de un túnel pobremente iluminado, en un pasaje angosto bloqueado por escombros; arriba del que es de la misma estatura que una silla, mejor dicho, ha sido sentado ahí.

No puede moverse por su cuenta.

Porque sus manos y pies fueron fijadas. Ambas manos fueron aplastadas por grandes trozos de escombros. De sus codos para arriba, están estrechamente aplastados por los escombros que parecen una boca cerrándose. Las rocas no son lo suficientemente pesadas para aplastarle los brazos, pero tampoco tan livianas como para que pueda salir por su cuenta.

—Esto... es...

Su voz se quiebra en desesperanza.

Porque vio sus pies.

Dos grandes estacas perforaron a través de sus pies, al suelo.

Son estacas viejas de construcción. Tienen el grosor de un pulgar, viejas y oxidadas. Perforan a través de sus zapatos de cuero, su piel, su carne, las suelas y finalmente el suelo. Aún hay sangre fresca ahí, esparciéndose en un círculo en el suelo.

Alguien ha cocido sus pies al suelo con esas estacas, ¿Para qué?

—Estás sintiendo el dolor.

Una voz rota viene de la oscuridad.

El joven policía voltea con un rostro de pánico.

—El dolor es bueno. El dolor es prueba de que estás vivo, de que hay mejores cosas. A medida de que crece puede controlarnos, cambiar cómo pensamos y a veces disparar nuestra personalidad. ¿Sabes por qué es bueno, Toda Akihiko-kun?

La voz es intimidante, asertiva y llena de un crudo peligro como el de una herida sangrante. Tiene el tono agudo de un joven pero le falta las características humanas que la voz de un joven debería tener.

El hombre en las sombras. Ese es Dazai.

—Es porque continúa mostrándonos que nuestra personalidad, nuestra alma, no es nada más que una conveniente e inestable hipótesis basada en instintos primitivos como el dolor y el miedo.

The Day I Picked Up Dazai  [Novela ligera - Bungou Stray Dogs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora