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Y esos ojos desgastados volvían a observar por aquella ventana esa calle abandonada, sin ningún alma cerca, solo hojas de colores cálidos esparcidas por las carreteras grises. Sintiendo una ola de aire golpear en la cara de ese niño totalmente infeliz.

Sus pequeños ojos se cerraban para sentir esa oleada de aire cálido contactar con cada parte de su rostro. Pequeñas lágrimas comenzaron a ser presentes en este y a inundar sus ojos.

—Me gustaría volver al día donde te perdí, para esta vez sí poder despedirme de una manera adecuada. —Típica frase que solía repetir cualquier día donde se encontraba desanimado y totalmente arrepentido de no haber aprovechado ese tiempo con su madre, y para cuando quería hacerlo, el tiempo límite había terminado. —Extraño ser el niño de lindo pelo rubio de mamá.— susurro.

Sollozando, cerró la ventana, logrando ver esas flores hechas a mano en la cortina, aquellas estaban hechas por su madre, mientras ese niño pequeño solo pensaba en salir a jugar, no pensaba qué en varios años adelante la perdería y tuviera qué estar lamentándose.

Poco a poco la habitación iba convirtiéndose mucho más oscura, pasaban muy rápido las horas y nadie se daba cuenta. Pensaba en cómo rendirse e irse de este lugar, pero sus pensamientos fueron interrumpidos por golpes que provenían del piso de abajo. Este niño llamado Hueningkai. bajó rápidamente a abrir la puerta la cual tocaban con insistencia. Un chico de un o dos años mayor qué el rubio, se presentaba totalmente empapado debido a la fuerte lluvia que había comenzado a caer hace pocos minutos.

—Buenas. Disculpa, ¿pero me podría quedar esta noche aquí? No tengo lugar donde estar.—
Dijo, con dificultad para escucharle, Kai accedió. Se desplazó hacia un lado para qué aquel chico pudiera entrar. Cuando ya estaba adentro, cerró la puerta con llave, debido a la lluvia fuerte podría haber algún tipo de accidente.

—Deberías de ducharte, te resfriaras sino.— añadió el actual dueño de la casa  —Te prestare una toalla.— dijo subiendo las escaleras para disponer a la habitación donde se encontraban todas las mantas y toallas, agarrando una rápidamente, volvió a bajar a dirección donde se encontraba ese chico peli negro . —Aquí tienes, el baño se encuentra arriba, al final del pasillo a la izquierda.— Dijo Kai.

—Muchas gracias.— El mayor respondió, en cuestión pocos segundos el había desaparecido por las escaleras.  La lluvia exterior había disminuido, pero la que recorría por el cuerpo de aquel chico totalmente desconocido acababa de comenzar, para Kai la lluvia tampoco había llegado a su fin, acababa de comenzar una nueva, esta salía de sus ojos. Una lluvia la cual dejaba su piel ardiendo sin razón alguna, pero también dejaba un sentimiento vacío en su interior.

La ducha dejo de sonar en un instante, haciendo que el menor se asustase y limpiase rápidamente el restante de sus lágrimas, haciendo el esfuerzo de tener una sonrisa. Pasos comenzaban a resonar por aquel piso de madera, indicando que el chico había terminado por completo.

—Perdón si es mucha molestia, ¿Pero tienes ropa que me pudieras dar? —Preguntó sin acabar de asomarse, permitiendo que la pared tapase la mitad de su cuerpo. —Ah sí, ahora te la traigo.— Se dispuso a entrar a la habitación de su supuesto padre, buscando algún pijama que le pudiera quedar. Kai salió de la habitación con las prendas apoyadas en su antebrazo. —Ten, supongo que te quedarán.— Añadió. —Gracias.— Despareció en cuestión de segundos para cambiarse.

—Muchas gracias de verdad.— Kai no pudo evitar asustarse por la repentina aparición del chico.— No hay problema, ¿puedo saber cómo te llamas?— Se atrevió a preguntar el pequeño rubio.— Me llamo Soobin, ¿cúal es el tuyo? — Respondió mientras se acababa de secar el cabello.—Lindo nombre, Soobin. Me llamo Hueningkai, solo dime Kai, un gusto.— Dijo Kai mostrando una amable sonrisa en su rostro. —Lindo nombre igual y el gusto es mío.— Soobin poco a poco se sentaba en ese sofá algo antiguo. —¿Qué edad tienes? Te ves algo más pequeño que yo.— Soobin rompió el silencio, algo que muy en el fondo Kai se lo agradeció ya que el ambiente comenzaba a ser incómodo.— Tengo 16 años, ¿tú?— hablo sin siquiera despegar la mirada del suelo.— Tengo 18, ¿podría preguntarte algo más?—

20:20 - SOOKAIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora