7. Corre

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Robin realmente es un hueso duro de roer. No tiene clases y por ende, ha dormido todo el día. Se despertó dos veces en un lapso de cuatro horas solo para ir al baño. No se ha bañado ni ha comido absolutamente nada.

La abordé cuando se levantó la última vez.

— ¿No tienes pensado comer?

— Es mi día libre, necesito cargar mi batería y con eso me refiero a dormir todo el día. Créeme, no querrás verme de mal humor.

Dicho eso, volvió a acostarse con la sábana hasta el cuello. En cambio yo salí a desayunar algo pequeño en el primer café que encontré fuera del campus, sigo sin conocer muy bien los alrededores, sin embargo ese lugar es bastante popular.
Estuve hablando con Tylee la mayor parte del día antes de iniciar su jornada escolar y en el receso por videollamada. La rubia también es de sueño pesado.

— ¿Cómo va todo?

— Ah, ya sabes. Un nuevo año escolar con los mismos compañeros —hizo una mueca—. ¿Y tú?

— Cambio gigante. De estudiar todo en español a leer en inglés.

— No me refería a eso...

El comentario quedó suspendido en el aire. Suspiré e intenté colocar la mejor sonrisa en mi rostro posible.

— Logré adaptarme un poco. No es igual en ningún sentido.

— Claro, es comprensible. ¿Qué hay de tu compañera de habitación? ¿No es una arpía?

— En lo absoluto. No nos conocemos mucho, pero fuimos a por un helado y ella fue quién me acompañó al centro comercial por mi maleta ¿recuerdas?

— Oh, sí —asintió—. Te olvidaste de contarme lo más importante.

— ¿Eh?

— ¿Cómo era el ladrón? ¿Guapo? Quiero saberlo todo.

— ¿Sabes? —acomodé una almohada detrás de mi cabeza—. Las palabras «ladrón» y «guapo» no se escuchan bien juntas.

— Lo que digas no logrará que deje de pensar en eso.

Solté una carcajada y me tapé la boca al notar el movimiento de la rubia. Bajé un poco la voz y me fijé en el rostro de mi prima: cabello largo y ondulado de un castaño claro a excepción del mío que es oscuro y rizado como una papa frita rizada, nuestros rostros se diferencian por el simple hecho de el mío tener dos lunares en la mejilla izquierda y uno en la nariz; la suya no tiene lunares, pero sí pecas en su lugar. Muchas pecas, en todo su rostro, por completo. Incluso llegan a parte de sus brazos. Sus ojos son más pequeños que los míos, y su nariz más respingona. Nuestros tonos de piel son bastante similares. Nuestro tiempo juntas, una al lado de la otra ha sido bastante corto, pero hemos mantenido el contacto.

— Venga, estoy esperando.

— Sobre Dylan... —murmuré pensando alguna característica buena de nuestro encuentro.Será mejor que no le cuente lo que ocurrió en el bar, ni mucho menos el beso. Eso morirá conmigo.

— ¿Se llama Dylan? ¡Hasta su nombre es sexy!

— ¿Dónde aprendiste eso?

— Vi Crepúsculo ayer.

Bufé. Me quité los anteojos para restregar mis ojos.

— Cierto, olvidé que vas a cumplir quince. No te protegí lo suficiente.

— ¿Por qué no me habías dejado verlas? De hecho, mira —acercó la cámara del celular hacia su cuello donde, a pesar de la mala conexión, podía distinguir dos puntos en color rojo con un poco de morado.

Aviones de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora