28. Las dos caras de la verdad

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🐼: Aquí Estoy Yo - Luis Fonsi, Aleks Syntek, Noel Schajris & David Bisbal


⚠️: ADVERTENCIA DE CONTENIDO


Regresé al campus a los veinte días del funeral de mamá. Le había comentado a papá que quería ser enterrada junto a los abuelos —sus padres— y así fue, no directamente al lado, pero sí en el mismo cementerio. Su lápida siempre será la más bonita. Lo único que quiero es que este maldito año acabe pronto, en un abrir y cerrar de ojos que no sea doloroso; sé que es imposible mas despertar de esta pesadilla es lo preferible. Aún me siento mal al haber dejado solo a papá en una casa que grita el nombre de su esposa, sin embargo las clases no pasaron en vano y si bien logré entregar varias tareas y proyectos en esos veinte días, no es lo mismo. Sigo muy atrasada y es posible que deba repetir algunas materias.

Celebré mis veintidós años junto a papá, no quise ver a nadie. El perdón y la lástima no la traerán de vuelta además, cumplí cierta cuota durante la ceremonia. Perdí la cuenta de la cantidad de personas que juraron haberme cargado cuando era una bebé y, a pesar de que varios estaban al borde del colapso en lágrimas, escuché a otros criticarme debido a mi posición de no llorar. Pensaron que estaba sedada, mas decidí no hacerlo. En otros momentos, me hubiera gustado golpear a aquellos que hablaron mierda diciendo que mamá fue muy cobarde y débil por haber escogido el camino fácil de la eutanasia. Dios, realmente quise reventarles la jeta, pero mis amigos lo notaron a tiempo y digamos que Robin se encargó personalmente del asunto; no hubo contacto físico, pero sí palabras hirientes. Sinceramente no entiendo el actuar de esas personas que aprovechan hasta el último maldito momento para criticar una vida que no les pertenece, juzgar cada decisión como si fuera suya y comportarse como si eso les afectase a ellos.

— Ahí está una de mis chicas favoritas —se acercó a mí tomando una de mis manos para hacerme girar como si fuera un baile—, pero la más bella.

— Hola, Dylan —respondí sin mucho entusiasmo.

— Vaya, ¿qué es eso?

Su mano pasó por detrás de mi oreja para detenerse cerca de mi campo de visión. Abrió el puño revelando un pequeño chocolate tipo Kisses. Sonreí sin separar los labios. Desde que regresé se ha encargado de hacerme sonreír —a pesar de la situación—, de múltiples formas. Le he pedido más tiempo y estuvo de acuerdo, no sé qué he hecho para que un chico como Dylan Mayer sea así de lindo y comprometido con una chica que lo apartó de múltiples formas y cuando por fin aceptó sus sentimientos; le pide tiempo.

— Gracias, me vendrá muy bien.

— ¿Sí? —tomé el chocolate— No tienes clase a esta hora.

También memorizó mi horario para saber cuando hacerme reír y, cuando no puede hacerlo personalmente; me manda mensajes.

— Pero sí un seminario —me encogí de hombros—, lo necesito para unos créditos extras.

— ¿Cuántas horas?

— Dos y media.

Comencé a caminar para buscar el auditorio y él, por supuesto, me siguió. Moví mi cabeza de un lado al otro para detectar un dolor en mi cuello al estar durmiendo en una silla durante los últimos seis días. Me quedo dormida sobre el escritorio poniéndome al día en los proyectos y exámenes. Parezco un zombie andante.

— La psicología en el sistema empresarial.

— ¿Llevas algo para despertarte? —asentí levantando mi termo lleno de Coca-Cola— ¿Y es abierto al público?

— Pues sí, supongo.

Puso una mano sobre su mentón y después de unos segundos, chasqueó los dedos.

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