Capítulo 40

768 42 3
                                    

Después de que terminaron sus clases, Franco se sentó a esperar a Daniela en una de las banquetas que se encontraba en el campus de aquella institución, donde impartían muchos cursos técnicos y especialidades. Aquel día, Daniela tuvo que dejar a Ashley tomando las clases, puesto que estaba haciendo una diligencia importante.

Ella siempre estaba presente en las clases de la niña, quien de buenas a primeras salió con que quería ser gimnasta, por ello Daniela la inscribió allí los sábados.

Mientras la esperaba, Franco notó cómo muchos estudiantes y maestros buscaban cafeterías cercanas con desespero, debido a que la de la institución cerraba a las cuatro de la tarde.

—Hola, mi amor —lo sorprendió Daniela, quien se había colocado frente a él con una amplia sonrisa—. Ya van a ser la seis, así que las clases de gimnasia de la niña están a punto terminar. Debemos darnos prisa porque, aunque llamé al instituto para decirles que era probable que pasara a buscar a Ashley unos minutos más tarde, me siento intranquila acerca de llegar retrasada. —Ella lo sacó de su ensoñación.

Él carraspeó y la miró con una sonrisa, entonces se levantó y la atrajo a su cuerpo por la cintura.

—Vamos, entonces. —Le dio un beso en los labios y ambos corrieron en dirección al vehículo.

—¿Todo bien? —inquirió ella, después de que arrancó la camioneta, debido a que él estaba en silencio y sumido en sus pensamientos.

—Sí, es solo que me quedé analizando un asunto. Es que la cafetería de la academia cierra a las cuatro de la tarde, por tal razón, muchos estudiantes tienen que hacer filas en otros lugares para poder comprar comida.

—Eso me recuerda mis tiempos en la universidad —dijo ella con nostalgia, y Franco le sonrió.

—Sí, cuando uno sale de clases, por alguna razón desea comer cualquier cosa. Es por eso que se me ocurrió... —arrastró la última palabra con duda.

—¿Qué se te ocurrió? —indagó ella con intriga e interés.

—Se me ocurrió hacer empanadas, quipes, bollos de yuca, arepa dulce y rosquillas... —Se mordió el labio inferior—. Mi idea es venderlos cuando termine la clase.

Daniela lo miró con ojitos enamorados y le sonrió emotiva.

—¡Es una gran idea, mi amor! —chilló—. Yo te ayudaré en todo lo que necesites.

—¿De verdad? —Él sonrió nervioso y sonrojado—. No estoy muy seguro aún...

—Es una gran idea, Franco —lo interrumpe con voz firme—. Estoy segura de que te irá genial porque eres muy bueno en todo lo que haces. Por algo se empieza, ¿te imaginas? Hoy será vendiendo empanadas, pero puedes llevarlo a poner tu propia cafetería o restaurante.

Franco sintió un calor extraño en el pecho que le causó entusiasmo, entonces aquella idea dejó de parecerle descabellada, por lo que empezó a tomar forma en su mente.

Por otro lado, las clases de gimnasia de Ashley terminaron, así que ella se sentó en el lobby de la institución para esperar a Daniela.

—¡Ven a conocer a mi mami! —la abordó una de sus compañeras. Ella se fue con ella en un descuido de la recepcionista, saliendo del instituto deportivo junto a la otra niña.

—¡Mira a mi amiguita, mami! —la presentó la chica emocionada.

—Hola, pequeña. Eres muy hermosa, ¿cómo te llamas? —preguntó con amabilidad.

—Me llamo Ashley. Mucho gusto, mami de Carmen —le respondió con tono tímido.

—El gusto es mío, princesita. ¿Dónde está tu mami? —inquirió mientras miraba a su alrededor.

—Pronto llegará.

—Entonces espérala allá adentro.

Después de despedirse, la mujer se fue con su hija. Ashley miró la carretera como si hacer aquello provocaría que Daniela se apareciera al instante.

Ella se mordió el labio inferior rendida, al notar que luego de unos minutos esta no aparecía, así que decantó en regresar a la institución para esperarla adentro; no obstante, antes de lograr su objetivo, alguien la agarró por el brazo, impidiéndole que continuara.

—¡Ashley, mi amor! —exclamó la extraña con ojos llorosos—. ¡Hasta que por fin te encuentro, mi niña!

La pequeña la miró asustada mientras trataba de liberarse de su agarre.

—¿Quién es usted? ¡Yo no la conozco! —vociferó asustada.

—Soy tu madre, mi amor. No te imaginas lo mucho que los he buscado a ti y a Franco. Los amo, y he vuelto para que vivamos como lo que somos: una familia —respondió, dejando a Ashley pasmada en su lugar.

PenuriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora