Capítulo 36

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Estos celos me hacen daño me enloquecen

Jamás aprenderé a vivir sin ti

Lo peor es que muy tarde comprendí, sí, sí

Contigo tenía todo y lo perdí

Contigo tenía todo y lo perdí

Estos celos, de Reik

Un silencio incómodo se adueñó del lugar ante la extraña pregunta del padre de Daniela

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Un silencio incómodo se adueñó del lugar ante la extraña pregunta del padre de Daniela. Ella, quien aún no asimilaba aquella interrogante y que se encontraba paralizada por el miedo, miró a su padre con ojitos preocupados.

—No estoy embarazada, papá —dijo al fin, con la voz en un hilo.

—No me mientas, Daniela —le advirtió con tono brusco—. ¿Cómo es eso de que tú y este aparecido van a tener un bebé? ¿Acaso te volviste loca? ¡Si apenas llevas unos meses en la capital! No puedes ser tan irresponsable.

—¡Ya basta! —exclamó ella incómoda—. ¿Por qué aludes que estoy embarazada? Además, Franco no es ningún aparecido; lo conozco desde la secundaria.

Su padre la miró con ojos entrecerrados mientras hacía una mueca con la boca.

—¿Estás o no embarazada? —preguntó impaciente.

—No estoy embarazada, papá. Lo que sucede es que Ashley quiere un hermanito, y se lo daremos, pero a su tiempo. —Daniela le acarició el mentón a la niña y le sonrió con complicidad.

El señor Castro se calmó después de un rato, aunque no dejaba de observar a Franco con un poco de disgusto y desconfianza.

La noche cayó y la cena estaba casi lista, así que Ashley y Daniela empezaron a poner la mesa donde cenarían.

—¡Bebé, eres magnífico! —exclamó María mientras contemplaba la carne asada con fascinación—. ¿Sabes todo lo que tengo que hacer para que el asado me quede jugoso? Y tan fácil que tú lo hiciste y te quedó mejor que a mí.

—Es que Franco es el mejor chef del mundo —intervino Daniela con tono ufano, quien entró a la cocina para seguir llevando la comida al comedor.

—Todavía no soy chef, ni siquiera se puede decir que soy un cocinero —respondió un sonrojado Franco.

—Para mí ya lo eres. Está dentro de ti, cariño. Algún día estarás dirigiendo las cocinas más prestigiosas, yo solo te adelanto el título. —Rio.

—¡Ay!, pero ¡qué lindos! —celebró la señora con gran felicidad—. Me encanta que los dos crezcan juntos y que se vean a futuro. Muchacho, desde ahora tienes mi bendición; estoy segura de que ustedes formarán una linda familia —añadió con ojos llorosos.

—Ay, mami, muchas gracias. —Daniela se le tiró encima emocionada y la abrazó fuerte.

—Daniela, no lo dejes ir; él es un gran hombre —le susurró en el oído.

—Lo sé, mami.

—Además está como quiere, el condenado.

Daniela estalló en carcajadas y se aferró más a aquel abrazo, que tanto bien le hacía. Después de que colocaron la mesa, Daniela puso música alegre, cuya melodía era bailada por Ashley. La pequeña corría de un lado a otro mientras comía los dulces que el papá de Daniela le regaló.

Franco se fue a dar un baño para quitarse el olor a comida de encima, mientras que Daniela colocó dulces, copas y bebidas en una pequeña mesa que se encontraba en la sala. Cuando terminó, se dispuso a preparar algunos detalles finales en lo que llegaba el resto de la familia.

El timbre sonó y la chica de servicio fue a abrir.

—¡Daniela! —exclamó Zarai desde que entró a la casa. Las dos hermanas corrieron para encontrarse y se abrazaron, entonces empezaron a gritar de la emoción.

En ese instante, Franco llegó a la sala y fue sorprendido por Ashley, quien corrió hacia él y se le abrazó a la pierna derecha, puesto que no conocía a las personas que acabaron de llegar.

Por su parte, los padres de Daniela fueron a recibir a su hija y compañía, entonces María agrandó los ojos cuando vio a quién había llevado Zarai y su esposo de visita.

—¡Abuelos! —Los gemelos de unos tres años corrieron en dirección a los señores, quienes empezaron a mimarlos.

—Hola, familia —saludó Ricardo, el esposo de Zarai.

—Hola, cuñado... —Daniela hizo una pausa al percatarse de quién estaba al lado de Ricardo—. Oh, Antuán vino... —masculló incómoda, y al instante su mirada recelosa se posó sobre su hermana. Zarai la miró con pesar, caminó en su dirección y le susurró cerca del oído:

—Espero que no te moleste que Ricardo haya invitado a Antuán. Es que la madre de él se fue a recibir el año al extranjero y a Ricky le dio pena que él se lo pasara solo.

Daniela no respondió, aunque tampoco es que tuviera tiempo de hacerlo, dado que Antuán caminó en su dirección y la abrazó de repente.

—Mi bella Dani, ¡cuánto te he extrañado! —exclamó, antes de besarla en las mejillas varias veces.

Daniela lo empujó sin ningún disimulo, puesto que le molestó su atrevimiento. ¿Por qué la trataba con tanta confianza?

—Mantén tu distancia, por favor —dijo con tono brusco.

—¿De qué hablas? No me digas que todavía estás dolida, mi amor.

Ella lo miró con ganas de estrangularlo, pero decantó en ignorarlo y se dispuso a saludar a sus sobrinos.

—¡Lucas, Martín! —Ella se agachó a su nivel y les abrió los brazos.

Los pequeños, como respuesta a su llamado, corrieron hacia ella, entonces los tres se dieron un abrazo grupal. Después de que Daniela los llenó de besos, ella se levantó y caminó con ellos en dirección a Ashley, quien seguía aferrada a la pierna de Franco.

Él miró a Daniela con el ceño fruncido, puesto que le molestó el desborde de besos que le dio aquel extraño, mas no dijo nada porque podría haberse tratado de algún pariente.

—Ashley, cariño, ven a conocer a tus primos.

—¿Mis primos? —inquirió ella asombrada.

—Claro, mi amor. —Daniela le sonrió con ternura—. Lucas y Martín son mis sobrinos, por lo tanto, tus primos.

—Pero son igualitos —respondió ella con ojos agrandados.

—Es porque son gemelos.

—¿Cómo voy a saber quién es quién? —Hizo un puchero.

—Martín tiene el pelo más rizado que Lucas. —Daniela les acarició el cabello a los niños.

—Ohhh...

—Hola —saludó Lucas, con una vocecilla chillona que conmovió a Ashley.

—Hola, primo. Tú eres chiquito. Yo ya soy una niña grande.

Daniela sonrió al escucharla. Los tres niños se fueron al centro de la sala a bailar y a jugar, entonces Antuán y los demás se les acercaron a ella y a Franco.

—¿Quién es este hombre? —inquirió su ex, al percatarse de la presencia de aquel hombre extraño y atractivo.

—Es el novio de Daniela —respondió María con cara preocupada. Había olvidado que Franco estaba allí, así que miró a su hija menor por instinto—. A alguien se le juntó el ganado —susurró.

—¿El novio de quién? —interpeló Antuán, quién caminó unos pasos adelante para enfrentar al hombre rubio, quien era mucho más alto que él y que lo miraba con recelo.

«¿Novio? Eso lo veremos... El único que tiene derecho a llevar ese título soy yo», pensó mientras afrontaba a Franco con desafío.

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