Capítulo 44

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Todos los sonidos de su alrededor dejaron de escucharse, el cuerpo se le paralizó y el corazón le latía tan fuerte que sentía que podría colapsar en cualquier momento.

De pronto las sensaciones dolorosas del pasado se tornaron muy vívida y la frustración le provocó una sensación amarga en todo el paladar.

—¿Q-Qué has dicho? —habló al fin, mas su voz se escuchó nerviosa.

—Franco, sé que debes estar pensando lo peor, pero no vengo a provocarte problemas. Yo solo quiero ver a mi hija —respondió con tristeza fingida.

—¿Qué? —soltó él anonadado, puesto que aún no podía asimilar la presencia de esa mujer ni su petición—. ¿Quieres ver a Ashley? ¿Para qué?

—Franco, no vine aquí para ser cuestionada por ti. Me imagino lo que dirás y quizás tengas razón; sin embargo, tengo derecho a ver a la niña —replicó a la defensiva—. No te estoy pidiendo nada grave, solo que me permitas verla.

Los ojos de él se llenaron de lágrimas, por lo que tuvo que respirar profundo para evitar que estas se dejaran ver.

—¿Ahora te acuerdas de que tienes una hija? —Él negó indignado—. ¿Qué es lo que quieres en realidad? Te conozco, tú solo apareces cuando tramas algo.

—¡Qué injusto eres, Franco! —Ella empezó a llorar—. ¿Qué voy a estar tramando yo? Reconozco que fui injusta contigo en el pasado, también que no debí abandonar a mi hija ni... a ti. —Ella lo mira con melancolía y añoranza—. Cometí muchos errores de los cuales me arrepiento, es por esto que quiero enmendar mi error. Franco, Ashley necesita saber que tiene una madre.

Franco suspiró abrumado ante esa realidad; sin embargo, temía caer en una de las trampas de la mujer que tanto daño le hizo.

—No sé si deba confiar en ti, Érika. —Él se frotó la cara con desconcierto—. Ashley es lo más importante que tengo en la vida y no quiero exponerla. Si tu objetivo es hacerle daño, te ruego que te alejes de nosotros, por favor.

—¿Por qué querría hacerle daño a mi propia hija? —cuestionó ella con expresión escandalizada—. Además, estoy en todo mi derecho de verla y lo sabes.

Franco resopló y se puso las manos en la nuca, luego suspiró, cruzó los brazos y encaró a Erika con mirada amenazante.

—Tienes razón, estás en tu derecho de tratarla y yo no soy nadie para privar a Ashley de conocerte, pero te advierto que si te atreves a hacerle daño te la verás conmigo.

—Te aseguro que mi intención es recuperar el tiempo perdido con mi hija y enmendar mi error. No te imaginas lo arrepentida que estoy. —Ella le pasó las manos por el brazo derecho, con una coquetería sutil y disfrazada de agradecimiento.

—Otra cosa, Érika —dijo él con expresión tosca, al tiempo en que retiraba el brazo—, tengo pareja, así que antes de que te acerques a la niña, debo ponerme de acuerdo con ella para que cuadremos cómo te abordarás a Ashley.

Érika formó una mueca de disgusto al escucharlo.

—¿Por qué tienes que cuadrar con un extraña? Ese es un asunto privado entre nosotros.

—Daniela no es ninguna extraña, ella es mi novia y pronto nos casaremos. Incluso vivimos juntos, así que todo lo que tenga que ver conmigo y con Ashley a Daniela le incumbe. Ella ha hecho lo que tú no, y ama a la niña como si fuera suya.

—¡La santa Daniela! —espetó enojada—. Ahora me vas a echar en cara mi error y a ponerla a ella en un altar. ¿Cómo se reencontraron? Ella se fue de tu vida hace muchos años y tú no tenías ni idea de a dónde.

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