Prólogo

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#relato #Hannigram #fanfic #nuevo #Hannibal #WillGraham

"El Conde Lecter"

La vida del conde Lecter no había sido fácil. Pertenecía a lo que en Lituania llamaban la nobleza, inalcanzable, culto, siempre solo. Un erudito al que nadie había visto.

Pero la enfermedad no perdona a nadie, ni ricos ni pobres y, siendo muy pequeño, unas fiebres se llevaron a toda su familia. Con tan sólo ocho años vio cómo su madre se consumía bajo los cuidados de su padre, que se desvivió por ella.

El médico aconsejó que toda la familia se fuera de casa, pero el padre de Hannibal se negó en rotundo. Se encerró en la habitación con su mujer y, cuando varios días después vieron que las bandejas de comida puestas en el otro lado estaban sin tocar, descubrieron que ambos habían fallecido. El abrazo mortal, dijeron, pues así los encontraron.

No pasaban la treintena.

Dejaron dos huérfanos: Hannibal, de ocho años, y Mischa, de cinco. En el entierro de sus padres, al que nadie salvo ellos acudió por temor a contagiarse, Hannibal se prometió que cuidaría de su hermana pasara lo que pasara.

No pudo cumplirla. Y la maldición de los Lecter se propagó como la pólvora entre los aldeanos. Mischa falleció poco después tomando de la mano a su hermano, al que amaba por encima de todo lo demás. Hannibal no se separó ni un segundo de su lado, repitiendole que se pondría bien.

Mischa fue enterrada junto a sus padres, y Hannibal no derramó ni una sola lágrima. El cura pensó que la casa estaba maldita, que los Lecter lo estaban, y quiso sacar a Hannibal y enviarlo lejos.

El niño Hannibal, con tan solo 8 años, tenía más fuerza de voluntad que todos los hombres de la zona juntos. Permaneció en el castillo, apenas sin salir, y tan sólo una de las sirvientas se quedó. Se llamaba Chiyoh.

Habían pasado más de 40 años y poco había cambiado. Hannibal no recibía a nadie, tampoco nadie se acercaba demasiado. Las aldeas de alrededor pagaban sus impuestos religiosamente, bien por temor a Hannibal, bien por que todavía hoy se hablaba de la maldición de los Lecter.

Con casi 50 años, Hannibal se había convertido en un hombre audaz, inteligente, muy culto e independiente. La gran biblioteca de su padre era su refugio, las personas que vivían en los libros, sus compañeros. Se sabía de memoria todas y cada una de las historias, y gracias a ellos había aprendido arte, medicina, anatomía, filosofía, zoología y hasta cocina.

Chiyoh, que rozaba los 70 años, era la encargada de suministrar todo lo necesario para que no se murieran de hambre. Apenas cruzaba una o dos palabras con su amo, tampoco era necesario: tras tantos años juntos sabían la rutina el uno del otro, y las palabras sobraban.

Hannibal nunca entendió por qué Chiyoh no se marchó junto con todos los demás. Cuando sus padres estaban vivos Chiyoh no demostró interés en él, era una sirvienta más entre el resto. Quizá no tenía donde ir, tal vez su naturaleza retraída le impedía empezar una nueva vida en cualquier otro lugar.
Sea como sea, amo y sirvienta permanecían en un castillo fantasma. Los aldeanos llegaron a preguntarse si el joven Hannibal habría muerto también, ya que nunca lo habían vuelto a ver, y su fantasma recorría los salones del Castillo preso de la maldición. Entre los adolescentes se hacían apuestas por ver quién era el que se acercaba más, incluso entraba al castillo.

Nadie nunca pudo hacerlo. Jamás. No demostrar hombría era preferible a perder la vida.

Es por eso que Hannibal se sorprende, molesta incluso, cuando por la ventana ve aún joven de no más de 20 años llevando de las riendas a un caballo. Menudo día para cabalgar, tan frío, con esta pequeña helada. Desde la ventana más alta se fija que el caballo cojea, y que su joven propietario acaricia su rostro mientras acerca su frente a la del animal, calmandolo.

- ¡Holaaaaaaaa! - el grito resuena en la nada, un eco que se repite. ¡Hooooooolaaaa!

Hannibal no se mueve. Chiyoh, tampoco. Durante unos minutos el joven permanece al otro lado de la verja, esperando. Empieza a tener mucho frío y, tal vez viendo el gesto de abrazarse al cuello del animal buscando calor, Hannibal toma una decisión.

- Abre la verja, Chiyoh.

La sirvienta asiente. Y, lentamente, se dirige hacia ella para cumplir la orden de su amo.

El Conde Lecter (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora