Macbeth

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Cómo se atreve. Es lo primero que piensa Hannibal al despertar a la mañana siguiente del altercado con ese joven tan maleducado. Cómo.

Que Will sepa qué provoca en el cuerpo de Hannibal es algo que odia. Una debilidad que además sólo puede controlar echando del castillo al joven.

Se plantea hacerlo, pero eso sería darle la victoria a Will. Ese chico va a quedarse conmigo el resto de su vida. Hannibal desea doblegar un alma que es indoblegable, Will no es como los demás chicos pobres que harían lo que fuese por complacer a su superior. Will no cree en eso, no se siente inferior a nadie y está dispuesto a defender su posición ante cualquiera.

Hannibal, aunque no lo quiera admitir, alaba esa faceta suya. Lo considera osado, digno de admirar. Pero también le trae una sensación que no conocía, la del anhelo por dominar. Por doblegar a Will a su voluntad. Y eso cada vez se pone algo más difícil con su cuerpo tracionandole.

Son muchos años, casi toda una vida, omitiendo a su cuerpo y sus deseos sexuales. Muchos. En ese sentido, Hannibal sabe está en desventaja frente a Will, que seguro ha tenido sexo consigo mismo y con otras personas en muchas ocasiones. Hannibal no, ni lo uno ni lo otro.

- ¡Chiyoh!

- ¿Sí, amo? – Chiyoh se asoma por la habitación de Hannibal.

- Súbeme el desayuno, hoy me lo comeré aquí. Y haz venir al joven, a Will, ahora mismo.

El sol no ha salido todavía, Hannibal se despierta temprano y eso significa que todos deben hacerlo también. Will, por descontado, debe seguir trabajando en el establo, hoy traen los materiales que necesitaba para poder empezar y dejarlo como nuevo.

- Señor....el joven – Chiyoh abre del todo la puerta.

- Gracias. Pasa, Will.

Will tiene esa sonrisa de suficiencia que Hannibal odia y desea al mismo tiempo. Pasa sus ojos por la habitación y contempla con asombro los muebles, cuadros y libros que Hannibal tiene. Otra cosa no, pero si Hannibal prendiese fuego a todos los libros que hay en el castillo, la hoguera se vería desde kilómetros y kilómetros de distancia, piensa Will.

- ¿He hecho algo malo...señor?

Su señor siempre es condescendiente. Una afrenta. Hannibal está harto.

- Ayer fuiste grosero. Odio la groseria. La grosería siempre tiene consecuencias en esta casa.

- ¿Qué castigo me va a imponer...señor?

Will mira la cama de Hannibal y se pasa la lengua por los labios. Si ese es el castigo que quiere que cumpla, Will lo hará encantado de tener otra baza más para controlarle.

Hannibal pasa la mirada de Will a la cama, sopesando lo que el joven está pensando. Y decide.

- Quítate la camisa y túmbate boca abajo en la cama.

Will así lo hace, contento al pensar lo que va a pasar. Su espalda es musculosa, blanca, está impecable. Hannibal va a cambiar eso enseguida.

- Chiyoh – vuelve a gritar. Tráeme unas cuerdas, por favor.

- ¿Unas....?

- Ya me has oído.

Will piensa que las cuerdas son para darle un punto de dominación a Hannibal, para someterle a él. Puede aceptar eso. No se le pasa en ningún momento por la mente para lo que Hannibal lo quiere en realidad.

Cuando Chiyoh le alcanza las cuerdas, Hannibal se acerca a la cama y ata las manos de Will a la cabecera de la cama con una de ellas, esperando que aguante lo que va a sufrir el joven.

El Conde Lecter (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora