Bienvenido a mi mundo, Will

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Will está eufórico. Hannibal le ha prometido que podrá ver a su padre. Debe estar muy preocupado, hace muchos días que Will está preso –porque para él no hay otra descripción – en el castillo Lecter, con Hannibal como su captor.

Que le haya enseñado a leer y a escribir no cambia demasiado.

Que le haya masturbado, llevando a ambos al orgasmo...

Will duda. Odia estar encerrado allí, no entiende cómo alguien puede ser tan cruel como para tener a una persona contra su voluntad. Cuando recuerda los latigazos que Hannibal le dio, la ira le golpea el corazón preparándole para reaccionar en cuanto se cruce con ese monstruo. Odia no ver a nadie más que a Hannibal y Chiyoh, aunque la segunda ciertamente no tiene culpa de nada, también está presa allí. Echa mucho de menos a su padre, más que a nadie de todos los que conoce, y tiene miedo de que en su ausencia el hombre no pueda mantenerse a sí mismo.

Jamás se lo perdonaría a Hannibal.

Hay ocasiones, últimamente más a menudo, que ama estar allí. Adora cómo ha dejado el establo, cómo de feliz está Winston, ya recuperado. Siente gratitud por Hannibal, por haber tenido la paciencia como para que Will aprenda a leer, a escribir, a mejorar como persona. Eso es algo que no demasiados están dispuestos a regalar y, en ese sentido, Hannibal ha considerado a Will un igual. Ama no pasar frío, dormir en mejores condiciones, tener varios platos calientes todos los días y no preguntarse si mañana tendrá qué llevarse a la boca. A la comodidad se acostumbra uno enseguida.

- Hola, Will, buenos días – Hannibal golpea la puerta de la que es la habitación de Will desde hace varios días.

Su propia habitación, su propia cama. Es una habitación pequeña si la comparas con la de Hannibal, pero Will ama su espacio. No tiene nada para decorarlo, él allí no es propietario de nada, más Hannibal educadamente dejó unos cuantos libros sobre los estantes de madera, la mesa, y varios candelabros por si Will quería leer cuando anochecía. Todo un detalle.

- Buenos días, Hannibal – la palabra Señor desapareció el día que los dos hombres tuvieron esa especie de relación sexual inacabada.

- Debes desayunar. La visita que tanto ansías vendrá hoy.

- ¿Padre? ¿Viene hoy? – Will salta de la cama con una sonrisa en sus labios, contagiando a Hannibal también a sonreír.

- Sí, si el tiempo acompaña deberá llegar al mediodía. Vamos, Will – abre la puerta del todo, esperando al joven.

Los dos se dirigen a la cocina, Will más hablador que de costumbre.

- Seguro que está tan preocupado por mí que se ha olvidado de comer él, que apenas duerme. Seguro que el trabajo se le hace cuesta arriba, espero que alguien en la aldea le esté ayudando.

- O quizá nada de eso ha pasado, y es feliz, Will.

- No conoces a mi padre. Él...me ama, me ama. Ha cuidado de mí siempre, desde pequeño...y yo...yo le debo todo.

- Lo entiendo.

Will duda que Hannibal lo entienda. Él no tiene a nadie, nadie ha cuidado de él de esa forma. Chiyoh, quizá, es lo más cercano a una madre, a una compañera, a un hogar que Hannibal ha tenido. Y Will a menudo se pregunta qué tipo de trato a recibido la anciana sirvienta como para temer tanto al que llama Señor.

- Chiyoh – le pide Hannibal al entrar – prepara al joven Will un par de huevos con el tocino que compraste ayer.

- Sí, amo. Con gusto.

El Conde Lecter (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora