Maratón 1/5
Manuel y Antonio, volvían de la charla con Robert, completamente en silencio. La charla no había sido buena. Y Manuel temía que la cosa siguiera así de tensa, ya habría más enfrentamientos y tiros que nunca.
-Tendré que tomar otras medidas con respecto a Montoya-habló Antonio al fin.
-Tranquilo, señor-lo calmó -Todo va a estar bien, Solo tenemos que aprender a manejar un poco más la situación.
-No puedes prohibirle a Emanuel ver a Isabel...
-No tenía pensado hacer eso. Ellos dos son libres de hacer lo que quieran. Y si necesitan apoyo... no estarán solos. Pero me preocupa loque Montoya pueda llegar a hacer.
-Robert lo va a entender tarde o temprano, hijo.
-Eso espero-susurró el castaño.
Cabalgaron hasta detenerse frente a la casa grande, Antonio se bajó con cuidado y se giró a verlo.
-Quiero que hoy cenes con nosotros-le dijo, Manuel frunció el ceño, Seguro que se estaba refiriendo a él y a la pareja.
-¿Le parece señor?-inquirió.
-Si... quizás te lleves una gran sorpresa.
-Está bien-asintió.
Antonio entró a la casa. Jorge soltó un lento suspiro y miró hacia el cielo. La noche estaba completamente despejada. Aquel manto de estrellas era un espectáculo. ¿Cuántas veces se había tirado a intentar contarlas? Miles... ¿Lo había conseguido? Nunca. El infinito universo sobre su cabeza, lo llenaba de una cierta alegría. En ocasiones hacia que él mismo se sintiera infinito. Jamás llegaba a conocerse del todo. Siempre le aparecía una faceta nueva, un sentimiento nuevo, un miedo nuevo, una pasión, una necesidad.
No podía evitar pensar en la nota que había encontrado casualmente en el pequeño valle. Sonrió levemente y cerró los ojos para recordarla. Jamás había conocido otra niña con una sonrisa tan bonita como la de ella. Jamás le había gustado, siendo un niño, tomar de la mano tanto a una niña como a ella.
Y de repente aquel día en el que ella se
marchó,entró a su cabeza. Aquel sentimiento que lo había invadido jamás volvió a sentirlo, Se había sentido totalmente desolado, angustiado, perdido. Era como si ese día le hubiesen arrancado un pedazo de corazón, así sin más, Y recordó sus lágrimas, recordó el dolor en su linda mirada... ella no quería irse. Entonces, ¿Por qué no volvió? Un año después de su partida él la había estado esperando... pero jamás llegó, Tampoco le escribió como lo había prometido, tampoco lo llamó.Quizás ella si se olvidó de él.
Sonrió con amargura, era completamente ilógico que él todavía pensara en ella... lo más ilógico era que todo el día había estado así. Jamás se le había ocurrido preguntarle a Antonio que había sido de la vida de Lucero Hogaza, Lo poco que sabía era gracias a su madre, y tampoco era demasiado.En los últimos años ella ni se le había asomado por la cabeza, pero al parecer hoy estaba completamente incrustada en su mente.
Se bajó del caballo y se quitó el sombrero. Se secó el sudor de la frente y se observó a sí mismo. Estaba hecho un desastre. Tendría que ir a arreglarse si su jefe quería que cenara con él esta noche.
Tendría que fijarse en la ropa adecuada para una cena. Lo único que él solía utilizar eran camisas que terminan sucias, pantalones desgastados buenos para cabalgar y sus, siempre, cómodas botas. Tal vez iba ir así vestido a cenar... no iba a hacerse mucho problema.
Entró a la cocina sobresaltando un poco a su madre. Está se giró a verlo rápidamente con la mano sobre el pecho.
-Me asustaste-le dijo exaltada.