Capítulo 2

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Las carcajadas de Alfonso hicieron fruncir el ceño a Anahi. Bronson alzó las orejas, como si lo intrigara tan buen humor.

—Si no eres más selectiva con tus citas, vas a tener que renovar todo tu guardarropa. Ésta es, ¿la tercera? Sí, la tercera vez en un mes que uno de esos caballeros andantes te destroza un vestido.

—¿Quieres hacer el favor de dejar de reír? —Le ordenó Anahi mientras se servía un café, pero no pudo disimular una sonrisa—. No pretendía tirarme la fuente encima. Y, además, podría haberse hecho mucho daño al tropezar.

Las carcajadas de Alfonso aumentaron de volumen.

—Y supongo que tampoco quería mancharte la blusa de mantequilla —exclamó y de pronto dejó de reír. Estaba mostrando demasiado entusiasmo por el fracaso de una cita.

Anahi apartó su taza y suspiró.

—¿Sabes? Creo que voy a renunciar a encontrar la persona adecuada.

Alfonso se puso repentinamente serio. Alargó la mano por encima de la mesa para tomar la de Anahi.

—Any, ¿por qué tienes tanta prisa?

Anahi estrechó su mano y sintió un extraño cosquilleo en el brazo.

—Mi reloj biológico está avanzando.

—¿A los veintiocho años?

Anahi apartó la mano diciéndose que aquel cosquilleo y el calor provocado por aquel contacto no significaban absolutamente nada.

—Tú no puedes comprenderlo.

—Intenta explicármelo al menos, cuéntamelo —sugirió Alfonso con una voz tan suave y aterciopelada que Anahi estuvo a punto de confesarle sus proyectos.

Pero era inútil. Alfonso podía ser su mejor amigo, pero era imposible que la comprendiera. Entre otras cosas porque no sabía nada sobre Nicholas ni de cómo había sido víctima de sus encantos y sus mentiras. Y tampoco esperaba que comprendiera que prácticamente no había sido capaz de dormir pensando en los pros y en los contras de la inseminación artificial.

—Supongo que es un asunto de mujeres —comentó, y se levantó a recoger los platos del desayuno. Cuando, después de haberlos metido en el fregadero, se volvió, vio a Alfonso en la mesa con la taza de café en la mano y leyendo concentradamente el periódico.

Alfonso, al sentir la mirada de Anahi sobre él, alzó la cabeza.

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