«Capitulo Siete»

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“Soy una vieja amiga de la familia”

[Narra Isabella Salvatore]
Pasaron cuatro días

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[Narra Isabella Salvatore]

Pasaron cuatro días. La naturaleza me había hartado así que decidí volver. Eran aproximadamente las cinco y media de la mañana cuando entré a la pensión. Ahí estaba Damon mirando la nada con un vaso de bourbon en su mano.

-¿Hola?- dije alzando ligeramente la voz y me miró. -¿Qué sucede?-

-Estoy harto de tu hermano.- dijo lanzando el vaso a la pared.

-Y yo también estoy harta de ti, pero ¿Por qué te dices eso a ti mismo?- dije bromeando y él rió exagerado.

-Ja ja ja, que buena broma, hermanita. Me refiero a Stefan.-

-¿Qué hizo esta vez?- pregunté sentándome en el sofá.

-Robó los ataúdes de los Mikaelson y los escondió hasta que Klaus saque a todos sus híbridos del pueblo.- lo miré con las cejas alzadas. -El muy estúpido amenazó a Elena de matarla, todo esto después de haber llamado a un tal Mikael que resultó ser un bueno para nada ya que no mató a...- se calló.

-¡¿Llamaron a Mikael para matar a Niklaus?!- me levanté de donde estaba de un salto y me acerqué a mi gemelo. -¿Mikael murió?-

-Si. Stefan nos traicionó para ayudarle a Klaus a matar a Mikael, todo fue muy rápido.- dijo y yo suspiré. -Ni lo pienses, ya lo intenté.-

-Le regresaré los ataúdes a Niklaus.- dije mirando el suelo.

-No. Eso lo haré yo. Tu vete a dar una ducha, hueles horrible.- le di un golpe en el hombro y me encaminé a las escaleras para dirigirme a mi habitación.

Después de haberme duchado me dispuse a leer uno de mis libros favoritos; “La Bella y la Bestia” escrita por los hermanos Grimm. Miré el reloj de la mesita de noche e indicaba que eran las doce y cuarenta y cinco de la madrugada. Dejé el libro a un lado y me acomodé en mi cama para dormir. O bueno, eso hasta que siento que alguien me abrazó de la cintura desde mi espalda. Ese perfume caro y francés...


[Narra Narrador]
(Momentos antes en la mansión de Niklaus Mikaelson)
-Debe estar feliz porque recuperó los ataúdes, señor

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[Narra Narrador]

(Momentos antes en la mansión de Niklaus Mikaelson)

-Debe estar feliz porque recuperó los ataúdes, señor.- dijo un hírbido rubio mirando al original.

-Si, me alegra que hayan reconsiderado todo lo que Stefan hi...- la caída del cuerpo del híbrido lo dejó sin palabras. -Elijah...- tragó duro con miedo en su rostro.

-Hola hermano.- dijo mientras se limpiaba la sangre de su mano con su pañuelo.

-¿Có... cómo?- dijo el rubio Mikaelson nervioso.

El trajeado solo se aclaró la garganta para dirigirse y darle un puñetazo a su hermano en su mejilla, golpe el cual hizo que el híbrido original chocara contra una mesa de madera, haciendo que esta se quebrase. El mayor tomó de la camisa al rubio y le dio otro golpe.

-¡La torturaste!- dijo claramente molesto ante la actitud de su hermano. Se acercó Klaus y este retrocede un poco.

-¿Y qué piensas hacer? ¡No me puedes matar!- le gritó el menor.

El pelinegro se enfureció más y le dio otro puñetazo mandándolo al suelo. -Eso ya lo veremos.- susurró con odio.

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