Extra

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Neytiri siempre había pensado que su vida iba a ser normal, dentro del estándar de su tribu.
Pero con la muerte de su hermana mayor, Sylwanin, supo que ella no era normal y que su vida tampoco lo sería.
Y así fue, ese acontecimiento solo fue el inicio. El parteaguas que desencadenaría infortunios, uno tras otro desde la llegada de los humanos a su planeta.

Pero no todo fue tan malo.
Y quizá tendría que agradecerle a Anaïka que la salvará de la experiencia de enterrar a un hijo. No podría sobrevivir a ello
El simple pensamiento de que aquello hubiese pasado la destrozaba, no podría soportar ver morir a alguien más de su familia o tribu y no poder hacer nada

Y quizá el odio que le tenía a los humanos jamás se iría. Pero le gustase o no, la llegada de aquellos seres le trajo a su compañero.

Eywa le quitaba y le daba.

En un perfecto equilibrio.

Era un sentimiento agridulce, claro que eso no quitaba que mataría a un humano sin dudarlo ni titubear pero aceptaba que le habían traído penas y alegrías.

Por eso, ahora que se despertaba a lado de su amado Jake en el campamento Omaticaya le inundaba una profunda tristeza recordar que sólo le quedaba su querido amante y su decendencia, y la guerra le había quitado a todos sus familiares y múltiples miembros de su tribu para después sentir la dicha de tener su propia familia. Incluso si no estaban con ella.







Neteyam




Desde que tengo memoria siempre he sido sentimental, pero fuerte en apariencia, y aunque en la mayoría de veces funcionaba para tranquilizar a los demás cuando las preguntas sobre mi estado de ánimo empezaban, con Anaïka no podía fingir ese temple. Ella se daba cuenta del temblor en mi voz, dedos y labios incluso antes de que yo mismo me diese cuenta.

Por eso cuando mis sobrinos me preguntan dónde está la dueña del arco que tengo sobre el soporte exhibido y puesto en mi marui solo me sale una sonrisa triste, no puedo evitar suspirar de nostalgia, sabiendo que no tengo ni una pizca de fuerza para contar aquella dolorosa historia que me he guardado para mí mismo.
Y aunque agradezco que mis hermanos no hayan abierto la boca con los pequeños y les cuenten todo lo sucedido, llegará el momento en el que tendré que sentarme a hablar con ellos y abrir la herida nuevamente. Sé perfectamente que no puedo evadirlo toda la vida.

No ha sido más fácil conforme los años, ya a mis 40 estoy bastante familiarizado con el dolor de abrir mis ojos con lagrimas y el corazón en la garganta cuando revivo en mi subconsciente la escena de Anaïka abajo de mi, haciéndola mía y poseyéndola con amor y pasión para después cambiar la escena al barco en llamas y la sangre de mi amada corriendo entre mis dedos hasta tocar mis pies.

Sensaciones que quedarán grabadas por siempre en mi ser.

El aire en el Arrecife se sentía gélido y viscoso, no se parecía nada a como lo sentía cuando vine acá con mi familia por primera vez, porque todo lo sentía como una mancha borrosa que opacaba la belleza que se suponía alguna vez me deslumbraba éste Arrecife con su brillo.

Así que empiezo mi día siempre visitando la Caleta de los Ancestros, incluso me acompaña el pequeño Sizwy, el hijo de mi hermano que desde que nació se ha vuelto muy cercano a mi.

Pero conforme pasaban los meses y los años fui entendiendo que pasar mi vida conectado al Árbol de las Almas era evadir la realidad y no querer enfrentarla; cruda pero al fin y al cabo la realidad, de vivir en un mundo en donde ya no está Anaïka. Y es que de solo pensar en el hecho de existir en un universo en donde ella ya no estaba conmigo era horrorosa.

Así que con mucho esfuerzo, paciencia y amor de mi familia y amigos que he hecho en el arrecife, fui sobrellevando mi duelo de mejor manera paso a paso.

𝙁𝙤𝙪𝙧𝙩𝙝 𝙊𝙛 𝙅𝙪𝙡𝙮 - Neteyam SullyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora