»13|Un Tiro, Dos Muertos«

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»A pesar de que durante su época como SEAL Jack creía que servía de forma justa al país, ese tiempo lo dejó con bastantes marcas que hasta el día de hoy permanecen de cierta forma.«

»Navy SEAL 2/2«

En las calles destrozadas de Afganistán se encontraban sobre un techo dos soldados con la insignia de los SEAL, ambos acostados boca abajo; uno, Jacob Johnstone, al lado de su más joven compañero francotirador, Frank Payne.

El joven de cabello negro respiraba con lentitud mientras un convoy aliado escoltado por un grupo de soldados avanzaba. Debía de proteger al convoy, sonaba simple, era simple, debería ser simple, pero el mundo nunca había sido simple; sintió su corazón acelerarse cuando de una de las casas que rodeaban la destrozada calle salió una mujer y por detrás de la misma un niño se asomaba por la puerta entreabierta, temeroso como si todo su mundo estuviese siendo invadido.

- Esperen, tengo a una mujer y a un niño a 180 metros,la mujer se dirige hacia el convoy. -

Dijo, su voz sonando calmada y monótona a pesar del estado alerta en el que se encontraba, quería creer que no pasaría nada, pero solo le quedó tragar saliva mientras su mirada se enfocaba en las manos de la mujer, algo parecía estar entre ellas.

- Sus brazos no se mueven, está cargando algo. -

El silencio volvió, prácticamente todo a su alrededor fue bloqueado por su cerebro, el cual se encontraba en un absoluto suspenso, como si de una película de terror se tratase, solo que aquí rogaba por no asesinar a una mujer en frente de su hijo. La realidad fue obvia, incluso Frank mismo sabía qué iba a ver y una vez la mujer mostró lo que sostenía algo dentro de él se apagó, quizás su moral, quizás su consciencia, tal vez la parte que no era un soldado para dejar el "deber" por sobre todo lo demás.

- Tiene una granada RKG Rusa. -

Obtuvo una respuesta desde la radio.

- ¿Dijiste una mujer? -

Sonó la voz de Micah Lee, un soldado con el que Frank se había familiarizado debido a que habían estado sirviendo en colaboración durante los últimos meses.

- ¿La tienes? Confirmame. -

Respondió Frank o lo que sea que estuviese en él cuando se tornaba en un soldado.

- Negativo; conoces las reglas, tú decides. -

En ese momento todo era como un eco para Frank, incluso mientras Jacob le decía algunas palabras, él no las podía escuchar, como una radio distorsionada o unas palabras lejanas. Su dedo se movió al gatillo lentamente, sus pulmones inhalando y exhalando, no fallaría, sabía que no lo haría, era un experto cuando se trataba de apuntar a un objetivo vivo; y en un punto solo era capaz de escuchar sus propios pulmones junto al latir de su corazón.

Inhala.

Exhala.

Inhala.

La mujer corrió con el explosivo entre sus manos.

Inhala.

Exhala.

Inhala.

Un disparo al pecho y el cuerpo de la mujer se desploma en el suelo.

Y exhaló. El niño desde la puerta se asomó en un grito al ver a su madre mujer. Frank retiró el casquillo manualmente y la siguiente bala entró en el arma.

- ¡Carajo! Eso fue fantástico. -

Murmuró Jacob a su lado, impresionado por la precisión del disparo.

El niño corrió hacia su madre. Se veía joven, de unos 12 o 13 años. El pequeño miró a los lados, como si buscara quién fue el responsable de arrebatarle a su ser querido, quizás el último.

- No la toques. -

Susurró el pelinegro para sí mismo mientras observaba cómo el pequeño rebuscaba entre el cuerpo de su madre hasta alcanzar la dichosa granada. Un gruñido amargo salió de entre los labios del SEAL.

- Te dije que no la tocaras, estúpido. -

Continuó su monologo, como si buscara de alguna forma evitar cometer algo que no quería hacer. Sabía que si disparaba ese tiro, el niño no sería el único que moriría.

Sus delgados brazos peleaban por sostener el pesado explosivo.

- Hijo de perra ¿Para qué la levantas? -

La voz del azabache sonaba quebradiza.

- Ya suéltala, idiota. -

Su dedo otra vez apretando con levedad el gatillo, listo para matar. Sus orbes oscuros mostraban una mirada iluminada por la preocupación, la tristeza y la culpa de algo que estaba a punto de hacer.

Con lagrimas en sus ojos, odio en su mirada y tierra en su rostro, el niño estaba dispuesto a volverse un asesino. Granada en mano corrió contra el convoy directamente. Una vez más Frank inhaló hasta llenar sus pulmones y... Disparó.

No escuchó lo que Jacob quiso decirle después, pero terminó en una palmada en su espalda que Payne rechazó con un "Quitame las manos de encima" en un tono serio. Su mirada, ya de por si oscura por su color, lucía aún más ensombrecida mientras miraba el cuerpo de un infante inerte en el suelo.

Había disparado un solo tiro, pero dos habían muerto.

»Jack's Facts«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora