Noche cuarenta y dos

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Ya llevaban un rato acurrucadas, y por la respiración calmada de Jennie, Lisa podía deducir que esta se encontraba plenamente dormida, cosa que ella por su parte no podía lograr. Creyó haber dormido unos minutos desde que había apagado su lámpara, pero un repentino insomnio la había atacado esa noche. Se sentía inquieta y desesperada por conseguir el sueño y la calma que la pelinegra a su lado disfrutaba. La ansiedad que recorría el cuerpo de la castaña empezó a causar que esta se removiera demasiado en la cama, despertando poco a poco a Jennie.

–Lili, qué pasa? ¿No puedes dormir?–preguntaba una somnolienta pero a la vez preocupada Jennie. Lisa no solía estresarse demasiado a pesar de las pesadas horas de estudio que le exigía su carrera, así que si había algo que le quitara el sueño que no estuviera relacionado a la escuela, debía ser importante, supuso la pelinegra.

–Lo siento, no quise molestarte Nini, vuelve a dormir, trataré de quedarme quieta– contestó Lisa en susurros para que Jennie volviera a dormir.

–Déjame ayudarte– dijo Jennie con voz ronca, aunque ya más despierta.

–¿Como?

Jennie no supo como responder con palabras, así que, aprovechando la oscuridad que las envolvía, y su mano colocada sobre el abdomen de Lisa, empezó a deslizar esta con rumbo a su pelvis de manera cautelosa.

En cuanto Lisa se dio cuenta a donde se dirigía, tomó su mano deteniéndola y volteó su rostro hacia Jennie tratando de enfocar sus ojos en la oscuridad buscando una explicación. Al notar que no había vacilación en la mirada de esos ojos gatunos, su agarré se volvió más débil.

Jennie lo entendió como una confirmación para seguir, y llevó por fin las yemas de sus dedos a la parte más sensible de Lisa, causando un corte en su respiración.

Empezó a dar lentas caricias circulares, mientras el calor invadía el cuerpo de la castaña y apretaba sus ojos tratando de controlar su respiración.

–Shh, relájate Lili, solo siénteme...– susurró Jennie a su lado, aprovechando la cercanía para regalarle un lento y húmedo beso bajo su oreja, introduciendo sus dedos debajo de las bragas para sentir por fin la calidez de su piel.

Lisa siguiendo su consejo comenzó a dar largas respiraciones, y apretaba con su mano el muslo de Jennie que estaba a su alcance, sintiendo como la humedad entre sus piernas aumentaba facilitando los movimientos entre sus pliegues.

Jennie la recorría lentamente, y cuando sintió sus piernas tensarse involuntariamente, aceleró un poco el movimiento para llevar a la preciosa castaña sobre el borde, y que esta por fin pudiera conciliar el sueño después de un silencioso orgasmo. Aunque Jennie ya no estaba tan segura de que su objetivo fuera puramente ayudarle a su doctora Lili a dormir.

–Agh N-Nini...– exhaló en un gemido Lisa, confirmando que había llegado.

Jennie sonrío ante el apodo tierno en un momento no tan tierno. Sacó su mano de las bragas de Lisa y besó su hombro para luego apretar más su cuerpo acurrucándose.

–Descansa Lili– dijo una muy sonriente pelinegra.

-Buenas noches Nini- respondió una castaña sin aliento.

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