Noche setenta y dos

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Emocionada pero confundida, así se encontraba Lisa... y excitada, muy excitada.

Mientras una semi desnuda Jennie se encontraba acomodada entre sus piernas besando su abdomen.

Los besos habían escalado y ellas habían descendido hasta terminar acostadas en la cama, con solo ropa interior, compartiendo caricias cada vez menos tímidas.

Jennie se levantó un poco para desabrochar su sostén y liberar sus pechos, causando un corte en la ya agitada respiración de la castaña. Con una sonrisa coqueta en sus labios, la pelinegra tomó del borde sus bragas liberando su anatomía de la última prenda que la acompañaba, para luego hacer lo mismo con las de Lisa, quien ya se encontraba sin sostén desde hace un rato.

En el trayecto para acomodarse entre las largas piernas, Jennie besaba los tobillos, pantorrillas y rodillas hasta llegar a los muslos de Lisa, regalándole pequeñas mordidas para relajarla. Cuando cumplió su objetivo, sus besos pasaron hacia la pelvis bajando de poco a donde Lisa más la necesitaba.

Jennie tenía tanto tiempo deseando ese momento que se prometió disfrutar hasta la última gota que Lisa quisiera regalarle mientras la llevaba al orgasmo.

Su lengua recorrió entre los pliegues a un ritmo lento, cuando sintió la humedad aumentar tanteó la entrada con un dedo, siendo recibido con gusto permitiendo agregar otro dígito.

Lisa respiraba de manera pesada tratando de no gemir, apenada de los sonidos que querían escapar de su boca.

–Déjame escucharte preciosa, quiero que lo disfrutes Lili, y yo disfrutaré escuchar como gimes mi nombre.

Jennie empezó a penetrar de manera lenta pero firme al mismo tiempo que capturó el clitoris entre sus labios, causando que Lisa se arqueara y no pudiera evitar casi gritar de placer.

Sentir como Jennie la embestía mientras chupaba su zona más sensible la estaba llevando a la locura, gemía sin parar el nombre de la pelinegra, y agradecía en parte que fuera su última noche en el edificio, pues de seguro el resto de sus vecinos eran capaces de escucharla.

–Jennie, v-voy a... agh!

La pelinegra sintió sus dedos ser apretados por el interior de Lisa y acomodó con su mano libre una de sus piernas sobre su hombro para que la penetracion fuera más profunda alargando su orgasmo.

Mientras Lisa trataba de recuperar su respiración, Jennie se mantenía saboreando sus pliegues sin querer separarse de ahí, hasta que la castaña levantó con una mano su rostro, alejándola lentamente de su vagina para atraerla hacia su pecho y abrazarla.

–Voy a extrañarte Lili.

–Aún tenemos unas horas, Nini.

–Entonces te besaré hasta que te quedes dormida.

–En caso de que me quede dormida, te deseo buenas noches Nini.

–Descansa Lili.

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