Noche setenta

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Leyendo un libro de bacteriología, desvío un poco su vista hacia el reloj en su escritorio notando que era más de la media noche. Sin poder evitarlo pensó en que esa sería una de las noches en que Jennie no cruzaría su ventana, resopló un poco desanimada y se dió por vencida cerrando su libro. La concentración ya no le haría compañía así que lo mejor era irse a dormir.

Apagó su lámpara y se envolvió en sus colchas; sin haber pasado cinco minutos, escuchó su ventana ser abierta, se sentó en su cama poniéndose alerta, pero al ver una conocida cabellera pelinegra se calmó de inmediato.

Jennie se mantuvo parada en medio de la habitación observando a Lisa aún sentada en el medio de la cama.

–Hola N-...

–Escucha Lisa– interrumpió Jennie –Y-yo... esto... yo ya no puedo...

–Así que te enteraste– fue el turno de Lisa para interrumpirla.

Aún en la oscuridad de la habitación, Jennie podía notar el desánimo de la castaña sin saber la razón, así que se mantuvo en silencio esperando una respuesta.

–S-supongo que debí decirte pero no sabía realmente como...– continuó Lisa – apliqué para el intercambio hace más de tres meses, creí que ya no me hablarían pero hace una semana me contactaron para decirme que fui aprobada para irme a Londres.

–Oh...– fue todo lo que Jennie pudo decir.

La pelinegra había llegado a la habitación de su vecina con la intención de cortar contacto porque era lo mejor para la futura doctora. Nunca creyó que el destino pondría la distancia entre ellas. Tal vez así deben ser las cosas se dijo a si misma.

–Lo siento por no decirte antes Jennie.

Lisa sonaba culpable y eso causó una culpa mayor en la pelinegra.

–No hay problema Lili... ¿Cuándo tienes que irte?

–En tres días.

Dos noches más. Dos noches más y probablemente nunca volvería a verla. Eso era lo que retumbaba en la cabeza de Jennie. Suspiró profundamente para después deshacerse de sus pantalones y levantar la colcha de su vecina.

Lisa hizo lo respectivo y le dió un poco de espacio a la pelinegra para que se acomodara a su lado en la cama.

Jennie rodeo con brazos y piernas el torso contrario para luego ser abrazada por la que se había vuelto su persona favorita.

–Descansa doctora Lisa.

–Buenas noches Jennie.

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