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•Capítulo 26 "Inicio del juego"•Parte II

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•Capítulo 26 "Inicio del juego"•
Parte II.

Siempre odié tener ese libro en mi biblioteca, por alguna razón siempre pensé que se vería polvoriento, abandonado, e incluso llegué a negarme a mi mismo su posición e hice creer que estaba junto al de ella, con la misma importancia, pero no, no era más que una copia vacía. El verdadero recuerdo se encontraba en uno de los pasillos protegido mediante un cristal que, filoso, al tocarlo te herías por lo que nadie podría atreverse a sacarlo de allí, en un pedestal. Antes de poder tocarlo Sully me miró, odiando ese libro como el que más.

Aquella biblioteca era mía sin embargo no estaba autorizado para tomar muchos de los libros que Sully, que el pequeño Emil guardaban por mí. Por desgracia yo podía tomar el sello a pesar de clavarme mil cristales en las manos, adolorido solo yo podía abrir el libro.

Estoy siendo muy técnico, esto es solo mi mundo interior.

Bajo la atenta mirada de mi doble identidad comenzaba a leer, no más de una vez a la semana o cuando ocurrían ciertas cosas lo que había dentro.

Despreocupado por la situación en mi vida a pesar de un gran cambio como era el no vivir solo más, hacía mi vida como era costumbre y la costumbre a veces era salir muy tarde del trabajo con una bolsa de la compra que llevaba conmigo desde el descanso de la tarde. Por las noches siempre hay un silencio muy relajante, obra de algo tan maldito pero soy de las pocas personas que pueden caminar sin miedo, todos me conocen y no me dañarían.

Miraba los apuntes de aquél día, no era más que una pequeña hoja de papel con escritos a montón. En el punto de recogida de basura que debía haber cada pocos metros en las calles, entre los cubos de basura algo se removió con golpes que pude escuchar, en un inicio lo ignoré pensando que se trataban de los gatos callejeros pero en segundos después escuché un quejido.

La mayoría de los indigentes no sobrevivían a las noches, sus órganos eran arrebatados o su vida en totalidad, no quiero saber con que finalidad. Pensé que sería uno de ellos pero no, era un borracho que se removía entre la basura con la que se había tropezado.

—¿Se encuentra bien?

Me acerqué con intenciones de ayudarle pero detuve mis pasos al ver su piel quemada y esa sonrisa tormentosa que estaba persiguiendo en mis días de trabajo como aquel. Di un paso hacia atrás, sus ojos estaban rojos y su ropa estaba sucia a más no poder, su suéter era amarillento y tenía los pantalones rotos, casi se le caían porque ya no eran de su talla.

Bajó la mirada avergonzado y removió su mano en el bolsillo. Antes de que pudiera hacerme nada dejé caer la bolsa de la basura y lo tomé de sus mejillas con una fuerte presión, solo estaba llevándola hacia la pared contra la que le estrellé.

—¿Qué haces? Esa es mi cabeza.—Farfulló molesto.

—Jeff, las manos donde pueda verlas.

Suspiró y sacó las manos de sus bolsillos dejando caer un cuchillo oxidado y sucio, reseco de los fluidos de otras personas. Solo reaccioné empujando el arma lejos con mi pie. Estaba viviendo en las calles como si no tuviera otro lugar, cosa que me extrañó bastante puesto que tenía constancia del refugio del bosque.

—¿Qué es este aspecto? Estás horrible.

—Me echaron, ya hace unos semanas creo...—Se esforzaba por pensar.—No sé...los odio a todos.

Alzó su brazo dando un puñetazo al aire y retorciéndose entre mis manos que lo sujetaban, mi hermano, mi pequeño hermano que había perdido los estribos estaba en un estado deplorable, en sus zarandeos el suéter se levantaba y en su piel se asomaba la sombra de las costillas y las caderas, bastante más delgado que la última vez que lo vi.

—¡Los odio, voy a ir a matarlos ahora mismo!

Me empujó, aquella noche tuve que usar la fuerza y lo tomé desde su cintura con ambos brazos para detenerlo, rodeándole e impidiéndole avanzar, se estaba poniendo agresivo en cuestión de segundos gracias al alcohol. Siempre fue más bajo que yo a pesar de considerarnos bastante altos casi en el metro ochenta, lo único en lo que me ganaba era el brillo de los ojos, por lo que podía manejarlo a mi gusto.

—¡Jeff, tranquilo! No vas a matar a nadie.

Su codo aterrizó en mi nariz tirando mi cabeza hacia atrás, podía sentir como me ardía y la sangre no tardó en bajar. Quería contenerme, sentía gran lástima por su estado, no era común verlo tan mal puesto que se alimentaba de lo que encontraba en la casa de sus víctimas, la ropa era robada de estas, se servía de las tiendas y de la Creepyhouse.

Mi preocupación acabó en los topes cuando se desmayó entre mis brazos.

Por alguna razón todos acababan de la misma forma conmigo, quería pensar que yo era su salvación y que podía ayudarlos a todos. Poco tiempo después me di cuenta de que él solo había estado sufriendo de anemia al estar algo desnutrido y que se emborrachaba unas dos veces por semana, cuando empezó a vivir en mi casa se recuperó, pero me daba miedo dejarlo de nuevo tirado y algún día recibir la noticia de que lo último que quedaba de mi familia había sido hallado sin vida.

Desde entonces ese temor vivió conmigo por lo que el libro es tan doloroso pero a la vez está tan bien protegido.

Jeff era lo poco que tenía y dediqué toda una vida a cuidarlo de no ser detenido y condenado a muerte, porque sabía que era lo que planeaban para él cuando lo atraparan: La silla eléctrica. Entre el odio y el miedo por lo que hizo, sabiendo lo peligroso que era, y el cariño profundizado, lo dejé entrar en mi hogar siempre que quisiera.

Pero claro mi sentimientos mezclados por él no me dejaron pensar con claridad, y actualmente tampoco puedo darle una respuesta a la pregunta...

...¿Hice lo correcto?

•La pregunta de Liu también se puede responder

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•La pregunta de Liu también se puede responder. No hay respuesta correcta ya que depende mucho de la forma de pensar y la moral de cada uno.

Milky-

Threesome | CreepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora