Capítulo 2

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Regreso a casa sola ya que Dan no pudo venir porque Renata le hablo para que la acompañe a no sé dónde. Las sirvientas pasan más tiempo que los que deberíamos vivir aquí, por eso no entiendo porque tenemos tantas personas trabajando en la casa, si todas las cosas que mi madre compra lo hacen casi por si solos, son de última tecnología, las podemos manipular con algunas apps.

-Buen día señorita - me saluda la sirvienta que no sé cómo se llama a pesar de que tiene años trabajando con nosotros, va a tras de mí, prácticamente corriendo por las escaleras hasta llegar a mi cuarto, en ningún momento me detengo a pesar de que tiene unos cincuenta años - ¿Cómo estuvo su día?

-Prepárame una ensalada frutal -le ordeno.

-Enseg... - cierro la puerta de mi cuarto.

Cuelgo la mochila en el gancho de mi armario que está cerca de la puerta y del espejo de cuerpo completo. Camino hasta llegar a mi cama mientras me quito el suéter y los zapatos, me tumbo con los brazos a los lados, suelo observar por la ventana desde allí al árbol frondoso, le da buena sombra al interior. Pienso un rato en cambiar el color de las paredes de uno color beige a blanco en lo que me traen lo que ordene.

Al terminar de comer, empiezo a hacer mis tareas de la carrera que estoy por terminar, Administración de empresas hoteleras. Mi madre en un inicio se opuso a que me metiera en esa rama hasta que le explique que es muy lucrativo.

Ella, siempre prefirió criar una niña, deseó que fuera modelo, o en el peor de los casos, actriz. Lo que en realidad quería era publicidad gratis, maneja una empresa de cosméticos, los pensaba promocionar con la fama que yo consiguiera haciendo menciones cada que saliera en algún evento. Pero yo no sigo sus planes desde hace tiempo, ahora todo es por y para mí.

Nunca me cuidó, aunque estuviera en casa, no tengo porque hacerle caso, siempre fueron las niñeras. Las cambiaba a cada rato para que no me encariñara y me fuera a vivir a sus casas y no tener que darle la herencia a una sirvienta.

Sus miedos son irracionales, no entiendo quien preferiría irse a vivir a una casa de metros cuadrados solo porque la cuidó, si ese era su trabajo, no es amor. Es negocio.

Me doy un descanso cuando comienza a dolerme el cuello, empiezo a recordar lo que pasó en el estacionamiento, no me imagino pasando tiempo con él flacucho, el arrepentimiento me invade hasta molestarme, lo pienso más y se incrementa mi pesar hasta que me doy consuelo con la última parte, no dijo que si y no le di mi dirección.

Paso el resto de la tarde haciendo lo mismo porque los maestros no saben explicar y los tutores que me contrataron los desesperaba adrede para que dejaran de llegar solo para molestar a mi madre, fue difícil, la paga que les daba era alta y se aferraron a ella con uñas y dientes.

Tocan a mi puerta desconcentrándome, me extraña que lo hagan, usualmente nunca me hablan a menos que sea una emergencia o que una amiga de mi madre nos visita y tengo que estar presente para aparentar una buena relación.

La sirvienta que me trajo la ensalada, se asoma

-Señorita la buscan abajo -su voz sumisa me hizo perderle el respeto desde hace tiempo.

No respondo, ellas ya saben que no lo hago, así que cierra la puerta bajando la cabeza antes.

No es Dan, él ya no necesita ser anunciado así que me da curiosidad saber quién es, a pesar de que conozco mucha gente en la escuela nadie llega sin previo aviso. Me tomo mi tiempo para arreglarme un poco y salir con calma.

Al girar las escaleras a los sillones, mi estomago se revuelve, es el perdedor, está sentado, enmarcando su gran joroba sosteniendo su mochila con las manos para mantenerla parada.

Perdiendo el cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora