Capítulo 3: La nueva sensación de Mantle

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El sol brillaba en la ciudad de Mantle, dónde el ambiente pesado era el pan de cada día. Allí, los ciudadanos menos pudientes vivían bajo la sombra de Atlas, que contaba con la mayoría de recursos.

Sin embargo, la ciudad tenía sus defensores. Caminando por las calles, avanzaba una mujer rubia de pelo largo, recogido en un moño. Su complexión era robusta, dejando claro que era capaz de grandes proezas físicas. Llevaba un atuendo verde oliva con un chaleco azul y su característica bufanda verde, en la cuál llevaba un pin.

Ese era el pin de las Happy Huntresses, un grupo de cazadoras de alto nivel que habían rechazado al ejército de Atlas para proteger Mantle. Y ella no era otra que su líder.

Robyn Hill avanzaba con paso ligero y cierto deje de furia. No quería tener que hacer la visita, pero no sabían a quién más acudir. Hacía dos meses que un nuevo cazador había aparecido en la ciudad, y su nombre no tardó en hacerse conocido en los bajos fondos.

Se llamaba a sí mismo detective, pero era capaz de cualquier cosa con tal de que pagasen, siguiendo siempre un código moral maleable. Esas características no le gustaban nada a Robyn, que ya había discutido con el hombre varias veces desde la primera vez que se vieron.

Ingresó a un edificio en mal estado, subiendo a la segunda planta. Allí, una de las puertas tenía un cartel que se había inclinado, pero no sé paró a leerlo. Al fin y al cabo, conocía al dueño.

Robyn abrió la puerta con fuerza, dejando claro su enfado. – ¡Constantine! Tenemos que habla- ¡Aaaah!

Algo saltó a su rostro, arañandole la cara antes de dejarla en paz.

– ¡La puerta! ¡Cierra la puta puerta! – gritó una voz de hombre.

Robyn, nerviosa por el ataque, la cerró de golpe, intentando ver a su agresor. Lo que no se esperaba, era a una gallina dando saltos por la oficina.

– ¿Qué demonios?

Detrás de la gallina, había un hombre que vestía unos pantalones marrones y camisa blanca, arremangada. Tenía una corbata roja mal puesta, y una gabardina marrón colgada en el perchero.

– Ven bonita, ven con Johnny. – el hombre chasqueó el dedo varias veces, fue ahí cuándo Robyn se percató de que también había una señora de unos cuarenta años en la habitación, vistiendo la ropa típica de Mantle. – Señora Cota, de la vuelta y atraigala hacia mí, cómo se me escape estamos jodidos.

Robyn intentó salir del shock. – ¿¡Qué coño haces Constantine!?

– Hola encanto, un placer verte, cómo siempre. – Constantine se lanzó de frente, atrapando la gallina al vuelo. El hombre se levantó triunfante. – ¡Ajá! ¡Te pillé cabrona emplumada!

La mujer madura se acercó a Constantine. – Entonces, ¿esto ayudará a mi hijo a encontrar pareja?

– Sí, lo que debe hacer es alimentar a su hijo con huevos de esta gallina cada tres días durante dos semanas. Estos bichos comen de todo, así que no se preocupe por darle comida especial.

– ¿Y después de las dos semanas?

– Eso ya es cosa suya. Quédesela, véndala, o también puede comérsela. – la gallina hizo un ruido de pánico al escuchar eso. – Pero intente no estresarla o no pondrá huevos.

La mujer cogió a la gallina de las manos del detective, tenía un gesto agradecido. – Muchas gracias señor Constantine.

– No sé preocupe. Y recuerde, si no funciona le devuelvo el dinero, y recomiende mis servicios. – cuándo la mujer dejó la oficina, Constantine resopló, sentándose en su silla con los pies en la mesa. Miró a Robyn sonriendo – Bueno preciosa, ¿qué te trae por aquí?

Hellblazer: Grimm ExorcistDonde viven las historias. Descúbrelo ahora