Capítulo 14: Cena con el diablo

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En la ciudad de Mistral, se podía respirar un ambiente desesperanzador que se había propagado rápidamente entre la población. Los cazadores, antes por todos lados listos para ayudar, ahora brillaban por su ausencia. En esa situación extrema, el director Lionheart se había recluido en la ahora cerrada academia de Haven, como si estuviese esperando a que las cosas se solucionasen solas.

Pero en ese agujero de tristeza, había una figura surgiendo con fuerza. La gente susurraba su nombre, comentaban las proezas que había realizado, el como se ocupaba de cada caso con la misma intensidad.

John Constantine, el detective privado más famoso de MIstral, y posiblemente el único ya que no se había encontrado competencia, estaba en su escritorio fumando e investigando unas cartas escritas a mano. Dos amigas sospechaban que su novio era la misma persona con un semblance para cambiar ligeramente la cara. Como siempre trataba todos los casos con la misma seriedad, les pidió todo lo que les hubiese dado para intentar seguirle la pista. Por suerte para él y para desgracia del amante, las cartas que les había enviado habían sido escritas por la misma persona.

Iba a comunicarse con las clientas cuando escuchó a alguien estrellándose contra la puerta.

– ¡Pero será hijo de puta! ¡Coño! – se escuchó una voz de mujer desde fuera.

– Está abierto encanto. – dijo Constantine guardando las cartas.

Raven entró maldiciendo y frotándose la nariz. – ¿Porqué coño he aparecido fuera? Juraría que había abierto un portal detrás de ti.

– Hechizo protector, amor. Desde que sé que Hazel anda cerca quería protegerme de amenazas mágicas. Y eso incluye tus portales de sangre.

– Aw... El pequeño mago me considera una amenaza. Adorable.

– Las reglas de la magia, solo yo puedo hacer hechizos aquí. – Constantine se levantó, agarrando un bastón que tenía cerca del sillón. Era un bastón de madera robusta con el cabezal dorado y un diamante apuntando al frente. – ¿Quieres algo?

Raven se le quedó mirando un buen rato. Tras eso, estalló en carcajadas. – Iba a decirte de tomar vino caro que había saqueado, pero no quiero que me vean con un anciano.

– Ja, ja, ja. Muy graciosa pajarraca, pero te recuerdo que esto. – Constantine señaló el bastón. – Es culpa tuya.

– ¿Mía? ¿Cómo va a ser mi culpa que necesites un bastón para mover tu culo?

– ¡Porque casi me rompes la cadera! – Constantine se trasladó a la noche que había compartido con Raven hacía una escasa semana. Pocas veces había sufrido tanto daño. – ¡No te vas a morir por ser un poco delicada!

Raven se encogió de hombros, mostrando una sonrisa con dientes. – No es mi culpa que no puedas seguir mi ritmo. Además, si le preguntas a Tai te dirá que nadie se compara conmigo.

Constantine tuvo que morderse la lengua para no mencionar a Summer, la madre de Ruby y segunda esposa de Tai. Sí quería a Raven en su equipo, mencionar a Summer era un gran no.

– En fin, que te trae por aquí mi querida bandida. Porque estoy seguro de que no me querías sólo para beber.

– Pobre, seguro que no estás acostumbrado a que la gente salga contigo por la compañía. – Raven le arrebató el cigarrillo de los labios, apurándolo para desecharlo. – Y haces bien. Quería avisarte de una cosa, por cortesía más que nada.

– ¿Tú siendo cortés? ¿Es el fin del mundo y no me han avisado?

Raven le dio una patada al bastón, haciendo que se escapase del agarre de Constantine y cayese de bruces contra el suelo.

Hellblazer: Grimm ExorcistDonde viven las historias. Descúbrelo ahora