Capítulo 5: Viejos zorros

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Beacon, la llamada mejor escuela de cazadores del mundo. Contaba con profesores muy poderosos, y alumnos con gran potencial. Su director, Ozpin, tenía una fama mundial; considerado uno de los mejores y más inteligentes cazadores, Ozpin había dedicado su vida a la enseñanza.


Lo que la gente común no sabía, es que también era el líder de un grupo secreto que protegía a Remnant en las sombras, un grupo cuya existencia no podía conocer la luz del día a riesgo de esparcir el caos entre la población.


Delante suya, había un hombre de cuarenta años, con una barba mal recortada y una gabardina que podría mantenerse de pie ella sola. Ese hombre, que a todas luces parecía un estafador, consiguió lo que pocos habían logrado.


Sorprender a Ozpin.


– ¿Quién es usted? – preguntó Ozpin serio, no descartaba que fuese un enemigo.


– Lo pone en la tarjeta, amigo. 


– John Constantine, detective. Ese no es un nombre común, y desde luego un simple detective no debería saber lo que usted creer saber.


– Oh, ¿vamos a hacerlo por suposiciones? Muy bien amigo, que así sea. – Constantine le dio una calada a su cigarro, expulsando el humo mientras cruzaba la pierna en su asiento. – Vamos a suponer que soy un poco más que un detective privado. Supongamos que he metido la nariz en los lugares adecuados y he aprendido algunos nombres.


– Muy bien, supongamos que eso es cierto. Si dice que es más que un detective, ¿que es exactamente?


– Está todo en la tarjeta. Mire bien director.


Ozpin volvió a mirar la tarjeta. El nombre permanecía igual, pero ahora había más cosas junto al título de detective.


– Exorcista y demoniologo... – dijo Ozpin meditativo.


– También echo las cartas, aunque no tengo la baraja completa. ¿Sabes si hay alguna tienda de ocultismo por aquí?


– Constantine, estas son creencias de la antigüedad. Todos sabemos que esos demonios son los Grimm.


– Oh vamos Ozpin. Pensaba que éramos amigos, no hay necesidad de mentirme así. Lo de la silla, la puerta que se ha cerrado sola.


– Mecanismos. No seremos como su hogar, Atlas, pero tenemos nuestra tecnología.


Constantine arqueó la ceja. Fue entonces que se percató del scroll que Ozpin había estado ocultando. Acababa de buscar su identidad.


Eso le sacó una sonrisa al mago. – Eres bueno, Ozpin, eres bueno. Te propongo un juego.


Ozpin se inclinó sobre la mesa. – Estoy deseando escuchar su propuesta.


Constantine puso una carta del tarot sobre la mesa. La Justicia.


Hellblazer: Grimm ExorcistDonde viven las historias. Descúbrelo ahora