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—¿Quieres ir a otro lugar?

Esa pregunta solo podía significar una cosa: su comportamiento de hombre seguro de sí mismo macho alfa de espalda peluda le gustaba. Patricio agradeció mentalmente a ese gurú de TikTok que aseguró que las mujeres —especialmente las exitosas— se sentían atraídas por los machos que, en resumidas cuentas, tenían un comportamiento estilo cavernícola. ¡Y gracias a Dios! Llevaba muchos meses y citas en Tinder sufriendo el desencanto del desprecio o la indiferencia.

—¿Cómo a qué otro lugar? —preguntó sujestivamente.

—Como a... —Natalia se quedó en blanco. Marcelo y compañía se habían ido en su carro unos minutos antes, y por haber tenido que esconderse no alcanzó a ver hacia dónde. Tal vez tratar de seguirlos era una idea estúpida después de todo. ¿Cómo encontraría su rastro? 

Recordó algo que había visto muchas veces en las películas y aunque no lo había intentado jamás ni sabía muy bien cómo hacerlo, pensó que era mejor tratar que quedarse con la duda. 

Caminó hacia la carretera y se agachó, teniendo cuidado de no mostrarle los calzones a todo el mundo, claro; y puso su oreja sobre el pavimento. ¿Qué tenía que escuchar? A lo mejor era un mito del cine porque lo único que escuchó fue el grito de ¡Cuidado! que pegó Patricio y el pito de un carro que frenó demasiado cerca de ella.

—¡¿Qué te pasa?! —chilló Patricio mientras la levantaba del suelo y le pedía disculpas al tipo del carro. 

—¡Controle a la vieja loca o llamo al manicomio! —le gritó el conductor a Patricio mientras seguía su camino.

—Lo siento, lo siento, es que... me tropecé y me caí.

—Pues no había visto a nadie que se cayera con tanta elegancia, es que hasta te arreglaste la falda y el cabello antes de poner tu cabeza sobre el pavimento. 

—Ah, este... tengo reflejos muy rápidos. ¡Como Hulk!

—Será Flash...

—¿Flash no es el que se estira?

—Ese es Mr. Fantástico.

—¿Y quién es Hulk entonces?

Patricio se dio cuenta de que discutían sobre súper héroes a media calle y aunque le encantaba hablar del tema, prefirió preocuparse más por no morir atropellado. La tomó del brazo y la llevó al andén, donde un par de personas curiosas cuchicheaban y se reían mirándolos.

Natalia se hubiera sentido ofendida en otro momento, pero solo podía sentirse avergonzada. ¡Qué excusa tan floja se había inventado! ¿Una caída? Eso no lo creería nadie. Pero ¿qué más iba a decir? ¿Qué pretendía seguir a su ex como los indios apaches? 

Se sintió estúpida. Pero no era su culpa, la culpa era de su estúpido y sensual ex por andar en citas con otras en el mismo restaurante en el que ella estaba. También podía culpar un poquito al Martini. No era excelente bebedora y claro, el licor le nubla la mente a cualquiera. 

—Será mejor que te lleve a tu casa —afirmó Patricio con resignación.

—¡No! En serio, quiero llevarte a otro lugar.

—No creo que sea muy buena idea.

—¡Claro que sí! No me digas que no te estás divirtiendo en esta cita, ¡yo la estoy pasando genial! ¡Además, yo pago! —gracias al cielo no le crecía la nariz como a Pinocho.

Patricio no podía creerle del todo, pero como en ningún momento de la velada ella dio muestras de estar aburrida, concordó. Y ella pagaba. Entonces le dio la mano y caminaron hasta el parqueadero del restaurante, donde Natalia volvió a ver el Twingo modelo mil ochocientos algo en el que la había recogido. Arrugó sutilmente la nariz recordando la decepción que sintió cuando él llegó a recogerla en ese carro y no en la hermosa y reluciente camioneta que aparecía en las fotos de su Tinder.

A un Martini del desastre - ONCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora