9:15 am

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Los ojos de Natalia se abrieron con dificultad. Su cerebro no funcionaba igual que siempre y su cuerpo sentía como si hubiera corrido la media maratón de Cali.

¿Qué había hecho la noche anterior?

A su mente llegaron borrosas escenas de la discoteca, la cena con Patricio...

Patricio.

Recordó sus labios recorriendo sus muslos y sus manos sobre sus senos y abrió los ojos de par en par. Ay no... ¡¿Se había acostado con Patricio?! Giró su cabeza para confirmar que el susodicho se encontraba al lado suyo, pero estaba sola en la cama. ¿Lo había soñado?

El látigo a los pies de la cama le confirmó que no. Poco a poco empezó a recordar que había sido ella la que había tomado la iniciativa sexual, y que de hecho él había puesto algo de resistencia.

Pero ella realmente no se quería acostar con él. ¡Malditos Martinis! Ahora tenía que darle la cara, disculparse y rogar por que él fuera de esos hombres que desaparecen después de un polvo...

¡Pero qué polvo! Empezó a recordar con más detalle las horas previas y una sonrisa se fue dibujando en su cara. Patricio estaba mejor de lo que ella pensaba y su desempeño no tenía nada que mejorar. Había sido la combinación perfecta entre delicadeza y agresividad, se había preocupado por ella —tanto que tuvo cuatro orgasmos seguidos, como hace mucho no lo hacía— y había accedido a todo lo que ella pedía. 

¿Pero por qué se había ido? Se levantó pensando en que de pronto él se hubiera pasado al sofá, a lo mejor ella había roncado y no lo había dejado dormir. Pero en cuanto llegó a la sala y la vio vacía, se sorprendió. 

Fue a la cocina y buscó algo de comer en la nevera, su estómago se lo estaba reclamando. Mientras desayunaba un pan tostado y una cantidad industrial de jugo de naranja, revisó su teléfono a ver si tenía algún mensaje de Patricio que explicara su partida. Pero no tenía nada. Dudó si escribirle o esperar a que él la contactara. De todas formas la mañana no había avanzado mucho y tal vez él se encontraba descansando de la faena en su casa. 

Uff, la faena. Ni siquiera con Marcelo o sus cachos recordó una noche igual... 

Y ahora recordó a Marcelo. ¿Qué había pasado con él la noche anterior? Tenía vagos recuerdos de ellos bailando, hablando —aunque no recordaba sobre qué—, y ella subida en una tarima...

¡No era posible! ¿Le había mostrado sus senos a todo el mundo?

Odiaba no recordar claramente todas las locuras que seguro había hecho, pero solo tenía un testigo que tal vez recordaba más que ella. Entró al chat de whatsapp de Patricio pero justo en ese momento apareció su nombre en el teléfono. Se aclaró la garganta antes de contestar la llamada.

—Esperé a una hora prudente para no despertarte. ¿Funcionó?

Ella sonrió ante esa gentileza y de repente haberse acostado con él ya no parecía tanto un error.

—Sí, me desperté hace un rato. Por cierto, esperaba encontrarte a mi lado... ¿Qué pasó?

—Por eso precisamente llamo. Quería despedirme en persona... incluso que desayunáramos juntos pero recibí una llamada del guarda del parqueadero donde dejé mi carro, tenía cambio de turno y quería avisarme... creo que solo llamó por la propina. Pero muy de malas porque yo solo tenía la plata para llegar hasta allá —rio un poco.

Natalia rio con él. Ya su pobreza le daba incluso un poco de ternura. Lo que hace una buena noche de sexo...

—Sobre anoche... —Ella trajo el tema a la conversación, aunque no encontraba las palabras adecuadas para disculparse por lo malo de la noche y agradecerle lo bueno del amanecer.

A un Martini del desastre - ONCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora