Darkside Appearances

Capítulo tres

EL JUEGO DE LOS NOMBRES

Recobré la consciencia en medio de un sueño. Hacía tiempo no tenía uno, y no cualquiera, sino uno tan extraño. En él llovía, pero las gotas no eran gotas, sino letras que formaban las palabras que las personas debían oír. Es por eso que iban sin paraguas, absorbiéndolas. Yo iba junto a mis amigas, caminamos hasta que la lluvia de letras pareció cesar. Nos dirigíamos a la academia, ellas me acompañaban a ensayar. Fue todo demasiado real hasta que recuperé la consciencia, "estoy en mi sueño de ensueño", pensé. Entonces todo se detuvo. El sueño se deterioró como fotos viejas olvidadas en el baúl del ático y las nubes me enviaron las últimas palabras antes que el cielo se quebrantara tal cual vidrio estrellado.

Bienvenida al lado oscuro.

Desperté antes de que la alarma se hiciera escuchar, sin embargo preferí quedarme acostada. Ya no tenía sueño, lo que significaba más tiempo para arreglarme antes de ir a clases. Aún faltaban varios meses para acabar el ciclo electivo. Yo lo ansiaba, sobretodo porque no tendría que soportar ni un día más a Wyder, mi mayor pesadilla, podría decirse. Por otra parte, era extraño, la mayor parte de mi vida quedaba en preparatoria. Todos esos extraños, hechos de papel, que no me conocían, se quedarían con trozos de mí.

Estiré brazos y piernas una vez más antes de salir de la cama, caminé descalza hasta el armario para tomar el uniforme y colocármelo.
Los días últimamente estaban siendo fríos y no estaba para nada dispuesta a oír las reprensiones de mi padre cuando estuviese enferma, como la noche anterior, por lo que decidí abrigarme bien esta vez.

Como todas las mañanas, ya no había nadie en casa. ¿Se sentía tan gigantesca y fría todo el tiempo? Por supuesto, yo no tenía siquiera los ánimos para darme cuenta de que de esa manera fue siempre, o al menos desde que mi madre decidió marcharse. Hace ocho años, a mis nueve años de edad.

Mi padre, Joseph, heredó la empresa de construcción del abuelo. Le robaba gran parte de su tiempo y vida personal por lo que apenas nos veíamos en las tardes, cuando él se ofrecía a llevarme a la tienda. La oportunidad perfecta para disculparse conmigo por no estar lo suficientemente presente como debería.

Paseé por el extenso pasillo, dejando atrás la sala y llegando al fin a la entrada. Como último acto antes de dejar la casa vacía, como lo estaba gran parte del día, me cuelgo la mochila a los hombros y tomo mis llaves antes de salir de casa. 

A la salida, la brisa mañanera de un otoño en plena despedida me azota contra el rostro. Aprieto los puños en mis bolsillos, aguantando un titiriteo de frío mientras paso tras paso me acerco a la parada del bus escolar. No queda demasiado lejos, pero sí lo suficiente para llegar como si hubiese pasado la noche entera en un  congelador en pleno invierno.

Es increíble pensar que tan sólo hace tres meses la temporada de verano estaba en su mejor momento, y también yo. Los días habían sido tan monótonos desde aquella época que apenas los sentí pasar. ¿No seguíamos allí? Cuando decidimos salir de vacaciones unos días por primera vez. Inhalé profundo.

—El clima de Londres es incluso peor hoy —se quejó.

—¿Qué esperabas? —siguió la otra—Si lo hubiese prevenido, habría traído a Áaron conmigo...

La rubia revoloteó los ojos, yo reí.

—¿Otra vez hablando de Snitch? qué, ¿no te enteraste? ¡Esto son vacaciones exclusivas de amigas!

—Ugh, pero yo-

—Calla —un almohadazo rebotó contra el rostro de la castaña y todo quedó en silencio unos segundos—¿Hanna...?