CAPÍTULO VII

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Dante negó rotundamente ante tan absurda petición

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Dante negó rotundamente ante tan absurda petición.

No creía lo que ese chico le acaba de pedir. ¿Dormir en un sillón?

Jamás, Dante Anson jamás dormiría en un sillón.

—No tengo diez habitaciones en esta casa, para terminar durmiendo en un sillón —Quería gritarle, pero el cansancio en su cuerpo y mente no se lo permitían.

Parpadeaba lentamente, luchando contra sus pesados párpados. Dominic lo miró y frunció el ceño hacia él.

—Te ves realmente agotado —Dante alzó las cejas ante la obvia observación del chico.

—Lo estoy —Respondió—. Solecito, tienes veintiséis años, solo cierra los ojos y se acabó —Dominic gesticuló un pequeño puchero.

—¿Has notado la carga tan pesada que tiene la casa? —Dijo mientras miraba todo su alrededor—. ¿No has pensado en traer un cura? —Dante suspiró harto y echó su cabeza hacia atrás, haciendo que esta topara con la columna en la que estaba recargado.

—No es como que los curas visiten las casas de los narcotraficantes —Contestó mientras miraba el techo—. Dominic, ya duérmete. ¿O quieres que duerma contigo? —Preguntó sarcásticamente mientras lo miraba a los ojos pese a la tenue luz.

La mirada de Dominic no marcaba rechazo a la pregunta. Debía estar loco. Pero al final, él había hecho la propuesta.

—Oh no. No, no, no —Sus seguidas negaciones eran acompañadas de movimientos con su dedo y cabeza.

—Anda, la cama es grande y realmente no puedo dormir —Dante se quedó quieto por unos segundos, mientras seguía diciendo no con la cabeza—. ¿Qué tiene de malo? —Dante entrelazó sus dedos en su lacio cabello.

Soltó un gran respiro. Lo único que sabía en esos momentos, es que la forma en que este chico lograba manipularlo no era normal. Se comenzaba a preguntar si estaba bajo algún hechizo de obediencia, o algo así.

Caminó hasta el lado izquierdo de la cama, el cual estaba desocupado. Puso su arma en la mesa, junto a la lámpara. Se hizo espacio entre las cobijas, y quedó en la orilla, de espaldas a Dominic.

—Gracias... —Susurró Dominic.

Dante se cubrió hasta la cabeza y no respondió.

Pasaron algunos minutos, Dominic seguía mirando el techo, sin poder conciliar el descanso. Dante roncaba ligeramente. Para él no era difícil dormir después de todo lo sucedido. El chico lo miró, de espaldas a él, bajo las mismas sábanas.

Mordió su labio inferior y arrastró su cuerpo hasta quedar casi tocando el del azabache. Desprendía un calor agradable, el chico era cálido y olía muy bien. Tenía el sentimiento de haber olido esa loción con anterioridad. Pepino con Fresa. Esa era.

PROFANO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora