EXTRA III

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Madrid, España

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Madrid, España.
Veintitrés años atrás.

Eran vísperas de navidad. La ciudad estaba llena de adornos, los niños visitaban las jugueterías para ver que le pedirían a papá Noel. Se respiraba el tiempo frío cuando caminabas por las calles, y en algunos lugares la nieve ya comenzaba a ser algo común día con día.

Había visto un gran árbol en la casa de los Wayne, con una estrella muy brillante en la punta. Era el árbol más gigante que había visto en su vida, pero él no podía tener uno así. Tenía que conformarse con el pequeño que una vecina había regalado a su madre, era muy pequeño y simple, pero para él era perfecto.

Además de que se acercara la navidad, también se acercaba otra fecha muy importante para él; su cumpleaños. Su madre le compraba todos los años una tarta, y un pequeño obsequio. El año pasado le había regalado un camión amarillo, no podía esperar a ver que le daría esta vez.

Caminó dando saltos hasta la habitación de la cama, su madre estaba acostada ahí. Llevaba todo el día en la habitación. Se trepó en la cama y la vio dormida. Le sonrió y comenzó a acariciar su cabeza.

—Mami —Dijo dando un respingo—. ¿Por qué tu frente está tan caliente otra vez? —Preguntó con preocupación—. ¿Mami? —Volvió a llamar.

La escuchó toser mientras apretaba su pecho, sus ojos lo miraron.

—Estoy bien mi bebé, solo es algo pasajero —Trató de darle una reconfortante sonrisa, pero no lo logró, una tos seca volvió a atacarla.

—Mamita, iré a buscar a alguien —Dante torció su boca y bajó de la cama.

Caminó hasta la puerta de la casa y cruzó la calle cuando salió. Caminó por cuadras, completamente solo. Llegó hasta una gran casa y tocó el timbre en desesperadas ocasiones.

Pasados algunos segundos, una mucama la abrió.

—¿Dante? —Preguntó extrañada mientras se fijaba si alguien lo acompañaba—. ¿Por qué estás solo? —El niño lo miraba con preocupación.

—¿Está la señora Wayne? —Preguntó mientras comenzaba a tronar los dedos de su pequeña manita.

—¿Para qué la necesitas? —Dante miraba hacia dentro de la casa mientras sus ojitos comenzaban a llenarse de lágrimas.

—¡Señora Wayne! —Gritó con fuerza—. ¡Señora Wayne! —La mujer trató de detenerlo cuando el niño se escabulló por su costado para ingresar en la casa.

Corrió por la primera sala seguido de la mucama, llegando a las escaleras, ella logró detenerlo, pero Trisha venía en camino.

—¿Qué está pasando? —Preguntó con molestia—. ¿Dante? —Dijo extrañada al verlo.

—Traté de detenerlo señora, pero... —Ella fue interrumpida.

—Está bien Monserrat, retírate —Ordenó y ella obedeció.

Trisha bajó hasta encontrarse con el niño.

—¿Qué pasa? ¿Dónde está tu mamá? —Él la miró con los labios temblorosos.

—Está en mi casa. Ha estado muy enferma estos días y tengo mucho miedo. No pude pensar en alguien más que me ayudara —Ella asintió y tomó al niño de la mano.

—Llévame a tu casa —Dante obedeció.

Ambos salieron de la casa y el niño guio a la mujer hasta su pequeño hogar. Después de unos minutos de caminata, ambos entraron en el lugar. La señora Wayne observaba la casa con detenimiento, Nati trabajaba ya desde hacía mucho tiempo con ella, pero nunca había conocido su casa.

—Mi mamá está por aquí —Dijo en un pequeño susurro.

Se abrió paso entre las cortinas que dividían los cuartos y pudo ver a la mujer acostada en la cama. Fue rápido hacia ella y le tocó el rostro.

—Santo cielo Nati, esta temperatura no es normal —Mordió su labio mientras pensaba que era lo que iba a hacer. Miró al niño a su costado—. ¿Te parece bien si la llevamos al hospital? —A Dante se le iluminaron los ojos al escuchar esas palabras, pero después su sonrisa se borró.

—Nosotros no tenemos dinero para pagar un doctor —Ella le sonrió con tristeza.

—No te preocupes por eso Dante, yo me haré cargo del dinero —El niño corrió a abrazar sus piernas mientras soltaba pequeños chillidos.

Ella era un ángel que salvaría a su mami.

Trisha llevó a la madre de Dante hasta el hospital, se encargó de cuidarla mientras Dante jugaba con Andy en casa de los Wayne. Los doctores hicieron varios estudios al ir descartando las posibles causas de los malestares de Natalie. Y al cabo de unos días, los doctores tenían la respuesta a todas sus dudas.

—¿Familiares de Natalie... Marshall?—Preguntó el médico y Trisha se levantó en seguida de la silla en la que estaba.

—Sí, doctor. —Preguntó— ¿Tienen alguna novedad? ¿Ya saben que es lo que tiene Nati? —El hombre la miró, sin dar indicios de buenas noticias.

—Tardamos mucho en descubrir qué es lo que la estaba poniendo tan mal. Descartamos muchas opciones y por fin encontramos la causa de sus malestares —Trisha le sonrió. Por fin sabían lo que tenía, eso quería decir que podrían empezar un tratamiento y curarla pronto.

—Pues dígamelo doctor, para que empiecen a medicarla lo más pronto posible —El médico guardó silencio.

—Señora... Natalie tiene una etapa muy avanzada de VIH... —Trisha llevó ambas manos a su boca en incredulidad.

—Pero... —Dijo sin poder continuar—. ¿Aún podemos hacer algo? —El médico asintió.

—Aunque la enfermedad es avanzada, podemos comenzar un tratamiento para tratar de detenerla. Aunque ya es muy probable de que la infección evolucione a SIDA —La mujer cerró los ojos.

—Haga lo que sea necesario, denle el mejor medicamento que tengan. ¡Hagan algo! —La mujer dio media vuelta mientras el doctor se retiraba.

Natalie tenía VIH, una enfermedad que, de no ser tratada, la conduciría directo a la muerte. Tenía que ayudar a salvarla, por Dante.






[...]

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Todo apoyo siempre será bienvenido y agradecido estoy de por vida.

Xoxo.

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