Es un entorno más hostil de lo que cualquiera puede imaginarse, pero es el camino que elegí para ayudar a los demás, para apoyar a quienes están solos y necesitan el apoyo de otros.Otra especie que suele rondar este tipo de eventos son los que asisten sólo para sentir que pertenecen a la alta sociedad, pero que al final no donan absolutamente nada. Esos que aprovechan para sacar a pasear a sus esposas (que normalmente vienen vestidas con atuendos de estrella de cine de los cincuenta) para cumplir con la salida del mes. Se atragantan con la cena mientras beben copa tras copa del whisky más costoso. Terminan la cena y se pasean de mesa en mesa saludando a gente que ni conocen, pero hablando como si hubieran estudiado juntos en el mismo colegio privado. Sí, me refiero a los políticos. Nunca faltan. Quizás ésos son los que más náuseas me provocan porque, aunque sabemos que no van a contribuir ni con medio centavo para la causa, hay que atenderlos bien; de lo contrario, te cierran el negocio.
Para antes de las once y media, justo después de que terminó la subasta de arte, yo ya estaba bajo los efectos de un par de pastillas que me tuve que tomar para que no me explotara la cabeza con una migraña. En ese momento se me acercó uno de los invitados. A diferencia del resto, era muy joven. Era de ojos grandes de color miel, pestañas largas y cejas pobladas, alto y fornido, casi de un metro ochenta, el tipo de persona que se ejercita. Tenía el cabello castaño un poco largo, la nariz respingada y una sonrisa contagiosa, de dientes y labios perfectos. Por alguna razón me llamó la atención una cicatriz que tenía en la ceja derecha. No sé, quizá lo hacía verse más guapo, si eso era posible. Vestía con un traje os- curo de buen gusto, de esos que desde lejos se ve que no son baratos, y conforme avanzaba hacia mí podía percibir el buen gusto en su loción. Era demasiado joven, calculé que tenía entre diecisiete y dieciocho años, no más.
El chico se presentó amablemente. Me dijo que era la primera vez que asistía a un evento de esa naturaleza y que se sentía completamente fuera de lugar. Estaba interesado en encontrar una fundación para invertir el capital anual que el corporativo que representaba destinaba a la beneficencia. Se me hizo un poco extraño que fuese el responsable para dicha misión, pero no podía juzgarlo: teníamos en común ser muy jóvenes y estar al frente de asuntos importantes que requerían trato con los demás. Me contó que ya llevaba un par de meses trabajando en ello, y que aún no encontraba una fundación que le convenciera del todo.
-Lo que escuché en tu discurso me pareció muy interesante -me dijo-. Me gustaría conversar más a fondo para conocer a detalle el funcionamiento de la fundación.-
-Con mucho gusto. Si te parece podemos agendar una cita en nuestras oficinas, el día que sea mejor para ti.-
-Tomé uno de los folletos que alguien había dejado sobre la mesa más cercana y se lo alcancé-, Yo soy Lee Felix. Mi número se encuentra al reverso.-
-Muchas gracias, Felix -me respondió, y se guardó el folleto en el bolsillo interior de su saco-. Le voy a pedir a mi asistente que concrete una cita para la siguiente semana, si eso está bien para ti.
-Claro, será un placer atenderte.
No sé si fue el dolor de cabeza o el efecto aletargante de las pastillas, pero hasta después de que nos despedimos me di cuenta de que ni siquiera le pregunté su nombre.
"Muy mal, Felix", me dije. A pesar de todos los contratiempos, el evento funcionó tal y como se había planeado. Los benefactores del año anterior estuvieron satisfechos con los resultados que se expusieron en el proyector, y al mismo tiempo alcanzamos el porcentaje preliminar que nos habíamos fijado como meta para nuevas cuentas. Lo recaudado en la subasta superó inclusive nuestras propias expectativas, y mi jefa estaba que brincaba de felicidad. Al final de cuentas todo esto lo hacemos por ellos: los niños, y saber que nuestros esfuerzos son recompensados y que ellos se verán favorecidos hace que todo valga la pena. Para mí eso hace toda la diferencia. Me causa un inmenso placer ver los resultados de nuestro trabajo y el impacto que causamos en sus vidas.
Esa noche volvió a suceder. Hacía tiempo que no me pasaba. Aquella pesadilla que me atormenta desde que tengo memoria volvió a despertarme a mitad de la noche con el corazón latiendo a mil. En mi pesadilla me encuentro corriendo por un bosque lleno de pinos, justo a un lado de un pequeño arroyo y, muy al fondo, unos acantilados que dan hacia el mar. Cada vez avanzo más rápido, hasta que de pronto ya no siento las piernas. Es como si mi cuerpo no y sólo mis ojos pudieran percibir lo que hay a mi alrededor. Es tan real. La experiencia me afecta tanto que tardo tiempo en volver a conciliar el sueño. A veces me pregunto si esa pesadilla tiene algo que ver con mi pasado, con lo que sucedió con mi familia. Los recuerdos, como en algún momento las cicatrices de mi espalda, son heridas, pero a diferencia de ellas que ya cerraron, éstos están ahí para recordarme algo que sucedió y me dejó marcada de por vida; me duelen por no poder asimilarlos. Las pesadillas también me provocan un dolor constante. Sé que, aunque los sueños me ofrezcan una explicación, jamás la conocere completamente: he vivido tantos años con verdades a medias que ya no tengo tanta esperanza.
Continuará
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세 가지 약속 "Hyunlix"
Teen Fiction♡°Las Tres Promesas °♡ ~°•♡🌸🌿🌸♡•°~ "Debo decir que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero te quise, y te quiero aunque estemos destinados a no ser" 🌱💗°•💗°•💗🌱 ADAPTACIÓN al libro de Lesslie Polinesia...