Cap 다섯

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Narra Felix:

Ese día me levanté de muy buen humor. A pesar de todos los contratiempos y dificultades que habíamos tenido en las últimas semanas, la fundación pudo salir a tiempo para presentar su estado de resultados y proyecto anual a los inversionistas.

Tengo la suerte de trabajar en Gingseng, una fundación que se dedica a atender y brindar hogar y sustento a niños abandonados en las calles. Pasar las tardes visitando nuestra casa hogar me hace profundamente feliz. Hace un par de semanas pensé que mi vida no podía marchar mejor, hasta que Jiyeon, la directora, me dio la noticia de que me promovia a coordinador del departamento de reaciones públicas. Aunque mis responsabilidades aumentaban considerablemente, el acenso me caía de maravilla: una mejora de sueldo me venía perfecto para poder seguir pagando mis estudios.

He trabajado desde que he podido, haciendo una y otra cosa. Ahora mi desempeño en la fundación me hace sentir completamente realizado, a pesar de que son muchas obligaciones para alguien tan joven como yo, me siento orgulloso de haber aprendido poco a poco y que me den esa encomienda. Si no fuera por la confianza depositada en mí, que me he ganado durante este tiempo, sería muy difícil pagar la escuela en la que estudio, cubrir mis gastos, asumir económicamente cuanto tiene que ver conmigo.

Como todo en esta vida, mi nuevo puesto también tiene su lado amargo. El solo hecho de pensar que ahora tendré que lidiar con cierto tipo de personas que suelen frecuen tar nuestros eventos no me hace mucha gracia. Por obvias razones, nuestros recursos dependen principalmente de la benevolencia pero también, en algunos casos, de la arrogancia y la pretensión de empresarios encumbrados con mucho efectivo de sobra. En toda Corea hay compañías que destinan gran parte de sus ganancias a obras de caridad, pero a veces es difícil trabajar con las personas, pues tienen poder y dinero, pero les falta la sensibilidad. No hay nada que me moleste más en este mundo que tratar con gente que se cree superior a los demás sólo porque nació en una familia adinerada o porque sus parientes lejanos o abuelos pertenecen a una de las familias reales de este país y el apellido les recuerda esos títulos nobiliarios. Por eso, cuando Jiyeon me comunicó la noticia de mi ascenso, no fui directo a descorchar una botella de champaña. De hecho, tengo que admitir que no acepté inmediatamente, queria meditarlo lo suficiente. Jiyeon, que me conoce muy bien, estuvo de acuerdo en otorgarme un par de días para que yo tomara la decisión. De no haber aceptado, me habría permitido quedarme en mi antiguo puesto, así no fue un factor decisivo,que la presión.

Aquella tarde pronto se tornó en caos justo a unas horas de dar por iniciado el evento. No importa cuánto planees algo o cuántas veces lo ensayes, siempre habrá un detalle que sale mal y que amenaza con arruinar por completo cualquier acontecimiento importante. Esta vez fue la lista de asignación de mesas. Dos horas antes, el apoderado de uno de los empresarios había llamado para pedirnos que lo cambiáramos de mesa, pues el señor ya no quería sentarse a un lado de su ahora exsocio. Esos detalles, como los problemas entre grupos de empresarios que importan o exportan mercancías a los mismos países del mundo y compiten por ello, eran asuntos que debíamos considerar a la hora de organizar un evento de caridad. Luego fue el menú lo que nos causó taquicardia, pues uno de nuestros benefactores pidió que le prepararan un platillo vegano para la cena. Al parecer acababa de iniciar su régimen y no podía exponerse a la tentación de comer un filete miñón, ni los deliciosos quesos y jamones que conseguíamos para consentirlos.

Por fin llegó el momento y las puertas del salón Marriott del Hotel Contemporáneo se abrieron para dar inicio a la noche. Por algún motivo, a mis compañeros les causaba emoción saber que ahí se encontraban al menos tres de los diez hombres y mujeres más ricos del país, unas cuantas damas de sociedad amigas de los príncipes en turno, y personalidades de dos países vecinos, con inversiones en nuestra ciudad. Había luces por todos lados, como el faro que el comisionado Gordon utiliza para llamar a Batman en Ciudad Gótica, y una alfombra roja, alrededor de la cual se disponían fotógrafos de todos los medios y redes sociales apuntando sus lentes hacia el desfile de participantes. Cualquiera pensaría que aquella noche se celebraba la premier de alguna cinta de Hollywood o el desfile de modas de algún diseñador famoso. Yo sólo podía pensar en la ironía de ver a todos estos hombres y mujeres ilustres presumiendo sus mejores atuendos (que seguramente costaron una millonada) reunidos para recolectar dinero para los más necesitados.

Después de presentar los resultados del año anterior, que provocaron una larga y emotiva sesión de aplausos hacia nuestra directora, llegó el momento de anunciarme ante nuestros benefactores como el primer vínculo con la fundación. Recuerdo que sufrí cada paso hacia el estrado como si trajera dos piedras amarradas en cada tobillo, cual pirata caminando hacia la plancha. Me poní nervioso imaginar las caras de todos ellos al ver a alguien nuevo en el área, a un chico como yo, joven y seguramente asustado. Al final no me fue tan mal: sólo me presenté, y enseguida comencé el pequeño discurso que había pensado tanto para esa ocasión.

-Estimados amigos. Queremos agradecerles de corazón que hayan decidido acompañarnos esta noche. Se dice que la mayoría de las personas pasan por la vida desapercibidos. Que la mayoría de los seres humanos caminan por las arenas de la historia sin dejar huella a su paso. Pero eso no puede decirse de nadie de los aquí presentes. Su generosidad deja una marca trascendente que cambia vidas, no solo la de aquellos niños a los que ayudan con sus donaciones, estoy segura que tambien las de ustedes.

Mencioné algunos nombres para personalizar más mi intervención y un par de casos de niños beneficiados gra- cias a las donaciones, para que supieran la importancia de su generosidad. Al final agradeci nuevamente y les prometi que aprovecharia su voto de confianza para provocar un cambio positivo en la sociedad.

Al terminar, comencé a dar las rondas por las mesas para presentarme personalmente con nuestros benefactores. Estoy convencida de que, con cada personaje que uno conoce en esas cenas, cuenta con un nuevo perfil psicológico digno de estudio.

No puedo decir que absolutamente todos los presentes eran fantoches y presuntuosos; en realidad, sí había unos cuantos participantes que estaban allí con la firme intención de aportar algo a la sociedad. Por lo general, se pueden identificar porque comenzaron desde abajo e hicieron su fortuna a base de dedicación y esfuerzo. Ésos que mi trabajo la pena. Cada que son los que hacen que mi trabajo valga la pena me encuentro con uno de ellos, aprovecho y me acerco para escuchar sus historias de éxito, de cómo vencieron la adversidad o lucharon contra el sistema y terminaron siendo dueños de su propio destino. Conocer sus experiencias es como tomar una maestría exprés. Por ejemplo, está el caso del señor Choi Yeonjun, que inició desde abajo como agente de seguros. Contra toda probabilidad, pues acababa de llegar a la ciudad, habiendo migrado de Japón, y en el negocio de los seguros las relaciones lo son todo, tomó el directorio telefónico y comenzó a sacar citas con gente totalmente desconocida. No le daba pena su acento, o que en esta parte del continente se hablara coreano, él hacía su mejor esfuerzo por ganarse la confianza de todos. Poco a poco fue haciendo una cartera de clientes lo suficientemente grande como para financiar una oficina y un par de empleados. Y así fue creciendo hasta que él mismo dejó a un lado las ventas y se concen-tró en reclutar y capacitar a nuevos agentes. Casi veinte años después, tiene una de las agencias más importantes del país.

Pero también existe el otro lado de la moneda. El lado oscuro. El de los personajes que creen que por tener una chequera grande pueden hablarte como si fueras una hostess de un bar underground. Como el típico que te entrega una tarjeta con su número de teléfono escrito a mano mientras te acosa con una media sonrisa, convencido de que el día que tengas deseos de verte en el espejo con un collar y unos aretes de oro lo vas a llamar.

No hay cosa más desagradable.

Continuará

세 가지 약속 "Hyunlix"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora