Miercoles.

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Jisung miraba como Hyukjae se levantaba y doblaba su diario, listo para irse.

Hoy Minho no había ido, lo cual tenia sentido, porque era obvio que no iba a ir todos los días.

Lo que no entendía Jisugn era el porqué su propio estado de ánimo estaba decaído, había estado vigilando la puerta esperando verlo entrar, y no sabía el porqué tampoco.

Por momentos se olvidaba, pero cuando estaba tranquilo se encontraba a sí mismo esperando ver al chico cruzar la puerta.

Felix lo había estado mirando de costado toda la tarde, en esos momentos Jisung fingía demencia y apartaba la mirada de la
entrada. Tampoco se quería exponer tanto.

Y hablando de Felix, había devuelto la planta, contó toda la historia con lujo de detalle. Una lástima que la cabeza de Jisung
haya estado en otro lado, al menos Hyukjae lo había disfrutado.

Jisung estaba haciendo realmente su vida normal, no era tampoco que estaba muy afectado por no verle la cara a Minho, pero de todas formas le hubiese gustado verlo. Se excusaba a sí mismo diciendo que era porque quería que pruebe el latte de chocolate blanco, y que le gustaba el proceso de armado de los barcos de
papel que hacia con las servilletas. Además le gustaba la mueca disconforme que hacía en el proceso, armar barcos de papel con
servilleta era más complicado seguramente, estás se rompían más fácil.

Suspiro con una suave sonrisa y volvió a mirar hacia la puerta.

-¿Entonces no va a venir?

El chico se sobresalto, Hyukjae estaba parado a su lado ¿Cuánto tiempo estuvo colgado?

El hombre lo miraba expectante, y Jisung volvió a fingir demencia.

-¿Quién?

-El chico de los últimos días, al que miras embobado- Explico el hombre con obviedad.

Jisung hizo un ruido mostrando lo ofendido que estaba.

-¡Hyukjae! No miro a nadie embobado

La risa de Felix se escucho en todo el lugar.

-Atrapado- Declaró el rubio, Hyukjae también rio, Jisung los miraba ofendido.

La campanita sonó, y si él chico se quería hacer el desentendido, su farsa ya se había caído.

Giro la cabeza rápidamente, sin intentar siquiera disimular.

Su esperanza cayó cuando una señora mayor le sonrió desde la entrada.

Miro hacia los otros dos de nuevo, que se miraban cómplices. El sonrojo le subió por la cara, y decidió huir de la situación yendo a atender a la señora que acababa de entrar.

Por suerte su turno ya estaba por terminar.

Koi No Yokan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora