Secreto

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El fin de semana era la parte favorita de Jin Guangyao. Casi siempre había oportunidad de salir con Lan Xichen. Le había mandado un mensaje para salir con él y esperaba con ansias porque le iba a regalar la bufanda que había tejido.

El semestre iba a más de la mitad y anhelaba disfrutar el tiempo que quedaba con Lan Xichen, antes de que llegaran las semanas más pesadas y los compromisos académicos estuvieran a la orden del día. Lo siguiente en sus planes después de terminar la carrera era hacer su servicio social y realizar su tesis. Aun estaba pensando sobre que tema lo haría.

A Yao le gustaba ir en bicicleta. Afortunadamente en su campus había servicio gratuito de bicicletas para trasladarse de un lado al otro. Se le ocurrió que podría rentar una de doble asiento para conducir con Xichen a cualquier parte de la ciudad. Sí, en efecto, eso sería hermoso.

—Bien, llego temprano— comentó tras ver su reloj y verificar que había llegado con 15 minutos extras a la hora acordada.

El chico se quedó de pie mirando el pequeño jardín en la entrada del centro comercial. En su mano derecha su teléfono celular y en la izquierda una bolsa de tienda departamental con una sorpresa.

—¡Mamá! ¡Mira ese pingüino gigante!— exclamó un niño pegado a un escaparate de una tienda de juguetes y regalos.

—Sí, cariño, es hermoso. ¿Lo quieres para tu cumpleaños? Le puedo decir a tu padre que te lo regale— dijo la madre del pequeño.

—¡Siiiii!

Ambos pasaron junto a Jin Guangyao y él pudo detectar el dulce olor a mermelada de fresa de la mujer. Ella era una omega. Los siguió con la vista y divisó al padre de niño. Era alto, robusto y hasta sus poros llegaba el olor a pimienta. Para A-Yao era fácil detectar los olores que expedían los demás aun por pequeñas que fueran las muestras. Sus medicinas lo habían hecho sensible a los olores de los demás.

Se quedó viendo a la familia y adoraba ver como las familias alfa-omega parecían hechas en el cielo. Encajaban tan bien como un rompecabezas. Él anhelaba eso, sí, lo deseaba.

Tal vez pueda decirle pronto

Se mordió el labio y sus dedos pulgares se frotaban entre sí con nerviosismo. Le costaba imaginarse el día en que le confesara a Lan Xichen su naturaleza.

—¿Qué está mirando mi hermoso girasol?

Guangyao se giró hacia la voz cálida que lo llamaba y ahí estaba. Elegante, guapo y sereno, Lan Xichen con su cárdigan enrollado en uno de sus brazos.

—¡A-Chen! Me alegra que hayas llegado— exclamó el jovencito y fue directo a abrazar a su amado novio. Lo estrujó con fuerza por la cintura y le sacó el aire del esófago.

—Ay, A-Yao, presionas muy fuerte— respiró el joven que se estaba quedando sin aire.

—Es que me alegra tanto verte— sonrió el jovencito y lo soltó para que pudiera recuperar el aliento.

Jin Guangyao adoraba ver el perfil de Lan Xichen. Él era un príncipe en toda la extensión de la palabra. Recto, firme, decisivo, con poder de mando como todo gran alfa. Se imaginó como se verían uno al lado del otro como alfa y omega. Seguro serían la envidia de todos. Pero en eso se quedaba, en una misera imagen mental porque ante la sociedad él era un beta.

—Y bien, ¿a dónde quieres que vayamos?— le sonrió Xichen con esa curva perfecta de luna creciente a su adorado girasol.

—¿Vamos a los juegos?

—Mn

Xichen ofreció su brazo y Yao lo tomó con pompa. Era como ir con tu encantador esposo a una fiesta de negocios. Sí, podría acostumbrarse a eso cuando Lan Xichen heredara Cloud Recesses. A pesar de que le gustaría ver a su amado conquistar la cima de la sociedad científica, no podía evitar el cruel destino de Xichen al tener que encargarse de la empresa familiar en el futuro.

Tu pequeña peoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora