Juego

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Las nubes de tormenta aparecieron en el cielo como espuma en el mar. Jin Guangyao tenía la fortuna de no tener clases porque era sábado, pero ni eso le daba sosiego pues la escuela sería mejor a ir a su casa.

¿Qué diría su padre si se enterara que fue marcado por un alfa, suponiendo que él es un "beta"? Oh no, no quería ni imaginárselo. Oh, perdón, en realidad no necesitaba imaginación porque ya sabía lo que sucedería. Jin Guangshan mismo se lo dijo. El hombre odiaba el desprestigio y si se descubría que había mentido en la naturaleza de uno de sus hijos su reputación bajaría y las acciones en la bolsa también. Y Guangshan amaba el dinero.

Con la misma ropa con la que había llegado al hotel salió de él. Había hecho un intento por limpiar el desastre porque no era educado dejar la suciedad de la perversión para que otros lo limpien. Con agonía pasó una toalla mojada por donde había restos asquerosos que le generaban flashbacks bizarros de lo que había sucedido. Se sintió sucio, se sintió enfermo.

Caminaba por la acera con dolor en la cadera y aún más abajo. Para haber sido la primera vez había ido demasiado. Ahora no tenía cara para ver al mundo. La marca fresca sobre la curva de su cuello ardía y quemaba como si de ácido se tratara. Y claro que sabía cómo se sentía el ácido quemando la piel porque un día le cayó por accidente ácido clorhídrico en el laboratorio de química. La sensación era semejante. Quién haya dicho que la marca era un trofeo por vincularse era un estafador. Le dolía y no podía ocultarlo. Se preguntaba si Lan Xichen sentía lo mismo que él por el estúpido vinculo que generaba la mordida.

Sin darse cuenta sus pies toparon con la entrada de su casa. Al ver la mansión las ganas de llorar se apoderaron de él nuevamente. Había destruido todo lo que había construido. Aquella mentira de su naturaleza estaba a punto de caérsele de las manos como cortina vieja.

Querer o no debía entrar y presentar cara. Ya había desaparecido toda la noche y si no regresaba las sospechas se incrementarían. No podía dar indicios de su sufrimiento. Se armó de valor y secó las lágrimas regresándolas por donde venían. Su veloz mente trabajó en una cuartada de camino a la puerta. Entró con sus llaves haciendo el menor ruido posible y enderezó su postura. Todo en él aparentaba ser normal... ¿Por qué? Pues había fingido muy bien ser beta que actuar como tal no le costaría mucho. Había sido entrenado para no mostrar el sentimentalismo de los omegas.

Para su fortuna no había nadie en el recibidor. Jin Guangshan casi nunca estaba en la casa. Por lo general estaba en viajes o estaba en la empresa. Madame Jin solía quedarse en la planta alta donde estaban los estudios y las recámaras. Su madre se la pasaba en el invernadero cuidando de hermosas plantas. Y Zixuan pasaba los fines de semana en entrenamientos deportivos.

Para su mala suerte, se encontró con quien menos quería.

—A-Yao, A-Yao ¿dónde estabas?— preguntó la mujer y se acercó a su hijo.

—Me levanté temprano. Tenía que encontrarme con un profesor que hoy sale de práctica de campo y sólo podía atenderme antes de irse— dijo con un rostro indiferente, ocultando el nudo que cerraba su garganta.

Las ganas de lanzarse entra los brazos de su madre lo devoraban. Tenía tantas ganas de llorar en su regazo como cuando era un niño pero temía que ella lo rechazara al saber lo que hizo... Al saber que había echado a perder por todo lo que pelearon y soportaron.

—Estoy desvelado. Iré a dormir un poco. Madre, no te preocupes— fingió una sonrisa que ocultaba el horror de la noche —Cerraré por dentro, no quiero que interrumpan mi sueño

—Está bien hijo— respondió con dulzura Meng Shi. —Descansa, te llamaré cuando sea la comida

Jin Guangyao asintió y volvió a sonreír. Se dio la vuelta y subió las escaleras rápidamente para ocultar su lento caminar por el dolor.

Tu pequeña peoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora