Traición

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—Espera, ¿qué? ¿Qué acabas de decir?

El rostro confuso de Lan Xichen se mostró ante Guangyao. Él esperaba una reacción como esa en cualquier circunstancia. Salió del regazo de Xichen para pararse frente a él a una distancia prudente. Lan Xichen no era una persona agresiva, pero por si las moscas, prefería guardar cierta distancia. Después de todo, el contexto del lugar y decoración le daban una sensación turbia. Agachó la cabeza y juntó sus manos para que sus dedos se rozaran nerviosos entre ellos.

Xichen se levantó de su asiento y se acercó a él. Se llevó una mano a un costado de su cabeza sin llegar a tocarla, todo con el objeto de enfatizar su siguiente pregunta.

—¿Puedes repetirlo? Creo que no escuché bien... ¿Dijiste algo sobre un 'omega'?

El castaño tembló en su sitio y se hizo más pequeño por impulso. Sus labios se abrieron y cerraron en un par de ocasiones porque se había quedado sin palabras que decir. Era difícil. Siempre tenía palabras para contraatacar a cualquiera pero no con este hombre. Él era su debilidad... desgraciadamente.

—Yo... yo...— sus ojos iban de izquierda a derecha. Sentía la mirada punzante de Xichen sobre él.

Lan Xichen había tenido un mal día y Jin Guangyao había elegido el peor momento para confesar su mayor secreto. Esto no iba a parar bien.

—¡Está bien!— Xichen bajó la mano y la azotó a su costado. Agitó la cabeza como si asintiera y se dio la vuelta —No lo digas si no quieres— llegó a su sillón y se sentó nuevamente. Ladeó la cabeza como si sufriera por un cansancio tormentoso —Creí que confiabas en mi

Jin Guangyao levantó la cabeza en el acto. Admiró el perfil abatido de su amante y el sentimiento de culpa se distribuyó por sus venas y arterias hasta su corazón. Esa frase pesaba fuerte sobre él. La confianza era de los valores con más peso sobre la conciencia de A-Yao.

—No, no es eso. ¡Es sólo que...!— paró. —Tú dijiste que si no podíamos estar juntos, porque no podría darte hijos al ser beta, buscarías a alguien con quien tenerlos ¿no? Yo, yo... ¡yo puedo tenerlos!— se pegó con la palma en el pecho para hacerse notar por el otro, para demostrar también que hablaba con el corazón.

—De verdad no te entiendo— negaba Xichen con la cabeza —¿Cómo podrías tenerlos? ¡Eres un beta! Tu inscripción universitaria dice eso... No es como si pudieras trasplantarte un útero, la ciencia no ha llegado a tanto— para este momento, Xichen hablaba desesperado. Quería finalizar esta estúpida pérdida de tiempo, tiempo en que le costaría más efectuar su plan.

—¡Sí, es cierto! Ahora mismo puedes verme y olerme y confirmar que soy un beta pero-

—¡Ya por favor!— esto hacía que le doliera la cabeza. —Sólo siéntate y bebe conmigo

—No puedo beber

Jin Guangyao se sintió molesto. A pesar de reunir el coraje para delatarse, Lan Xichen le estaba dando el avión como nunca lo había hecho. Esperaba que al menos fuera un poco más razonable. Suspiró cansado más no derrotado. Primero dejaría enfriar las cosas y luego terminaría de contar la verdad.

Se acercó al sillón rojo y vio como Xichen lo incitaba a sentarse sobre sus piernas. No había más sillas o taburetes en ese cuarto lujoso. Sólo había una cama y ese sillón rojo. Un poco titubeante lo hizo y se acomodó sobre el regazo de Xichen.

—A tu salud— dijo el pelinegro para levantar su copa frente a Guangyao y brindar. Se llevó el vidrio a la boca y comenzó a beber suavemente. Guangyao observó fijamente como su manzana de adán subía y bajaba, también como un fino hilo de vino resbaló de los labios de Xichen hasta la mandíbula, goteando un poco sobre su blanco cuello.

Tu pequeña peoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora