Vínculo

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El cielo estaba sin nubes, totalmente despejado y un avión dejaba marca tras cruzar de este a oeste. Jin Guangyao elevó su mano para bloquear el Sol y admirar cómo el avión se alejaba más y más. En su mano izquierda descansaba una libreta, había pasado los últimos 45 minutos intentando resolver un ejercicio de álgebra lineal.

El jovencito se levantó de su asiento, en la terraza del edificio de gobierno de la universidad, colocó el cuaderno con el ejercicio resuelto en la mochila y caminó de regreso a su salón de clases.

La siguiente materia era electromagnetismo, el profesor siempre llegaba en bici y saludaba a Guangyao cuando se encontraban en el camino. El chico era muy buen estudiante, así que la mayoría de los maestros lo tenían en muy buena estima. Él subió las escaleras hacia el tercer piso del edificio C de la escuela pues su salón era el penúltimo del piso. Una vez ahí, esperó a que sus compañeros y el profesor estuvieran listos para comenzar la clase.

Los estómagos gruñendo de sus compañeros le causaban algo de risa. Él siempre se aseguraba de tomar un refrigerio antes de la primera clase del día, así que aún no tenía un hambre atroz como los demás. La hora indicó el fin de la clase. Guangyao había resuelto exitosamente un problema de ondas en notación temporal y fasorial, y estaba muy contento por su creciente progreso.

Salió del salón de clases rumbo a la cafetería para comprar una torta de milanesa en el negocio de abajo, pues ahí le costaban alrededor de 20 pesos. Una vez con su comida en mano, se fue a sentar en uno de los escalones que daban al pequeño teatro al aire libre del campus. Desde ahí podía observar quien pasaba, quien se reía, quien corría e incluso quien se caía.

—¿Quién soy?— preguntó alguien que le cubrió los ojos con las palmas de sus manos.

Guangyao sonrió, sabía muy bien de quien era esa voz. Esa era una voz sin igual, tranquila y límpida.

—¡A-Chen!— respondió felizmente el muchacho.

Las manos se apartaron de sus ojos y volteó su rostro hacia el hombre detrás de él. Sonrió y los hoyuelos en sus mejillas relataban su expresión de felicidad.

Lan Xichen se sentó a su lado y abrazó con su brazo izquierdo los hombros de Guangyao. Ambos solían sentarse así en sus ratos de descanso. A decir verdad, quien tenía más tiempo libre era Lan Xichen, porque él ya estaba en su maestría, pero Guangyao estaba en su último año de carrera.

—¿Qué has hecho el día de hoy?—preguntó Guangyao al que era su crush y ahora su primer novio.

—Sólo estuve haciéndole unos arreglos al robot. Hay algún comando en mi arduino que no hace que el robot vaya de reversa siguiendo la ruta. Es un poco estresante pero lo resolveré

—Seguro lo podrás resolver pronto— animó el jovencito castaño, mirando el juvenil rostro del chico a su lado.

Un mentón partido y una mandíbula cuadrada, un hermoso lunar en su párpado izquierdo, unos ojos cafés como ese que te quita el sueño en las mañanas, unas manos con dedos deformados por el uso de pinzas, alambre y cautín... pero lo más impresionante en él es su inteligencia prodigiosa. Su tesis fue la mejor de su generación y se tituló con honores, todos admiraban al joven Lan.

—Mn. ¿Y tú? ¿Ya comiste? ¿Con qué los sorprendiste el día de hoy?— preguntó el mayor, también admirando al pequeño genio entre sus brazos.

—Sólo resolví un ejercicio de ondas, era bastante complejo, pero prometí no caer en la trampa de los números complejos otra vez. Lo resolví bien, el maestro me felicitó

—A-Yao es el mejor

Ambos permanecieron juntos por unos 5 minutos más, hasta que Xichen tuvo que regresar a la parte delantera del campus para su siguiente clase. Por lo tanto, acompañó a Guangyao hasta llegar a la cafetería y esperó a que tomara su orden. En secreto, compró un chocolate que introdujo a escondidas en la mochila de Guangyao. Él sabía que ese era su chocolate favorito.

Tu pequeña peoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora