Desesperación

90 10 11
                                    


―Nunca me enamoraría de un estúpido omega como tú

Fue una de las frases que más pegó en el corazón de Jin Guangyao. Ver a Lan Xichen destilando feromonas agresivas le ponían helada la sangre. No podía resistir más esa presión y comenzó a dar pasos hacia atrás.

―¡¿A dónde vas?!― se aceró y tomó al chico del brazo, apresándolo con gran presión sobre su carne.

―¡Déjame!― Suplicó el chico e intentó zafarse de la garra del alfa. Lo miró a los ojos por unos segundos y el hombre que lo miraba no era para nada Lan Xichen. Era como si se lo hubieran cambiado. No lo culpó por portarse agresivo, porque claramente él también lo haría si se hubiera arruinado algo como su examen.

―¿Cómo piensas compensarme? ¿Crees que algo valdría tanto como lo que perdí? ¡Ni todo el dinero de tu familia serviría para compensar tu error!

Jin Guangyao se estaba cansando de luchar y su omega lo hacía sentirse más triste de lo que debía. Su instinto lo hacía querer pedir disculpas, acurrucarse y rogar lástima para que el alfa lo perdonara y consintiera. Pero Guangyao no pensaba permitir eso, aún tenía dignidad, pensaba.

―A-Chen...― pronunció con las lágrimas manchándole las corneas ―Este no eres tú― y repasó con sus pupilas las del otro de lado a lado ―Devuélveme al Xichen que yo conozco... a aquel que dijo que me amaría a pesar de las dificultades... a aquel que tenía una sonrisa para el alivio del corazón...― y un par de lágrimas no pudieron contenerse en la presa de sus ojos.

Pero la reacción fue diferente a la esperada. Lan Xichen, en cambio, hizo que sus iris resplandecieran en un azul neón que sucedía cuando los alfas querían demostrar poder y territorialidad. Ese era un truco amenazante, uno que distinguía a un alfa verdadero.

La mirada hizo temblar al castaño e hizo gritar de terror a su omega.

―¡Jin Guangyao, Jin Guangyao!

Para A-Yao esto era muy doloroso. Había entregado su corazón a la persona equivocada. Bien, ahora sólo quería cerrar ese ciclo y seguir con su vida, tratando de olvidar todo lo bueno y malo que vivió con Lan Xichen.

―Muy bien, muy bien― repitió A-Yao secándose un par de lágrimas que se escaparon de sus ojos. ―Eso me gano por ingenuo― levantó la mirada y dijo con sátira ―Te prometo que dejaré de ser tan ingenuo después de esto

De nuevo intentó quitarse la mano del otro del brazo y forcejeó con salvajismo. A esto, Lan Xichen se molestó aún más porque tenía una lucha interna. Él no quería soltar a Jin Guangyao, pero no sabía si era por el temor a perderlo o porque quería hacerlo pagar por su osadía.

―¡Ya déjame!― Por fin se hartó A-Yao. Quería irse, desaparecer, ocultarse en entre las cobijas de su cama y dormir, para despertar sintiendo que todo fue un simple sueño.

―No te irás― rechinaron los dientes del mayor ―¡No hasta que supliques perdón por lo que me hiciste!

Y esta fue la gota que derramó el vaso.

A-Yao ya no toleraría esa grosería. Ya se había disculpado y había intentado aclarar las cosas, pero Lan Xichen seguía sin dejarlo explicar. Sólo se la había pasado insultándolo y acusándolo de su pérdida, cuando él también tenía gran parte de culpa.

―¡Basta ya, de esta inconsciencia y cosas tan absurdas! ¡Deja de decirme que todo es mi culpa!

Y acto seguido agarró el brazo de Xichen y lo mordió con todas sus fuerzas. El chasquido del cuero resonó en sus tímpanos. Lan Xichen, por su parte, no sintió tan fuerte la mordida debido a su alterado estado salvaje, sin embargo, fue suficiente como para soltar al chico.

Tu pequeña peoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora