Nueva vida

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Lan Xichen no podía dormir. Le dolía el pecho y sentía sus venas reventar. El sudor escurría por su frente e hipaba por el nivel de licor en su sangre. Se retorcía sobre su cama sin saber por qué. Se sentía mal, sentía que algo estaba mal pero no sabía qué era.

Cansado, se levantó y caminó a tropiezos hacia una cajonera de su escritorio. Ahí tenía diferentes cajas de medicamentos. Buscó una de paredes azules y de la lámina sacó una cápsula de un fármaco popularmente conocido por sus propiedades sedantes, hipnóticas y ansiolíticas. Después de su accidente con el alcohol solicitó medicamentos para poder dormir, alegando que usaba el licor para lograrlo.

¡Oh vaya! Este breve recuerdo le trajo a la memoria que no debe mezclar ese tipo de medicamentos con el alcohol.

Dejó la capsula sobre la mesa y se tambaleó hacia el baño. Por suerte tenía uno en su propia recámara. Tomó el cepillo de dientes y lo introdujo en su boca. Sintió el cuello del instrumento rasparle la garganta e hizo todo lo posible por generarse asco. Su malestar físico ayudó y logró lo que quería.

Con poco esfuerzo dejó a su estómago devolver lo que había consumido horas antes. Todo salía de su boca como una masa a medio procesar por los jugos gástricos. Continuó hasta que sintió su pobre esófago arder. Pero para él era mejor soportar todo eso a cambio de noquearse con medicina para ya no sentir.

Una vez listo, se limpió y enjuagó la boca. Usó el mismo cepillo para limpiar sus dientes y el paladar. Hizo mucha espuma con la pasta dental.

Se sintió alegre de que su mente se hubiera enfocado tanto en vomitar que se había olvidado de cuanto sufría su cuerpo. El alfa dentro de él estaba ardiendo, retorciéndose en un fuego interno, adolorido, aullando, también sin saber por qué. Prefería estar a merced del dolor físico que del mental.

Un poco más relajado, pero aun inquieto por las extrañas sensaciones dentro de su pecho, regresó a su escritorio y se sirvió un vaso de agua. Tomó la cápsula en su mano y se le quedó viendo. Admiró el cuerpo de la medicina y llegó a la conclusión de que una no era suficiente.

Sacó de nuevo la caja y desprendió dos más.

Ahora sólo le tocaba esperar... esperar hasta que la medicina hiciese efecto.

Sentía como su estómago se movía en la digestión del medicamento. Sentía como su propio ácido gástrico le quemaba las paredes del estómago. Pero eso era mejor que nada. La dosis fue superior a la recomendada y el efecto no tardó en llegar. Poco a poco se fue relajando, dejó de oír las voces de su mente y su sentido alfa desapareció. Se fue quedando dormido en una flacidez extraordinaria. En su mundo, no había gritos, no había dolor, no había nada... ni siquiera él mismo para sentirse vivo.

Ni él mismo sabía cómo había llegado hasta este punto.

A sus 24 años de vida se sentía perdido. Sentía que no había hecho nada para la edad que tenía. Sentía que no había disfrutado de la vida. Sentía que no estaba viviendo.

Por fin se durmió.

Sólo en los sueños era donde podía hacer lo que quisiera sin que lo obligaran a no hacerlo. Sólo en sus sueños salía a fiestas, caminaba libremente por la calle, iba a conciertos, salía a ver la ciudad iluminada, iba a la casa de un amigo a ver películas... Sólo ahí sentía que controlaba sus pasos y pensamientos. Sólo en ellos volvía a sentir que era un niño, el cual podía ir a los go karts con sus compañeros de escuela, el que podía ir a los toboganes donde se hacían las fiestas de cumpleaños ajenas... Sólo así soñaba con una fiesta de cumpleaños en un parque de diversiones con su familia completa.

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⏰ Última actualización: Jul 02 ⏰

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