Pov. Camila
No veía la hora de salir de aquí.
Odio este lugar.
Ese maldito profesor no dejaba de hablar. Yo sólo veía el reloj, esperando que marque a las dos en punto para irme. Jazmin no había venido hoy, está enferma. Por eso mi día fue tan jodidamente infernal. En los recreos me fui a comer detrás de un árbol, no quería entrar a ese lugar donde todos están comiendo con su grupo con sus mejores amigos y unas cuantas chicas.
Recuerdo que cuando los veía así, iba corriendo, los abrazaba y luego insistía para ir a comer un helado. Tenían quince años y no eran tan apuestos como lo eran ahora. Ahora son todos unos hombrecitos, eso diría mi madre. Me acerqué y no dije nada, mi hermano sabía que con mi presencia ya nos teníamos que ir. Pero él ni me miró y siguió con su estúpida conversación.
-Felipe... -Dije y todos voltearon a verme.
-Oh, Camila.. ¿Qué pasa?
-Pasa que me quiero ir a casa.
-Espera, ahora vamos. -Dijo y siguió hablando. Me sentía como una maldita niña pequeña.
Todos estaban entretenidos en la conversación, sólo quería irme. Y no iba a depender de mi hermano, él usa su camioneta y pues yo usaré mis pies.
Empecé a caminar, caminar y caminar hasta casa. No quedaba cerca pero tampoco lejos. Sabía este camino perfectamente, pues siempre miro por la ventana cuando voy en el carro. Recuerdo cuando era mi madre quien me llevaba y cantábamos canciones juntas en el camino. Iba radiante y feliz a la escuela.
Ahora todo era diferente, era mi hermano quien me llevaba y siempre hablaba por teléfono o iba con la música a todo volumen. Desafortunadamente no teníamos el mismo gusto musical. Llegué a casa, estaba cansadísima y subí corriendo las escaleras hasta encerrarme en mi habitación. Me di una buena ducha, salí y me puse lo más cómodo que encontré en el closet. Un suéter de gato color morado que me llegaba hasta los mulos con un short corto blanco que tapaba esta y medias. Dejé que mi cabello liso se secará y me puse a ver televisión, hasta que me quedé dormida.
Gritos me levantaron.
-Felipe! Ah! Ah! -Gemía aquella chica. Dios, ¿qué mierda le pasaba a Felipe para hacer esto en nuestra casa? Maldita sea. Juro que cuando lo vea lo mataré.
Me puse los audífonos y puse la música a todo volumen. No soportaba más, quería escapar. Quería irme lo más lejos que podía.
Le mandé un mensaje a Jazmín preguntándole si iría a la escuela a lo que me respondió que sí. Bueno al menos mañana no será como hoy.
Me levanté muy temprano, me metí al baño y me arreglé. Me puse un jean y un suéter con una bufanda. Hacía mucho frío. Me hice una coleta alta donde salían algunos pequeños mechones rebeldes y bajé.
Maldita sea.. Abajo se encontraba Benjamin y Jorge. Mi corazón empezó a latir muy fuerte hasta que vi a mi hermano. Me dirigí a la nevera sintiendo sus miradas en mí y saqué una manzana.
-¿Ya no das las buenos días hermanita? -Dijo mi hermano. ¡Imbécil!
-Buenos días los tuyos, ¿verdad? Digo, con la estupenda noche que tuviste ayer. -Dije, Felipe escupió el jugo de naranja que tomaba y Benjamin solto una carcajada. Lo había hecho reír, ¡sí!
-Camila... -Dijo apenado.
-No, Felipe. Deberías tener un poco más de respeto conmigo. ¡Esta también es mi casa! Lo de ayer fue asqueroso. Espero no se repita o juro que llamaré a papá y le contaré de todas tus fiestas en su ausencía.
-Perdón, ¿sí? Juro que no volverá a pasar. -Dijo arrepentido, yo sólo lo ignoré y me dirigí hacía la puerta. Iría a la escuela caminando otra vez.
Sabía que me arrepentiría después de esto. Seguí caminando hasta que sentí que una moto se posó a mi lado. Oh Dios, es su moto.
-Camila, no tienes que caminar. Si quieres te llevo. -Dijo Benjamin mirándome. Maldita sea, recuerdo las veces que me decía que cuando se comprara una moto a la primera persona que llevaría sería a mí. Malditos recuerdos.
-No gracias. No necesito tu simpatía Benjamin. -Dije y seguí caminando.
-Bueno pues si sigues así, llegarás tarde. Hoy todos tenemos reunión con la Señora Acosta y no creo que querrás un regaño de su parte. -Dijo seguro. ¡Maldita sea! Lo había olvidado. Me acerqué a donde estaba y el sonrío. Me subí y temblaba con la idea de que tenía que abrazarlo por todo el camino. Sólo me quedé quieta.
-Camila, ¿es que acaso quieres tener un accidente? -Dijo, bueno, la verdad, sí- Agárrame si es que no te quieres caer. -Estreché mis brazos, lo abracé por detrás y arrancó.
Lo apreté mucho más fuerte en el camino. Hasta que por fin llegamos al colegio y sentí todas las miradas en nosotros...
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• Eres mía, pequeña || Benjamila •
Teen FictionCamila Bordonaba y Benjamín Rojas. No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos la estatura. Nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes. Él era dueño de sí mismo, ella una ni...