Capítulo 8

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Adonis

Sabía que no había sido buena idea enseñarle aquella foto y remover el pasado, algo me lo afirmaba. No estaba preparada aún para enfrentarse a ello. Y me sentí muy mal cuando Layla se echó a llorar, porque sentí que tenía parte de culpa en su dolor. Por eso le limpié las lágrimas con mis pulgares y dejé que apoyase su cabeza en mi pecho para desahogarse.

      Layla temblaba mucho, creo que estaba sufriendo un ataque de ansiedad, así que traté de calmarla acariciando su espalda y su brazo, pidiéndole que imitase mi respiración. Cuando se relajó un poco, cogí mi móvil con rapidez y busqué en páginas de internet de confianza cómo calmar la ansiedad. Me convenció que metiese la cara bajo agua fría durante unos segundos, porque Emi me habló de esa técnica una tarde y me parecía mejor que llevarla a dar un paseo, hacerle una tila o hablar.

      Una vez en el baño, con mis manos apoyadas en su cintura para agarrarla, puse el agua fría y le pedí que sumergiese la cara. Hizo caso a todas mis indicaciones y se quedó unos tres segundos bajo agua. Repitió el proceso cinco veces y por fin se calmó lo suficiente como para que se me pasase el susto de verla sufrir tanto.

      Volvimos a su habitación. Layla se sentó en su cama y dejó caer su espalda para tumbarse y mirar el techo. Yo me quedé en la silla desu escritorio, quise darla su espacio.

      —Siento que hayas tenido que aguantarme así —su voz sonó como un susurro.

      Estaba rota. Demasiado. Y debía coger sus pedazos y unirlos, daba igual la forma que tomasen los cachos mientras a ella le gustase. Y si tenia que ayudarla a recoger las piezas, lo haría, porque todos necesitamos un empujón de vez en cuando.

      —Una persona no elige cuándo sufre un ataque de ansiedad. No te culpes por ello. Y mucho menos ha sido una molestia. Me alegra saber que has mejorado, Layla.

      Ella me miró a los ojos, con una sonrisa fingida. Estaba agotada.

      —¿Aun sigues queriendo tomarte la cerveza que te traje? La tienes ahí -señaló el escritorio con su mano sin moverse de donde estaba.

      —Me encantaría, solo si me aseguras que estás mejor.

      —Si. Gracias a ti, la verdad...

      Apartó un mechón de pelo de su caray lo dejó tras su oreja.

      No supe qué responder, porque me daba miedo decir algo que estuviese fuera de lugar, lo que fuese. Temía que volviese a sufrir tanto como acababa de hacerlo. Solo quería que estuviese bien y dejase de pasarlo mal.

      Agarré la cerveza y le di su vaso de agua cuando se incorporó. Se lo acerqué y mirándola a los ojos dije:

      —Por mejorar, en todos los aspectos —choqué la copa antes de que reaccionase.

      —Da mala suerte brindar con agua —masculló, dejándome ver su intento de enfado en su ceño fruncido.

      —Tú no das mala suerte, así que no digas tonterías.

      La guiñé un ojo y Layla agacho la mirada antes de beberse el vaso de agua entero de apenas tres tragos.

      Le di un sorbo a la cerveza, degustando su sabor amargo y tostado, recordando la primera vez que lo probé, junto a Yaiza en su fiesta de cumpleaños, con sus amigos y mi grupo.

      —¿Te gusta? —Layla me sacó de mis pensamientos, haciéndome volver a la realidad.

      —Sí —admití—. Estaba recordando una cosa —sonreí con los labios, incapaz de mirarla.

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