LaylaEstar con Adonis era genial, porque empezaba a sentir que podía ser yo misma, a pesar de que me diese miedo. Me sentía bien, estaba a gusto, podía reírme a carcajadas y decir cualquier tontería que se me pasará por la cabeza, porque no me juzgaba, ni con gestos, ni palabras. Todo me parecía demasiado perfecto, y quizás fuese muy negativa, pero sentía que algo malo pasaría. Yo lo llamaba sentido arácnido; cualquier psicólogo, ansiedad.
Y lo sentí cuando se me revolvieron las tripas y sentí un par de arcadas el día en que volvimos a coincidir "por casualidad" en el acantilado, hecho que cada vez me incomodaba menos. Intenté disimular como pude mi malestar porque no me apetecía que Adonis se diese cuenta de que estaba mal, mucho menos que me viese así por haber consumido de nuevo maría aún sabiendo que lo dejé por esa misma razón.
Cuando me dejó en casa la última vez que nos vimos, quedamos en vernos el fin de semana. No fijamos un día en concreto, ni una hora, y eso le daba un toque emocionante a nuestra historia. Así que terminamos coincidiendo el domingo por la mañana.
Adonis me estuvo hablando de una historia que había empezado a leer en la aplicación que le recomendé. Era una de mis novelas románticas modernas favoritas, porque lloré a mares con ella, tanto que no pude leer los siguientes libros. Mientras, decidimos fumarnos un porro, que terminaron siendo dos. Y no me sentaron muy bien que se digan. Ni los porros ni haber echado un ojo al móvil del moreno, donde vi que se hablaba con una chica a la que tenía agregada como "Mi Yaiza❤️", a la que le decía lo mucho que echaba de menos estar a su lado y las ganas que tenia de ir a verla.
Fue una mezcla rara de sentimientos: decepción, malestar, frustración, celos. Y me empezaron a entrar esas malditas arcadas junto a un dolor de cabeza inmenso. Todo me daba vueltas. Y no entendía para nada por qué me sentía así por un mensaje de algo que ni si quiera era de mi incumbencia.
Intenté disimularlo como pude, hacer que todo estaba perfecto. Excepto yo, que lo estaba pasando demasiado mal allí sentada, sufriendo un ataque de ansiedad al lado de un muchacho.
Decidí que levantarme sería buena idea, algo que so se me ocurre a mí cuando me encuentro mal y disimulé todo lo posibe que estuve a punto de caerme hacia detrás por la presión que había en mi sien, mi pecho y mis hombros, que de repente se sentían muy cargados. Pude ver a Adonis mirarme, apagar el movil, dejándolo encima de mi toalla y levantarse.
—¿Estas bien? —acercó su mano a mi mejilla, pero me alejé justo a tiempo.
Asentí con la cabeza, hasta que me dio una buena náusea. Una de esas que te dicen que o echas todo lo que tienes en el estómago o te vas a morir.
El problema es que cuando me ponía nerviosa hacía cosas sin sentido. Y ese día no fue de menos, así que decidí que lo mejor sería salir corriendo hasta donde mis pulmones me permitiesen ir, con unas ganas tremendas de vomitar, dejando mis cosas y a Adonis allí, sin previo aviso.
Huía de todo lo que me daba miedo, porque no quería enfrentarme a ello. No quería saber si tenía novia. No quería pensar en que había fantaseado con besarme on un chico con novia. Tampoco quería creer que la marihuana volvía a sentarme mal. Ni si quiera quise recordar que cuando empecé a fumarla la dejé porque me daba aquella reacción tras un rato. Era mejor no pensar nada. Solo en mis pasos frenando porque no podía aguantar más. Me apoyñe en el árbol más cercano que había y eché absoluamente todo lo que había en mi estómago.
Me encontraba como una maldita pena y fue entonces cuando sentí unas manos agarrar mi pelo, recogiéndolo en una especie de coleta mal hecha, que me dejaba al menos estar tranquila. Una de ellas se apoyó en mi espalda, e incongruentemente me calmé con las caricias que recibí.
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100.000 pulsaciones
Romance¿Qué se hace cuando deseas algo con fuerzas, pero el miedo te asfixia? Es la pregunta que Layla, una chica normal y corriente, empieza a replantearse cuando en su camino se cruza un chico bastante interesante, prepotente, puede que un poco chulo, au...