Capítulo 2.- Renacimiento.

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Las tres figuras pasearon por todo el reino en ruinas que Morfeo no había visto desmoronarse. Kaela recordaba cómo poco a poco, la luz que despedía aquel lugar se iba apagando. Como los ruidos que todos los días la volvían loca, ahora los echaba de menos. Lucien iba delante, con su señor, contándole todo lo que había ocurrido en su ausencia.

Ella desde atrás, podía mirar fijamente a Morfeo sin que él se percatara de ello. Recordaba a aquel hombre de otra forma. Sí, serio, taciturno, misterioso. Pero no estaba tan delgado. No parecía que iba desmoronarse como lo había hecho su reino. Parecía haber perdido peso en el tiempo que había pasado fuera. Así que ello no quiso saber a lo que se había enfrentado fuera de aquellos muros que ella nunca había atravesado.

-¿Y su cuervo, señor?- preguntó Lucien, provocando que una sombra oscura cruzara el rostro de Morfeo.

-La mataron. Mataron a Jessamy.

Kaela sabía que el cuervo que acompañaba a su señor era importante para él y que su perdida habría sido un duro golpe para él, por la expresión de su rostro cuando Lucien lo había nombrado.

-Tenemos que recuperar mis objetos, Lucien. Tengo que recuperar mi poder.

-Mi señor, debería recuperarse primero...- mientras hablaban, había llegado a la estancia más grande del palacio del reino de los Sueños. El salón del trono

En el salón principal del castillo, Morfeo intentó recuperar los escombros de lo que había sido un espléndido habitáculo, con vidrieras de colores que a Kaela le parecían hermosas cuando la luz entraba por ellas. Nadie lo sabía, pero muchas veces ella simplemente se sentaba en aquellas escaleras, mientras leía algún libro de la biblioteca mientras las luces y los colores la envolvían.

Sin embargo, ante la falta de poder de su señor, todo se derrumbó junto con su cuerpo. Kaela se acercó a él junto a Lucien.

-Necesitáis descanso, mi señor.- dijo la bibliotecaria mientras lo cogía del brazo, que él apartó corriendo, rehuyendo su toque. La mujer se alejó un par de pasos ante aquel rechazo y Lucien la miró, negando con la cabeza. – Y alimento y más descanso todavía para reponer todas vuestras fuerzas.

-No. No sin mis bártulos.- se levantó poco a poco del suelo, sin ayuda de nadie.- Mis captores me los arrebataron. Y luego alguien se los quitó a ellos. No sé dónde están. Ni tampoco que soy yo sin ellos.

Kaela sabía que le ocurría al hombre en frente de ella. No sabía quién era. Había pasado demasiado tiempo fuera de aquel reino. Y sentía haber perdido su esencia. Y por mucho que le hubiera gustado no decir nada, las palabras salieron a borbotones de su boca.

-Sois Morfeo. Lord Morfeo. Rey de los Sueños y las Pesadillas.- empezó Kaela, ganándose la mirada de su señor y de Lucien.

-Kaela, no creo que...- empezó diciendo la mujer, pero la pelinegra negó con la cabeza.

-No, Lucien. Tiene que ser consciente que sus bártulos no lo definen, no lo hacen ser menos si no los tiene. Es un Eterno y eso nada ni nadie se lo puede arrebatar.- la mirada de seguridad que tenía ella no parecía significar nada para Morfeo, quien pareció ignorar sus palabras.

-No tienes ni idea, Kaela.- fue lo único que dijo antes de girarse y darle la espalda a la bibliotecaria. El enojo que subió por la espalda de la mujer hizo que se enderezase y con una inclinación de cabeza hacia Lucien, se marchara de allí.- No te he dado permiso para que te marches.

-No lo necesito, mi señor. Si vos sin vuestros bártulos no sois nada, entonces no tenéis poder ni potestad para ordenarme nada.- fue la sentencia final de la joven antes de dirigirse a la biblioteca, a su lugar seguro. Donde nada, ni siquiera aquel ser del que sabía que seguía enamorada, podía romper su corazón.

Los sueños, sueños son... ¿no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora