Capítulo 10.- Calíope.

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Sueño se había mantenido despierto toda la noche, escuchando la respiración acompasada de Kaela, quien había dormido plácidamente encima de su pecho. Había conseguido dormir durante un par de horas, pero no más. El cuerpo caliente de su bibliotecaria era mejor que cualquier sueño que él mismo pudiera tener.

La castaña apenas se había movido, solo un par de veces que él había aprovechado para contemplar su espalda, los lunares que adornaban la zona baja de su cuello y se extendía en pequeñas pecas por sus hombros. Los había acariciado delicadamente con la yema de sus dedos y había trazado diferentes dibujos. Morfeo juraría que formaban pequeñas constelaciones.

Ahora, a un par de horas de despuntar el alba, estaba intranquilo. Se preguntaba si ella se arrepentiría en cuanto abriera los ojos o si ocurriría lo que pasó la última vez que le entregó su corazón a alguien. Estaba tan ensimismado con sus propios pensamientos que no se dio cuenta de que Kaela entraba de lleno en una pesadilla, hasta que la escuchó gemir, y no de placer como él había hecho aquella noche.

La miró, con el rostro arrugado por el sueño que estaba teniendo. Y su curiosidad pudo más. Así que se introdujo de lleno en su mente y en lo que ella estaba viviendo.

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Estaba en la biblioteca.

Era una mañana fría y ella aparecía con un vestido que le cubría todo el cuerpo. Pero, sin embargo, Morfeo podía ver como temblaba, como sus manos, agarradas a un libro que apretaba contra su pecho, se movían al ritmo de su respiración entrecortada. Él se acercó a una de las estanterías y dejó que la oscuridad lo ocultara.

No esperó ver la otra figura que la acompañaba. El Corintio. ¿Qué hacía en los sueños de la bibliotecaria? Estaba diciéndole algo que la tenía encogida e inmovilizada. Él cogió un mechón de su pelo y le seguía susurrando.

- No eres nadie, Kaela. ¿Piensas que él querría a una persona como tú, querida? No, Morfeo solo se quiere a sí mismo... Te dejaría morir.

- No es cierto.

- Sí, lo es. ¿Crees que se sacrificaría por ti? No, claro que no. Solo piensa en él mismo.

Morfeo quería intervenir, pero sabía que no podía. O al menos no debía, pues cuando dio un paso al frente, la pesadilla cambió. Estaban en el infierno, nuevamente luchando contra Lucifer. Ella miraba la escena con los ojos abiertos. Su cuerpo no se movía, no respiraba, mientras Lucifer se alzaba victorioso, con una sonrisa de suficiencia.

Kaela se agachó y acunó su rostro sin vida en sus piernas. – Querida Kaela... El mundo de los sueños ahora es mío. Tú también. Morfeo está muerto.

Ella empezó a sollozar y a gritar. Eso no lo pudo soportar más. Ella se merecía un sueño tranquilo. Disipó la pesadilla y, mientras Kaela seguía temblando y llorando en el suelo, él se acercó despacio, acunando su rostro entre sus manos.

- Morfeo...

- Estoy aquí. Te dije que velaría tus sueños. No me voy a ir.

Ella simplemente lo besó y se dejó abrazar...

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Morfeo salió de su sueño y notó al instante que el cuerpo de ella se había relajado. Aunque aún bajaba por su mejilla una lágrima. La limpió y se levantó de la cama, vistiéndose y saliendo sigilosamente de la habitación de la mujer. Ahora sabía cuál era la pesadilla recurrente de ella. Perderlo todo. Porque si él desaparecía, también lo haría su mundo, Lucien, Caín y Abel...

Los sueños, sueños son... ¿no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora