Eras tú

Primera parte. Capítulo VIII. Dancing with our hands tied

Me sentía molesta, ¿molesta? ¿Eso era lo que sentía? Quería quedarme con Freen, decirle a Hayley que ella no se merecía a Freen, que ella debería valorarla, que debería... ¡agh! No lo sé. Sólo me sentía frustrada porque Hayley podía tenerla en sus brazos y besarla y acariciarla y todo aquello que implique quererla sin necesidad de pensar que algo está mal. Deseaba eso.

A diferencia de unas horas atrás, ahora no deseaba seguir escuchando mis pensamientos, me coloqué mis audífonos con la intención de acallar mi voz interior que me pedía regresar por Freen. Tampoco deseaba volver a casa, me traía el recuerdo de la noche anterior olvidada, por lo que decidí simplemente caminar hacia quién sabe dónde.

"Te amaba en secreto,
a primera vista,
amamos sin razón."

¿Era posible que Freen y yo estuviéramos juntas? Ella tiene 21 y yo apenas 17, ¿era acaso legal? Quizá si me esperaba un poco, falta poco para mi cumpleaños, sólo un poco. Eso podría ayudar, ¿no es así?

¿Qué idioteces estaba pensando? Seguía siendo mi hermana... ¡y aparte tenía novia!

"Mi amor se había congelado,
era azul profundo,
pero tú me pintaste dorado."

Terminé por sentarme en el césped del parque, muy cerca a la calle, como si esperase cualquier motivo insignificante para salir corriendo, cruzar la calle y recorrer las banquetas de la ciudad lo más rápido posible hasta que mi pecho me apriete y mis piernas palpiten.

"Podría haber pasado una eternidad
con tus manos en mis bolsillos,
con una foto de tu rostro en
un medallón invisible."

Pero no pasó.

"Dijiste que no había nada en el
mundo que pudiera detenerlo.
Tuve un mal presentimiento."

🍃🍃🍃🍃

Cuando Freen me dijo que se iría de viaje aquel día en que volvió a casa tras mi primer encuentro con Hayley, pensé que sería un par de días, pero pasó poco más de un mes sin que tuviera una conversación estable con ella. Primero me dijo que tenía que irse un par de días fuera de la ciudad por negocios con la compañía del señor Chankimha, pero al volver, después de casi dos semanas, sólo había sabido de su existencia por los mensajes escritos a mano con notas regadas por la casa, mensajes de texto o llamadas ocasionales en las que me indicaba sobre la cena y porque a veces escuchaba su auto en la cochera algunas noches o madrugadas que se iba a la oficina. No necesitaba que me explicaran que me estaba ignorando por completo. Lo entendía.

Faltaba un mes para mi cumpleaños y era mi último año en preparatoria, por lo que la presión del futuro se sentía presionar sobre mis hombros y respirar en mi cuello. El señor Chankimha siempre me habló de hacer grandes cosas con mi futuro, pero nadie mencionó que sería todo tan complicado. Tenía la grandiosa fortuna y oportunidad de estudiar en el extranjero gracias a un colega cercano del señor Chankimha que nos ofreció desde chicas a Freen a mí una carrera en una universidad en Europa. Freen rechazó la oportunidad debido al inesperado y repentino fallecimiento de su padre. Aunque eso me hizo sentir un gran peso de responder positivamente a su ofrecimiento por "acuerdos políticos" que apenas entendía.

Claro que era la mejor oportunidad que se me podría presentar en la vida, pero apenas sabía qué hacerme de cenar sabiendo que nadie vendría para el horario de la cena, ¿qué se supone que haría toda una carrera no sólo en otra ciudad sino en otro continente? Sólo tenía 17 años, ni siquiera había acabado mi tarea de ciencias y debía escoger una carrera en menos de un mes.