Al despertar no pude abrir mucho los ojos ya que la luz del sol que traspasaba la ventana era fuerte, me senté en mi cama y empecé a tallar mis ojos me levante de la cama y me dirigí a mi espejo y me vi, mi aspecto era horrible pero atrás de mi avía alguien un chico, me voltee a verlo y el ya me observaba con una sonrisa que hizo que mi corazón palpitara rápidamente, pero ¿Quién era ese chico? Trague saliva y aclare mi garganta.
- ¿Quién eres y que haces en mi casa? -pregunto así mismo cruzándome de brazos.
- Oh bueno, yo soy Sebastián y estoy en tu casa porque creía que ya estaba abandonada.
- No, ya te disté cuenta que no es así que, vete.
- Aja como digas, pero yo no me moveré de aquí. -seguido a ello me saca la lengua, como si se tratase de un niño pequeño con quien estoy hablando.
- Vete o llamo a mi madre- respondo asiendo su mismo gesto.
- Ella ya se fue Adara.
- Como... ¿Como sabes mi nombre?
- ¿Eso te incumbe? - pronuncia burlonamente.
- Si
Estaba confundida, ¿Quién era ese chico? Y ¿Cómo sabia mi nombre? Estaba temblando y totalmente fría, el se levanto de la cama y se empezó a acercar a mi con paso decidido, sentí como mis mejillas ardían y me ponía nerviosa retrocedí un paso, pero topé con mi espejo él ya estaba enfrente mía y clavo sus ojos en mi como si fuese una clase de objeto raro.
- Salgamos al jardín ¿Sí?
- S, si claro.
Me tomo de la mano y bajamos por las escaleras pero cuando Sebastián paso no rechinaron, todo lo contrario conmigo, cosa que no le di importancia, salimos al jardín y pusimos una mesa y dos sillas, el paisaje era hermoso y avía un silencio que en cierta parte me gustaba pero incomodaba a la vez, el chico apoyaba su cabeza con la palma de su mano y aun me observa, era imposible no ver esos ojos color miel, mi corazón seguía palpitando muy rápido y sentía como si mis mejillas ardían, me avía sonrojado pero ¿Por qué? Quería romper ese silencio tan incomodo, pero no supe cómo.
-Cuentos ¿Cuentos años tienes Sebastián?.
- Tengo quince años.
-Igual que yo.
- ¿Quién te pregunto Adara?
-Perdona pues, no fue mi intención molestaste.
-Te disculpo.
Sebastián era tan irritante que lo demás de la charla ya no quiera escucharlo, para que tuviese esa edad el era muy maduro, incluso mas que yo y al parecer el no era de este pueblo.
-Sebastián ¿Te puedo preguntar algo?
-Si, depende.
-Tú no eres de aquí ¿Verdad?
- ¿Eres muy curiosa siempre?
-Se podría decir que si, ahora responde.
-Bueno fastidiosa, no soy de aquí ¿Feliz?
-Aun no ¿De donde eres?
-Soy de los Ángeles ¿Ahora si estas feliz?
-Ya lo estoy.
-Me alegro, ya me empecé a molestarme.
- ¿Eres tan impaciente?
- ¿Y tu tan molesta?
-No lo responderé Sebastián.
-Ni yo Adara.
Sebastián se levantó de la mesa y seguí, nos dirigíamos al bosque que estaba enfrente de casa, era enorme y yo le tenía miedo, pero no sería una maldita cobarde ¿Qué diría de mí? Nos adentramos y la luz era muy escasa, apenas podía ver ya que había mucha niebla ahí adentro, iba agachada por las ramas de los árboles que eran demasiadas, pero a el no le daba importancia y las esquivaba con gran facilidad. Después de caminiar un buen tiempo llegamos al corazón del bosque, estaba totalmente despejado y solo avían troncos de arboles tirados, la luz iluminaba nuevamente y no había neblina, un silencio inundo el lugar y Sebastián me miro de pies a cabeza, como lo había echo antes, me tomo de las manos.
-Te veré otro día, Adara.
-Sebast...
No pude completar mi frase por que rápidamente me soltó y camino mas profundo del bosque, yo por mi cuenta me quedé parada en ese lugar con muchas dudas, retrocedí y volví a casa pensando en el.
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El fantasma que me amo
RomanceSer valiente significa no esconder lo que uno siente. Adara lo hizo a pesar de las adversidades que la separaban de su amor no correspondido. Ella acaba de llegar a su nuevo hogar en donde no es realmente feliz, donde desde el primer día empezara...