Mis pensamientos cada vez más empeoraban, quería desaparecer de la tierra para nunca más volver sentía como una parte de mi se estaba consumiendo por un fuego que no se podría apagar. Mis sollozos no ayudaban, sentía como si el fuego se avivara más cada vez que lo hacía, era inútil y no tenía a nadie conmigo, solo a mí misma. La luna para mí era la única que me podría escuchar sin que se alejara de mí, era la única que me comprendía. Su luz radiante que consolaba y sus estrellas me acompañaban en mis noches de llanto.
Esa noche no era la excepción, quería desahogarme todo lo que tenía dentro, pero esa llama seguía y seguía esparciéndose por todo mi cuerpo y quemaba. Quería irme de la tierra, pero ¿Quién me recordaría? Seria olvidada y un recuerdo vacío en la mente de todos, solo sería un mal recuerdo. Si quería irme de este mundo no quería desaparecer en la memoria de los que más amaba. Mi mente trajo el recuerdo cuando Sebastián y yo nos besamos, mi corazón palpito rápidamente y rápidamente sacudí mi cabeza para olvidar aquello. Quería olvidar todo de él, absolutamente todo. Pero tenía que cumplir la promesa de Ana, no lo tendría que olvidar, no tendría remedio más que cumplir su último deseo.
No había sabido de el por días y eso en parte me preocupaba, igual lo extrañaba a pesar de todo aquello, mis ojos se estaban cerrando y antes de hacerlo pedí ya no despertar más.
Estaba corriendo en una pradera con un atardecer de fondo, miles de flores me rodeaban a mí y a otro chico, este me tomaba de la mano mientras reíamos, pero de repente la escena cambio drástica mente. Estaba en el bosque sola y una pequeña niña lloraba, me acerque, pero cuando la trate abrazar traspase su cuerpo. La niña parecía de unos cuatro años y en sus pequeñas manos tenía un collar. Sus ojos marrones no paraban de sacar lagrimas que chocaban en sus manos. Mi mente hizo un shock cuando de di cuenta de quien era, esa pequeña niña asustada era Ana. Mis ojos se agrandaron por la sorpresa y cuando trate de poner mi mano es su cabeza nuevamente el escenario cambio.
Ahora estaba en mi antigua casa, en mi cuarto. Con el sonido de la lluvia y escuche como llamaban a la puerta, sabía quién era, Bastián. Lagrimas empezaron a brotar de mi rostro y mis manos arrugaban mi blusa, seguían tocando la puerta y cada vez con más fuerza e impaciencia. Me levante y camine hacia la puerta con lentitud, moví la manecilla y la puerta se abrió. El mismo chico, con la misma sonrisa me observaba. Mi cuerpo no resistió aquello y sin más lo abrase.
-Bas....
-Despierta Adara, te amo. Despierta...
Ahora estaba en un lugar oscuro, sola yo, como antes. No le temía a la oscuridad, pero si a estar sola siempre. Escuche unos pasos que se acercaban a mí, eran lentos y resonaban en todo el lugar. No distinguí a la figura, pero era un chico, mientras más se acercaba se me hacía más conocido. Cuando quedamos frente a frente me percate que era Sebastián. Decidí dar un paso más y abrazarlo, pero cuando lo hice sentí como algo crujió, el dolor se apodero de todo mi cuerpo y caí al suelo, la sangre brotaba de mi pecho y sentía que no podía respirar, este se agacho para quedar a mi nivel, con una mano sostuvo mi rostro y en la otra tenía una navaja. Mi barbilla temblaba, tenía demasiado miedo.
-Valla Adara, que patética eres. Ja y lloras.
-No por favor-susurre- déjam...
No pude terminar mi frase, vi como mi sangre salía por todas partes, mis ojos se ponían borrosos y ya no podía respirar, nada. Mis ojos cerraron y espere a que todo ese sufrimiento parara, que nunca jamás regresara en mi vida.
Abrí los ojos y tome una bocanada de aire, mi mano voluntariamente toco mi rostro detallando cada parte, mis ojos estaban puestos en mi cuerpo, pero al levantaros me di cuenta de que ya no estaba en el campo, estaba en mi casa, en mi habitación.
Me levante apresurada mente, pero alguien tomo mi mano, mi corazón empezó a palpitar más rápido, voltee a ver y era él. Me miraba con una hermosa sonrisa y sus ojos tan radiantes. Sentía como mis mejillas empezaron a arder cada vez más. Mi cara cambio de una expresión nerviosa a una muy seria ¿Qué se había hecho todo ese tiempo? Aparte su mano de la mía y este se apresuró a levantarse para quedar de mí misma altura, se miraba aún muy feliz ¿Acaso no sabía lo de Ana?
- ¿Qué demonios Sebastián? -Murmure- Explícate ahora quieres.
-Eso te digo a ti Adara ¿Qué hacías aquella noche tan sola en el bosque? Deberías de aparecer que te vi y te traje a tu casa.
- ¿Y tú dónde habías estado? Te busque y me preocupe de ti. No sabía cómo rayos le diría sobre el fallecimiento de Ana, ellos fueron muy cercanos y aun así no preguntaba por ella.
-Supongo que no es de tu incumbencia ¿O si Adara? Ahora tu explícame quieres. Su vos era muy grabe y seria, ya no avía vuelta atrás, era ahora.
-Se... Sebastián, yo...-mi voz salió cortada, tragué saliva y seguí- Sebastián, Ana falleció. Cuando pronuncié la última palabra su cara palideció y su expresión cambio, sus ojos se agrandaron y pude notar como su barbilla temblaba.
- ¿Cómo? -susurro- ¿Como fue eso posible? ¡Dime Adara! Su voz ahora estaba alterada, sus manos estaban en su cabeza. Lagrimas brotaban por su rostro, no sabía qué hacer en ese momento, es algo que no puedo expresar.
-Sebastián yo, yo de verdad lo lamento y yo la trate de ayudar en ese momento, pero gracias a ella estoy aun aquí, ella me salvo y trate de hacer lo mismo por ella, pero fue muy tarde.
-Adara ¿Estuviste con ella cuando falleció?
-Si, a mí me habían secuestrado y me habían insertado algo en el pecho, me encontraba sola sin ayuda, pero Ana me encontró y cuando íbamos a salir juntas paso lo peor.
-Fue todo mi culpa-Susurro-Fue por mi ¿Verdad?
-No, Sebastián yo...
- Fue mi culpa, maldita sea Adara, dime le verdad.
-No fue tu culpa Sebastián ¿Por qué crees eso? Este me miro y me empujó hacia la cama, caí repentinamente a esta. Sebastián parecía muy frustrado y no paraba de llorar.
- Soy un idiota, si solo no me hubiese ido ella... Ella seguiría con vida, me odio, me detesto Adara.
-Y yo estoy loca-grite- Estoy loca por ti Sebastián y odio que te digas todo ello. Yo te amo.
-Adara, yo te quiero, pero no. Creo que una parte de mi te ama, pero no estoy seguro, le tengo miedo al amor.
¿Pero qué diablos? ¿Entonces todo lo que él me había dicho era solo una broma? Sebastián era como un rompecabezas difícil de resolver, cada vez más le faltaban más piezas, piezas que para mí eran difíciles e imposibles de encontrar. Sentía esa llama por el cada vez más y más fuerte ¿Acaso en realidad lo amaba?
-Adara-Susurro- ¿Te puedo abrazar? Esa pregunta era tan repentina, nunca me lo había imaginado eso de él, pero al ver sus ojos llorosos y su rostro lleno de lágrimas no pude negarme, rápidamente lo abrasé con todas mis fuerzas y pude escuchar como este se desahogaba más, no lo iba a impedir. Sabía que para él era doloroso perder a Ana, tenía todo el derecho de estar de esa manera.
-Sebastián, eres la persona a la que más amo y quiero estar contigo siempre, quiero ayudarte-Trague saliva- Quiero que seas la última pieza de mi corazón, la que complementara todo y ara mi vida una mejor.
No recibí respuesta, era lo normal, pero sentí un cálido beso de el en la frente. Supuse que aún no era el momento, pero pronto sí.
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El fantasma que me amo
RomanceSer valiente significa no esconder lo que uno siente. Adara lo hizo a pesar de las adversidades que la separaban de su amor no correspondido. Ella acaba de llegar a su nuevo hogar en donde no es realmente feliz, donde desde el primer día empezara...